El segundo fin de semana de 2020, el científico Javier Jaimes notó algo extraño en su correo electrónico: “Estaba enloquecido”.
“El viernes en la noche, empecé a recibir correos de mi jefe, de mis compañeros del laboratorio, en los que se hablaba de un nuevo virus. Empezamos a cruzar información, a hacer lineamientos genéticos».
«El lunes 13 de enero, conversamos con un colaborador en Francia y decidimos que debíamos meternos inmediatamente con este virus”, le cuenta a BBC Mundo el virólogo de la Universidad Cornell desde Nueva York.
Así comenzó su carrera frenética por entender el coronavirus que causa la enfermedad covid-19 y que está dejando miles de infectados y muertos en diferentes partes del mundo.
“Fue como una cadena de explosiones tremenda. Durante las primeras dos, tres semanas, trabajamos sin descanso. No dormíamos más de dos o tres horas al día y eso, obviamente, le pasó la cuenta a nuestros sistemas inmunes.
«Algunos nos enfermamos. Me dio influenza, me ausenté cuatro días. Después regresé y me dio neumonía. Es que era muy interesante, increíble, pero al mismo tiempo muy preocupante ver la velocidad con la que se estaba propagando”.
La carrera de Jaimes y de sus colegas es la misma que han estado corriendo cientos de científicos, de diferentes disciplinas, en todo el mundo para entender cómo algo tan pequeño, casi invisible, ha puesto al mundo en jaque.
Javier Jaimes, Colombia
Jaimes y sus colegas estudian el nuevo coronavirus dentro de una cabina de bioseguridad, que está ubicada en un área completamente aislada de la universidad.
«Nunca abrimos el virus al aire libre», señala.
“Que el virus salga de esa cabina es bastante improbable y en caso de que llegase a salir, nosotros tenemos un equipo de protección que incluye varias capas de ropa y un respirador que está conectado a un motor y a un filtro (…) Ese es el aire que nos llega”, explica el médico veterinario.
El sistema está diseñado para impedir que el virus penetre en el ambiente y que los científicos lleguen a aspirarlo.
Su protocolo los obliga a bañarse antes y después de entrar en la cabina y a cambiarse de ropa. Esas son sólo dos instrucciones de un minucioso proceso que debe cumplirse con un estricto orden.
“Sólo una persona, un miembro de nuestro laboratorio, tiene el entrenamiento y la autorización para entrar a la unidad de bioseguridad solo, sin supervisión. Cuando nosotros necesitamos entrar a ese lugar, esa persona tiene que estar con nosotros”.
La mayor parte de sus estudios son in vitro: «trabajamos con proteínas, ácidos nucleicos, con elementos del virus, sin tocar el virus como tal, pero cuando necesitamos hacer experimentos con él tenemos que entrar a la unidad de bioseguridad nivel tres, que es donde se manejan virus con un potencial importante para afectar la salud humana».
“Prácticamente desde cero”
Uno de los retos que enfrenta la comunidad científica internacional es que, como lo indica Jaimes, está estudiando este coronavirus “prácticamente desde cero”.
«Se parece a otros virus pero todo lo que estamos haciendo es un descubrimiento, es nuevo, y eso hace que nuestros resultados sean sometidos a un escrutinio más complejo. Hay que ir más a fondo para comprobar cada cosa que encontramos», dice.
“La razón posible por la cual este virus nos agarró completamente fuera de base es porque estos virus son muy difíciles de predecir.
«Si miras el primer brote de coronavirus respiratorio importante, el SARS, en 2002, verás que duró aproximadamente un año y después desapareció. El virus dejó de circular porque se rompió la cadena de transmisión. En los humanos ya no estaba circulando pero posiblemente en reservorios silvestres seguía dando vueltas”.
Diez años después apareció el virus del MERS y ocho años después, surge este coronavirus.
«En general, (los coronavirus) pueden tener el mismo origen, venir de la misma fuente, pero en sus procesos evolutivos se empiezan a diferenciar y se adaptan de manera distinta a sus hospederos, tanto intermedios como finales».
¿Por qué se transmite tan rápidamente?
En ese proceso evolutivo los coronavirus pueden adquirir características particulares como: transmitirse fácilmente y «eso es imposible de predecir, como también lo es predecir cuándo aparecerá la nueva enfermedad. Es imposible tener una herramienta para prevenir todo tipo de infecciones por coronavirus».
