El verano no da tregua a la pandemia del coronavirus en Estados Unidos. Todo lo contrario: el país ha experimentado un resurgimiento de la enfermedad en varios estados, especialmente en el sur y occidente del país.
Esta semana el país alcanzó un registro sin precedentes de 60.000 nuevos casos en un solo día.
Otras naciones industrializadas, en Europa y Asia, siguieron medidas de contención más rigurosas, intensificaron con mayor anticipación las pruebas y el rastreo de contactos, y levantaron las restricciones de una manera más pausada y coordinada.
Hasta ahora, por lo menos, no han visto los rebrotes del virus similares a los que ocurren en EE UU actualmente.
El estado de Arizona, por ejemplo, está registrando en este momento el mismo número de casos de coronavirus que toda la Unión Europea, que tiene una población 60 veces mayor.
Todo ello muestra los aciertos y (en su mayoría) desaciertos frente a la pandemia en EE UU que entra en su quinto mes sin que se vislumbre un fin.
Qué ha salido mal
Los estados reabrieron prematuramente
Hace un mes, las cifras de infección de coronavirus en EE UU parecían, al menos, estar estables. La propagación de la enfermedad se había frenado a medida que el conteo de nuevos casos se nivelaba.
Eso motivó a varios estados -incluyendo Texas, California, Florida y Arizona- a activar los planes de relajamiento de las órdenes de confinamiento y cierre de establecimientos comerciales.
Muchos de estos estados siguieron adelante a pesar de no cumplir con las condiciones federales recomendadas por los Centros de Control de Enfermedades (CDC), como los 14 días continuos de disminución de casos y menos de 5% de pruebas positivas para el virus.
Resulta que los números totales nacionales eran engañosos. A medida que los estados que primero estuvieron fuertemente afectados, como Nueva York y Nueva Jersey, registraban una disminución, en otros estados las cifras empezaban a subir lentamente.
Ya no están subiendo lentamente, están disparadas y lo peor, en cuanto a hospitalizaciones y fallecimientos, podría estar por venir.
En este momento, Texas, California y Arizona, entre otros, han vuelto a imponer el cierre de comercios y hecho obligatorio el uso de mascarillas, por determinarse que reducen la propagación del virus. Sin embargo, podría no ser suficiente para evitar otra crisis de salud pública.
«Abrimos demasiado temprano en Arizona», dijo en una reciente entrevista de televisión la alcaldesa demócrata de Phoenix, Kate Gallego. «Fuimos uno de los últimos estados en ordenar el encierro en casa y uno de los primeros en levantarlo».
Las 8.181 hospitalizaciones por covid-19 en Texas este domingo representaron otra cifra récord. En Arizona, 14% de las pruebas para coronavirus resultaron positivas.
California, que tuvo éxito inicial en limitar la propagación del virus, ha visto un incremento de 90% en casos en las dos últimas semanas, después de que en mayo el estado permitiera a las autoridades locales ejercer su discreción en la reapertura de comercios.
El resurgimiento de casos también está renovando la demora y la escasez de pruebas, un área que había parecido ser una de las fortalezas de EE UU, luego de sus titubeos iniciales.
Sin un sistema de pruebas adecuado, será significativamente más difícil identificar y aislar los casos nuevos y los lugares donde el virus se propaga desenfrenadamente.
«Nos encontramos de vuelta donde estábamos en el auge de la epidemia durante el brote en Nueva York», dijo el excomisionado de la Administración de Fármacos y Alimentos (FDA) Scott Gottlieb, durante una entrevista este domingo.
Al menos por ahora, la tasa diaria de mortalidad no ha alcanzado los niveles de Nueva York, pero podría ser solo cuestión de tiempo a medida que los actuales casos progresan.
«Ya es demasiado tarde», afirma Luiza Petre, una doctora y profesora de cardiología en la Escuela de Medicina de Mount Sinai, en Nueva York. «Nos encontramos en un punto de no retorno, donde será muy, muy difícil frenar esta pandemia».
Politización de las máscaras
A la decisión de algunos estados de priorizar la reapertura a pesar de las advertencias hechas por funcionarios de la salud pública, se suma que uno de las las mejores maneras de limitar la propagación del virus, el uso de máscaras protectoras, se ve envuelto en unapolémica partidista.
En junio, una encuesta del centro de investigación Pew encontró que sólo 49% de los republicanos conservadores utilizaron una máscara la mayoría del tiempo durante el pasado mes, mientras que esa cifra es de 83% entre demócratas liberales.
La oposición conservadora se vuelve aún más recalcitrante ante la posibilidad de una orden gubernamental que haga el uso obligatorio.
