Si tuvieras que dibujar una persona y te pidieran que el dibujo fuera proporcionalmente perfecto, ¿qué harías?
Ese fue el reto al que se enfrentaron todo tipo de artistas desde que el hombre empezó a pintar en las paredes de las cavernas hace más de 40.000 años: encontrar un sencillo juego de reglas que les ayudara a dibujar la figura humana lo más parecido posible a la realidad.
Las reglas -conocidas como un canon artístico- que se enseñan en las escuelas de arte hoy en día se basan en los experimentos y mediciones que hicieron cientos de visionarios a través de la historia.
Por ejemplo, uno de los métodos más utilizados para enseñar a dibujar, el Loomis, usa líneas para dividir el cuerpo en ocho partes iguales, todas de la misma medida de la cabeza. Eso quiere decir que según este método, «el cuerpo humano idealizado tiene ocho cabezas de altura, el torso tiene tres cabezas, y las piernas cuatro».
Con eso, ya podrías empezar a dibujar a tu persona proporcionalmente correcta. Simplemente ocho óvalos, uno encima del otro.
Pero, ¿cómo se llegó a la idea de usar líneas para dividir y figuras geométricas para representar el cuerpo? Y ¿quiénes fueron los más avanzados para definir las medidas perfectas?
En BBC Mundo nos damos un viaje por la historia del arte para conocer a los escultores, pintores y arquitectos (sí, arquitectos) que a través de su agudeza visual e ingenio desbordado (además de muchas pruebas y errores) lograron el dibujo más perfecto posible sobre nosotros mismos.
Aquí seleccionamos 4 intentos previos por descubrir las proporciones ideales del cuerpo hasta que Leonardo da Vinci logró una teoría elogiada aún hoy en día.
1. La cuadrícula de 18 líneas
Después de pasar años estudiando las obras del antiguo Egipto, el egiptólogo danés Erik Iversen publicó en 1955 un libro que cambiaría la percepción que se tenía del arte de esa civilización antigua.
En sus estudios, Iversen encontró rastros de una cuadrícula de 18 líneas horizontales y 18 verticales sobre la que se habían ilustrado algunas imágenes humanas. Todas coincidían en que la primera línea estaba en la suela del pie de la figura, y la última en la línea donde nace el cabello.
Iversen tomó estas medidas y las contrastó con diferentes estatuas de la época y se dio cuenta de que los antiguos egipcios usaban estas medidas para mantener la proporción adecuada de la figura humana en sus representaciones, es decir, tenían el primer canon artístico del que se tiene conocimiento.
El estudio de esas proporciones, que Iversen recopiló en «Canon y proporciones en el arte egipcio», es un área que continúa actualmente debido a los pocos registros que existen.
Pero los descubrimientos que se han hecho en los últimos años son muy llamativos: la historiadora de arte Gay Robbins, en su libro «Proporción y estilo en el antiguo Egipto», dice que la cuadrícula inicial de 18 líneas pudo haber evolucionado a una más exacta, de 19, a medida que el arte se desarrolló dentro del mismo imperio.
2. Policleto y el dedo meñique
Entre 450 y 415 a.C., un escultor griego llamado Policleto empezó a producir hermosas estatuas en bronce de jóvenes atletas, pero con ciertos detalles que les parecían dar una mayor verosimilitud.
Policleto tenía la idea de que el cuerpo tenía que ser representado en una escultura como un sistema de fuerzas y contrafuerzas -partes del cuerpo tensionadas y en distensión- para darle impresión de dinamismo.
Algunos autores consideran que estas ideas de Policleto estaban influenciadas por las de Pitágoras de Samos y sus seguidores, quienes creían que todo en el mundo natural seguía un lenguaje básico: el de los números.
Sin embargo, la profesora de Arte de la Universidad de Virginia Francesca Fiorani le contó a BBC Mundo que Policleto fue lo suficientemente ingenioso para evitar caer en medidas arbitrarias que no funcionarían para distintos tipos de cuerpos.
«El canon de Policleto no es una regla matemática, es una regla relacional», dice, refiriéndose al sistema que usó el escultor de tomar partes del cuerpo como la falange del dedo meñique como índice de referencia para dar las medidas del cuerpo entero.