«La pregunta de por qué se transmite tan rápidamente aún no tiene respuesta. Nuestra hipótesis de trabajo en el laboratorio es que en su proceso evolutivo este virus adquirió una característica muy específica en una de sus proteínas que hace que salga de la célula listo para infectar», señala el experto.
Cuando los coronavirus ingresan a las células normalmente necesitan pasar por una serie de procesos antes de que puedan abrir la puerta.
Cuando este virus, y a eso apuntan los estudios preliminares de Jaimes y su equipo, sale de una célula para entrar en otra «sale adelantado en el proceso, sale preactivado. Una vez en la nueva célula, ingresa más rápidamente y eso es lo que creemos que está detrás de la alta capacidad de contagio que tiene este virus. Pero es una hipótesis de trabajo”.
Irene Bosch, Venezuela
La bióloga venezolana Irene Bosch, quien se especializa en epidemias, recuerda el impacto que le generó enterarse del nuevo coronavirus.
«La magnitud de esta pandemia nadie la conoce, ni siquiera los científicos (…) Es horrible porque la historia se repite y pareciera que no aprendiéramos», le dice a BBC Mundo desde Boston.
Y es que la experta en salud pública cree que la causa de «este tipo de desastres» es «el desmejoramiento de la sociedad global».
«¿De dónde vino esto? De que se han cortado los bosques, los murciélagos ya no podían vivir en donde solían hacerlo, se domesticó el murciélago hace unos 20 años o más y empezó a interactuar con el hombre y a penetrar en el ecosistema humano”, indica.
“El humano es el animal más destructor porque ha causado este tipo de trastornos ecológicos”.
Una prueba de diagnóstico
Hace un año y medio, Bosch fundó junto al doctor Lee Gehrke, profesor de la Universidad de Harvard y del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT), y un pequeño grupo de científicos una startup que se dedica a hacer exámenes rápidos para detectar enfermedades infecciosas.
E25Bio había sido seleccionada por The Engine, el centro del MIT que patrocina y apoya emprendimientos que desarrollan tecnologías de punta.
Tras conocer el nuevo virus, Bosch y su equipo comenzaron una carrera contrarreloj en su laboratorio para desarrollar una prueba rápida de diagnóstico.
«No se puede sacar una vacuna en 30 días, pero sí se puede hacer un test rápido en 30 días», es una de las premisas de la experta.
Bosch, quien tiene dos doctorados de la Universidad de Harvard (biología molecular y medicina tropical), cuenta con una amplia experiencia en la investigación del dengue, el zika y el chikungunya.
No sólo se ha adentrado en Latinoamérica para entender esos virus, sino que los ha estudiado en los laboratorios de Harvard y del MIT, entre otros centros de investigación de Estados Unidos.
Pero crear una prueba para este nuevo coronavirus, que recién apareció y recién está siendo investigado, ha representado un desafío.
«Lo que hicimos fue usar a su primohermano, el SARS 2003, y nos dimos cuenta de que había reactivos muy buenos que se podían enganchar con mucha precisión al nuevo (virus). Rápidamente hicimos un tamizaje complejo que nos permitió escoger dos anticuerpos que tienen que trabajar mano a mano para agarrar al virus».
“Test, test, test”
Bosch y su equipo buscaron en “el mercado de anticuerpos” los dos que funcionaban mejor para hacer una prueba.
Al tenerlos, crearon un dispositivo que, de acuerdo con la experta, es como un test de embarazo casero.
«El dispositivo se hace con un pedacito de papel que se llama nitrocelulosa» y se le colocan partículas de oro que al entrar en contacto con la secreción nasofaríngea de una persona «se pegan» a los anticuerpos y generan una reacción si detectan las proteínas del virus:
Si aparece una línea roja, es positivo. El resultado aparece en aproximadamente 15 minutos.
De acuerdo con la especialista en salud pública, la prueba será sometida al proceso de validación clínica en los próximos días.
«Cada hospital de Boston proveerá entre 20 y 50 pacientes para verificar cuán útil realmente es el test. Hasta ahora conocemos su límite de detección, que reconoce el virus, que su parte mecánica funciona, pero ahora tenemos que ver cómo funciona como dispositivo médico».
«Vamos a encontrar que los (individuos) negativos son negativos, pero también vamos a encontrar a unos que parecían negativos, gente que estaba caminando en la calle, trabajando, jugando, que van a dar positivo».