«El pueblo de Kansas no necesita que Laura Kelly (gobernadora) ni el estado paternalista tome decisiones que están en las manos de las personas», respondió Bill Clifford, un candidato republicano al Congreso, cuando la gobernadora demócrata del estado ordenó el uso de máscaras.
«Las órdenes estatales para el uso de máscaras violan los principios de libertad individual sobre los que se fundó Estados Unidos».
El propio Donald Trump contribuyó a la polarización, burlándose de un periodista que rehusaba retirarse la máscara durante una rueda de prensa tildándolo de «políticamente correcto» y retuiteando a un periodista del canal noticioso Fox que sugirió que una foto de Joe Biden (virtual candidato presidencial demócrata) con una máscara sería dañina para su imagen.
El presidente ha sido claro en rechazar el uso de una máscara durante sus eventos públicos, una postura que se ve reflejada en sus partidarios. Durante un evento de campaña en Tulsa, Oklahoma, en junio, pocos en la multitud optaron por cubrirse la cara y muchos ignoraron los consejos de distanciamiento social.
Los funcionarios de salud pública tampoco están libres de culpa. Al principio, declararon que los protectores faciales sólo eran beneficiosos para el personal médico de primera línea.
Mientras que el motivo real de dichos gestos pudo ser reservar esos suministros limitados para los que más los necesitaran, el resultado final fue un mensaje confuso que fue cambiando a medida que la pandemia progresaba.
Autocomplacencia pública
Aunque algunos gobiernos estatales han relajado las restricciones a reuniones públicas y permitido a los comercios reabrir, esas medidas frecuentemente van acompañadas de recomendaciones para que las personas tomen decisiones basadas en los consejos médicos y el sentido común.
Pero esas recomendaciones no siempre se atienden.
La temporada de verano congregó muchedumbres sin máscara en bares y restaurantes reabiertos y en parques públicos y playas.
Y mientras las máscaras fueron de uso bastante común durante las protestas masivas contra la discriminación racial realizadas en todo el país, durante el mes pasado la práctica de distanciamiento social fue esencialmente inexistente.
Los números detrás de este nuevo resurgimiento de coronavirus indican que muchos de los nuevos infectados son jóvenes estadounidenses, que han estado entre los que más rápidamente regresaron al contacto social personal.
Algunos líderes políticos, incluyendo el presidente, lo han alentado al afirmar que los jóvenes y sanos tienen poco que temerle al virus.
«Ahora hemos hecho pruebas a 40 millones de personas», tuiteó Trump el sábado. «Pero al hacerlo, mostramos casos de los que 99% son completamente inofensivos».
Eso contradice los estudios de salud pública que muestran que una quinta parte de los casos de covid-19 resultan en fallas respiratorias severas.
«Tenemos datos en el grupo especial de la Casa Blanca», declaró el domingo el comisionado de la FDA, Stephen Hahn, sin rechazar la cifra de 99% de Trump como falsa. «Esos datos nos muestran que este es un serio problema. La gente debe tomarlo en serio».
Pero cuando un presidente resta importancia a la severidad de la enfermedad, las palabras de cautela de sus subordinados se debilitan.
Educación al borde de la crisis
El rebrote del coronavirus también ha activado una bomba de tiempo que puede detonar en unos pocos meses. Septiembre es cuando los niños tradicionalmente regresan a las aulas en todo el país y ha quedado claro que no les espera nada que se asemeje a una experiencia educativa normal.
Los administradores escolares han empezado a develar sus planes para el próximo año académico y en muchos casos se trata de una mezcla de enseñanza en persona y a distancia, con la esperanza de que eso sea suficiente para que no se conviertan en focos de propagación de la pandemia.
Algunos sindicatos de maestros ya se están rebelando contra la sugerencia de que los educadores -incluyendo los más viejos y de alto riesgo- regresen a las clases sin suficiente protección o preparación.
«La mayoría de nuestros educadores no se sienten cómodos regresando a las escuelas», escribió el director del sindicato de maestros del área de Washington DC. «Temen por sus vidas, por las vidas de los estudiantes y de sus familias».
Entretanto, los padres de familia enfrentan la perspectiva de tener que improvisar más enseñanza en el hogar y resuelven cómo supervisar a sus hijos mientras ellos mismos deben regresar a las oficinas donde trabajan.
Aunque en su campaña de 2016 Trump estuvo en contra de la intromisión federal en los sistemas de educación locales, ahora está aplicando presión a las escuelas para que inicien a tiempo el curso.
Solicitó a los CDC que modifiquen las guías para que sea más fácil que las escuelas reabran y amenazó con recortar fondos a aquellas que no lo hagan.
Florida, un estado controlado por republicanos que está en medio de un brote generalizado de coronavirus, ya ordenó la reapertura de las clases para finales de agosto.