Su sistema fue tan influyente en el mundo antiguo que un escrito del famoso médico griego del siglo I Galeno hace referencia al canon de Policleto: «La belleza reside en la simetría de partes [del cuerpo], tales como un dedo a otro dedo […] tal cual como está escrito en el canon de Policleto».
3. Vitruvio y el ombligo
Directamente influenciado por los conceptos de belleza griega, el concepto de simetría en Roma empezó a llevarse a otras disciplinas, incluída la arquitectura.
Un soldado y arquitecto romano llamado Vitruvio se dio a la tarea de tomar esas ideas pitagóricas de las matemáticas al centro de todo, y compiló un tratado de diez libros (De Architectura), en los cuales establece lo que hace un arquitecto, qué tipo de educación necesita, los tipos de edificios y estructuras que le competen, de dónde surgen los principios y las ideas para la construcción y, ante todo, la importancia de la imitación de la naturaleza como punto de partida esencial para el diseño.
Influenciado al igual que Policleto por los pitagóricos, Vitruvio usa su tercer libro de arquitectura para sugerir que el diseño del templo perfecto debería estar basado en las proporciones del cuerpo humano y escribe lo siguiente: «El ombligo está al centro del cuerpo humano y, si un hombre yace acostado con su rostro hacia arriba, sus manos y pies extendidos, desde el ombligo como su centro, se puede describir un círculo que tocará sus dedos de manos y pies».
«No está solo circunscrito el cuerpo humano a solo un círculo, también puede verse poniéndolo sobre un cuadro».
La intención era diseñar un edificio a partir de esas dos figuras geométricas básicas, el cuadrado y el círculo, que mantuviera las proporciones correctas del cuerpo humano.
Para obtenerlo, Vitruvio da las indicaciones para un cuerpo simétrico: «El largo de un pie es una sexta parte de la altura del cuerpo. El antebrazo, una cuarta parte. El ancho del pecho, una cuarta parte.»
De Architectura sobrevivió gracias a copias que se mantuvieron en recintos como la biblioteca personal de Carlomagno, y solo sería redescubierto más de 1.400 años después, en el Renacimiento.
4. El hombre en el centro
En 1486, un humanista interesado en los clásicos del mundo grecorromano, Giovanni Sulpizio da Veroli, logró acceso al manuscrito de Vitruvio y publicó por primera vez De Architectura.
Gracias a la imprenta, obras que antes solo se podían acceder siendo parte del clérigo pasaron al dominio público. Y con el interés renacentista en los clásicos grecorromanos, el tratado de Vitruvio se convirtió en esencial para los arquitectos de la época.
Nombres tan famosos como Filipo Brunelleschi, quien diseñó el domo de la catedral de Santa María del Fiore en Florencia, estudiaron la obra de Vitruvio y adaptaron elementos de su canon. O Francesco di Giorgio y Leonardo da Vinci.
«Lo que hacía que el trabajo de Vitruvio fuera atractivo para Leonardo y Francesco es que le daba una expresión concreta a la analogía que había llegado desde Platón y los antiguos, una que se había convertido en una metáfora definitiva del humanismo renacentista», explica el escritor Walter Isaacson en su biografía de Leonardo da Vinci: «la relación entre el microcosmos del hombre y el macrocosmos de la tierra».
En sus escritos, Francesco di Giorgio, uno de los arquitectos más reconocidos de su época y gran amigo de Leonardo, dice: «Todas las artes y todas las reglas del mundo están derivadas de un cuerpo humano bien compuesto y proporcionado». Un pensamiento muy similar al de Vitruvio.
Diferentes arquitectos renacentistas, incluyendo Giacomo Andrea y Francesco di Giorgio, intentaron seguir las reglas de Vitruvio, pero tendría que ser alguien con conocimientos en todas las ramas quien las interpretara y llevara a ejecución de una manera que marcaría la historia del arte.
Finalmente, Leonardo
A diferencia del grupo de arquitectos con el que pasaba su tiempo en esa etapa de su vida, Leonardo vio en la obra de Vitruvio algo más interesante. «El interés de Leonardo es el cuerpo humano», le explica a BBC Mundo la profesora Francesca Fiorani. En concreto, «el cuerpo humano en movimiento».