Y es que el brote de coronavirus llegó a nivel de pandemia en parte por el número de personas infectadas que no presentaron síntomas.
«El error que cometió tanto el sector privado como el de la salud pública fue enfocarse en la creación de un tratamiento y no en diagnosticar temprana y rápidamente», le dijo Bosch a la periodista Gretta Gil Anzola del portal de noticias El Estímulo.
De hecho, el 16 de marzo, el director de la Organización Mundial Salud, Tedros Adhanon Ghebreyesus, dijo: «Nuestro mensaje clave es: test, test, test», pues el distanciamiento social y el lavado de manos no son suficientes para extinguir la epidemia.
«No podemos combatir un incendio con los ojos vendados», indicó.
Marina Escalera-Zamudio, México
Marina Escalera-Zamudio, viróloga mexicana del departamento de zoología de la Universidad de Oxford, se enteró de la noticia sobre el nuevo coronavirus en su país a través de los medios de comunicación.
«Todo el tiempo estamos viendo eventos zoonóticos: cuando un virus de una población animal pasa a una población humana, y muchas veces no provocan un brote epidémico, pero en este caso dije: ‘vamos a ver qué pasa’.
«Como trabajamos mucho con estos casos, hay que esperar, pues generalmente son cadenas que en algún momento mueren. Pero al ver que aumentaban las personas infectadas, me empecé a preocupar».
La experta me habla desde su casa en Inglaterra. Ella, como miles de personas en este país, está trabajando desde su residencia para evitar que el coronavirus, identificado como SARS-COV-2, se siga propagando e infectando a más personas.
La bióloga, egresada de la Universidad Autónoma de México (UNAM), forma parte un equipo de cooperación internacional que está en contacto con los sectores de salud e investigación de varios países de América Latina.
«Estamos trabajando juntos para entender cómo es la entrada y dispersión del coronavirus en Latinoamérica antes de que llegue al pico epidemiológico», explica.
“También estamos trabajando, por recomendación de la Organización Mundial de la Salud (OMS), en la preparación de protocolos estandarizados para llevar a cabo la secuenciación genómica del virus en tiempo real, ya que tenemos experiencia en eso con trabajos de campo que hemos realizado en Brasil y en México».
Y es que junto a colegas del departamento de zoología de la Universidad de Oxford, la especialista ha usado el análisis genético para estudiar las dinámicas epidemiológicas y la evolución de virus que tienen impacto en la salud humana y animal.
Ha trabajado, por ejemplo, con arbovirus (virus transmitido por artrópodos como mosquitos) como el dengue, el chikungunya, el zika (en Brasil con el proyecto CADDE y en México con el proyecto REEED-SOCIAL) y la gripe aviar.
Armando el árbol genealógico del coronavirus
La secuenciación genómica es el proceso de determinar la secuencia completa del material genético de un organismo, ya sea un virus, una bacteria, un patógeno o un animal.
Como si se tratara del árbol genealógico de una familia, explica Escalera-Zamudio, al tener la secuencia completa de un virus, se pueden analizar los cambios que ha sufrido su material genético a lo largo del tiempo.
«Podemos construir un esquema en que vemos las relaciones de ascendencia y descendencia de un virus y así saber de dónde viene, dónde surgió el primero, cómo se fue esparciendo a través de diferentes espacios geográficos y poblaciones».
Y eso es posible gracias a que virus como el coronavirus acumula mutaciones de forma muy rápida. «Conocer los procesos de dispersión es importante porque podemos saber de dónde está llegando el virus».
Poderosamente eficientes y exitosos
Desde muy pequeña Escalera-Zamudio sintió fascinación por la biología y fue una película de dibujos animados la que la llevó a enamorarse de la virología.
“En una escena de ‘La espada en la piedra’, el mago y la bruja están peleando y se están convirtiendo en diferentes animales y organismos para ver quién gana. Al final, el mago se convierte en un virus, infecta a la bruja y él gana.
«Para mí ese fue un momento clave, mi cerebro hizo clic y me dije: ‘¡Claro! los virus son los más exitosos, siempre ganan’.
«No importa si tenemos sociedades muy complejas, con la mejor tecnología, con casas y muchas cosas, siempre estamos a merced de la naturaleza y conforme a cómo vamos cambiando, los virus y los patógenos también van cambiando”, dice.