La retórica del presidente, emitida vía Twitter, parece destinada a politizar otro aspecto más de la respuesta al coronavirus, dejando una vez más a los funcionarios locales en la poca envidiable posición de tener que balancear temas de salud comunitaria con las exigencias de regresar a unanormalidad que parece cada vez más lejanas.
Lo que ha salido bien
Recuperación de Nueva York
A pesar de que la situación de coronavirus en muchos estado del sur y occidente ha llegado a niveles de urgencia, lo que una vez fue el epicentro del brote -Nueva York- ha logrado notables mejorías.
Las muertes diarias, que llegaron a su punto máximo el 8 de abril, con 799, han caído. Solamente el 1,38% de las pruebas de coronavirus del estado arrojaron resultados positivos.
Cuando en otras regiones se ha vuelto a imponer el confinamiento, Nueva York ha empezado a reabrir muchas instalaciones públicas y comercios privados como salones de peluquería, de tatuajes y ligas juveniles deportivas. Sin embargo, los restaurantes continúan clausurados para comer en el interior.
«Lo que sucedió en Nueva York debió haber sido una advertencia para los otros estados, para estar atentos y aprender a crear una estrategia más centralizada», comenta la doctora Petre, la cardióloga neoyorquina. «Nueva York es una historia de éxito».
A medida que el estado continúa relajando sus medidas restrictivas, todavía existe el riesgo de que el virus resurja.
«Hemos ido hasta el infierno y regresado, pero esto no ha terminado», advirtió el gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo. «Esto todavía podría levantar su horrible cabeza en cualquier lugar de esta nación o en este estado».
Economía estabilizada, por ahora
Una cosa curiosa sucedió cuando todo se encaminaba a la siguiente Gran Depresión. La economía de EE UU, que muchos vaticinaron que se hundiría sin solución, se estabilizó y empezó a mejorar.
Las cifras de desempleo de mayo, proyectadas a superar 20%, registraron un 13,3%. Luego, en junio, bajaron a 11,4%, indicación de que el desangre laboral se había contenido mucho antes de lo esperado.
Mientras tanto, índices bursátiles clave se han recuperado de sus caídas iniciales en el invierno. Para el 2 de julio, el índice Industrial Dow Jones había recuperado 66% de las perdidas registradas a partir de su alza récord en febrero. El índice Standards & Poor´s 500, una medida más amplia de las acciones, repuso 77% de sus pérdidas este año.
Otros indicadores económicos también muestran señales similares de reactivación.
El poder de recuperación ha sido atribuido en gran parte al impulso de los estados para levantar las órdenes de mitigación del virus y a las medidas federales de proporcionar apoyo económico a los comercios e individuos que más sufrieron por el virus.
El retorno al cierre de comercios en varios estados podría significar que las buenas noticias económicas no duren mucho.
Entretanto, la mayoría de las medidas de estímulo aprobadas por el Congreso ya han finalizado o están a punto de expirar y parece que hay pocas perspectivas de que haya más.
«Como ya queda claro que los efectos de esta crisis se sentirán por lo menos hasta finales de 2020, ese paquete de ayuda no será suficiente», comenta Jill González, una analista del sitio de finanzas personales Wallethub.
La ciencia avanza
A medida que el coronavirus aflige a un número creciente de estados en EE.UU., la comunidad médica de ese país continúa arduamente trabajando en tratamientos y en una vacuna.
Remdesivir, un fármaco antiviral, ha mostrado avances en limitar la severidad de la enfermedad en pacientes hospitalizados, lo que motivó al gobierno a llegar a un acuerdo con la farmacéutica para beneficiar de manera prioritaria a los pacientes estadounidenses.
Un nuevo estudio indica que el esteroide dexametasona -de amplia disponibilidad- reduce el riesgo de muerte en un tercio para los pacientes con covid-19 que requieren respiradores.
También hay «señales alentadoras» de expertos que usan el plasma sanguíneo de pacientes que se han recuperado de covid-19, con el que se podría ayudar a los que sufren la enfermedad, aunque las investigaciones clínicas continúan.
«La medicina ha evolucionado a la velocidad del relámpago», indica la doctora Petre. «El gobierno se ha asociado con empresas farmacéuticas y se ha hecho mucho, que es bueno».
En cuanto a la vacuna, actualmente hay varias compañías farmacéuticas que informan de resultados positivos con las primeras pruebas de fármacos que fortalecen la inmunidad contra el coronavirus.
El presidente promete una vacuna para finales de año, si no más temprano, aunque los profesionales advierten de que ese cronograma está lejos de ser cierto.
Anthony Fauci, el jefe de inmunología de EE UU, se limitó a decir que los científicos aspiran a que la vacuna esté lista para 2021.
Y dado que el regreso a una vida normal en EE UU parece depender cada vez más de una vacuna segura y confiable, hay mucho en juego.