El dibujo del hombre de Vitruvio de Leonardo da Vinci actualmente se conserva en un cuarto oscuro de la galería de la academia en Venecia para evitar su deterioro.
Leonardo lo mantuvo consigo hasta su muerte y se ha convertido en una de las imágenes más icónicas de la cultura occidental.
Walter Isaacson lo describe en su libro como «un dibujo meticulosamente hecho, a diferencia de los de sus contemporáneos».
«En unas de sus notas, debajo del dibujo, Leonardo describe aspectos adicionales del posicionamiento: ‘Si abres las piernas lo suficiente como para que tu cabeza esté descendida una catorceava parte de tu altura y levantas las manos lo suficiente como para que los dedos extendidos toquen la línea de la punta de tu cabeza, sepan que el centro de los brazos extendidos será el ombligo».
Es ahí donde radica la diferencia en el pensamiento de Leonardo con el de sus contemporáneos, explica Fiorani, quien está presentando un estudio sobre el hombre de Vitruvio de Da Vinci.
«Su preocupación no era tanto la arquitectura, sino el cuerpo humano, y el cuerpo humano en movimiento», le explica la académica a BBC Mundo. «Lo que hace es que dibuja a un hombre con brazos y piernas abiertas dentro del círculo, pero luego dibuja al mismo hombre -no otro- con las piernas cerradas y los brazos abiertos pero con ángulos distintos».
«Como el ombligo de las dos figuras del hombre es el centro del cuerpo y del círculo, cumple con las reglas, pero el centro del cuadro son los genitales. Eso lo que hace es darte la sensación de movimiento», dice Fiorani.
Isaacson cuenta que para su dibujo, Leonardo ignoró las mediciones del cuerpo que había proporcionado Vitruvio -a pesar de darle crédito a Vitruvio por las medidas del dibujo- y usó las que él mismo había logrado identificar.
Los expertos coinciden en que el secreto de la genialidad de Leonardo consistía en que usaba la observación directa y la experimentación en vez de valerse de las reglas establecidas por otros, y que a través de sus detallados estudios anatómicos usando cadáveres -de los cuales se usan ilustraciones en libros médicos hasta el día de hoy- había corregido algunos errores hechos por el arquitecto romano en sus medidas originales.
Esto se refleja, cuenta Isaacson, en que menos de la mitad de las 22 mediciones que Leonardo usó en el hombre de Vitruvio coinciden con las que Vitruvio daba en su texto original.
«El largo de los brazos estirados es igual a la altura de un hombre», se lee en las notas al pie de lo que el británico Martin Kemp, historiador del arte y experto en Leonardo, ha definido como «el dibujo más famoso de la historia».
En un estudio hecho en 2020 por expertos de la Academia Militar de West Point en Estados Unidos usaron las medidas de casi 65.000 personas entre los 17 y 21 años, y encontraron que las planteadas por Da Vinci -plasmadas en su famoso dibujo en 1492- son fascinantemente cercanas a la realidad.
Diana Thomas, una matemática de West Point, dijo: «A pesar de las diferentes muestras y métodos de cálculo, el cuerpo humano ideal de Da Vinci y sus proporciones fueron similares a los obtenidos con métodos contemporáneos de medición».
Después del Renacimiento, el arte occidental dejó de preocuparse tanto por representar la realidad tal cuál cómo se percibe, y empezó a experimentar con lo abstracto, con aquellas cosas que percibimos pero que no tienen una representación visual natural, y con ello, el interés por el realismo pasó a un segundo plano.
Los métodos modernos -como el Loomis que mencionábamos al principio- son versiones simplificadas de estas reglas que Da Vinci llevó a su máxima expresión en un dibujo que busca reflejar la perfección geométrica del cuerpo humano, y su relación con la perfección geométrica que los pitagóricos veían en el cosmos.
Pero a lo mejor, si seguimos el ejemplo de Leonardo y buscamos nuestras propias mediciones, podemos encontrar algo que el mismo genio no vio, y seguir aportando al desarrollo de algo tan intrínsecamente humano como es el arte.
Así que, tal cual como lo hubiera hecho el genio renacentista en sus cientos de cuadernos, ahora quedas con un nuevo reto: «Dibuja un cuerpo humano proporcionalmente correcto».