Y agrega: «Es una carrera que nunca acaba y eso me fascina».
Por su parte, Jaimes, quien estudió medicina veterinaria en la Universidad Nacional de Colombia, me explica que los virus son estructuras muy sencillas:
«Son ácido nucleico, material genético, cubierto de una proteína y, en algunos casos como es el del coronavirus, con una cobertura adicional que proviene de la célula. Es así de simple».
Pero, hay algo que los hace muy poderosos: «cuando ingresan a la célula tienen la capacidad de secuestrar todo ese mecanismo metabólico para que la célula se dedique a producir más de ellos.
«Ese es su mecanismo de replicación: al ser tan simple pero tan eficiente a la hora de replicarse, lo que hace es garantizar que puede pasar de un individuo a otro, esparcirse y, por lo tanto, poner en riesgo todos los sistemas de salud cuando hay un brote».
Es así como los virus consiguen adaptarse muy bien al organismo al que llegan y convencerlo de que sus células se dediquen exclusivamente a hacer copias de él.
“Sí, los virus son diminutos, miden unos pocos nanometros, pero se comportan como grandes organismos porque son masas humanas las que se infectan”, reflexiona Bosch.
Los retos
Son muchos los desafíos que científicos como Jaimes, Bosch y Escalera-Zamudio enfrentan.
El principal reto, me dice Jaimes, es no poder hacer más. «No poder movernos más rápido, hacer las cosas más rápido, me gustaría tener más manos. Quisiéramos tener resultados más rápido pero esto es algo que toma tiempo y somos un laboratorio relativamente pequeño».
La universidad Cornell está prácticamente cerrada, me cuenta. «Somos tres laboratorios en el campus universitario que estamos trabajando en esto».
Su objetivo es que sus resultados permitan entender cómo funciona el virus, comprender su biología, cómo ingresa a las células, cómo hace para replicarse.
Después se irán abriendo otras ventanas como la posibilidad de intervenir para evitar que entre en el cuerpo con el desarrollo, por ejemplo, de medicamentos o vacunas.
Para la científica mexicana, uno de los grandes retos es cómo combatir este virus en medio de un mar de información que no siempre es la correcta.
«Hay una gran disponibilidad de información falsa en internet», indica con un tono de frustración. «He luchado mucho contra la información falsa».
«Hay que desmitificar lo que circula, como las teorías conspiratorias» y seguir las recomendaciones de los gobiernos y las autoridades de salud porque son fuentes confiables.
«Tenemos que mantener la calma, confiar en la ciencia, acordarnos de que la medicina se construye a partir de la ciencia y que estamos trabajando por el bien de la humanidad».
Lo bueno que está pasando
Tanto Jaimes y Escalera-Zamudio destacan uno de los aspectos positivos que esta crisis de salud está exponiendo: la colaboración entre miembros de la comunidad científica internacional.
Para la viróloga mexicana, es fascinante ver cómo hay grupos de investigadores que están colaborando «más allá de las aspiraciones de quien va a ser el primero o quién va a publicar su hallazgo primero».
Y es que es un momento histórico para la ciencia.
«¿Qué vamos a encontrar y cómo vamos a contribuir para controlar esta pandemia?», parece ser la pregunta que une a la mayoría de científicos.
«Me siento optimista porque hay gente muy preparada haciendo su trabajo y hay muchos esfuerzos en conjunto. Como todo brote epidémico esto tiene que llegar a su pico máximo y empezar a bajar», reflexiona Escalera-Zamudio.
«Pero estoy preocupada porque esta no será la última vez que suceda y me preocupa lo que pasará si no hay un fondo global para tener una repuesta inmediata y adecuada a brotes epidémicos, me preocupa que haya desconfianza en la ciencia y que falte inversión para las investigaciones».
«Crisis así destacan la importancia de la ciencia como una necesidad básica y no como un lujo», añade.
Bosch, quien es egresada de la Universidad Central de Venezuela, siente que después de esta crisis algunas cosas tienen que cambiar:
«Ya nadie debería decir que no se invierta en diagnóstico (…) Ojalá cambie la mentalidad para estar preparados, hay que pensar más en anticuerpos, reactivos, técnicas moleculares».
Para el doctor colombiano, «participar en una emergencia internacional de ese tipo, llevar conocimiento a la gente y ayudarla a entender lo que está pasando», es un privilegio que le da más sentido que nunca a su carrera de científico.