A 528 años de la llegada de los españoles a América, aún existen controversias, dudas y misterios sobre el gran protagonista de esta historia: Cristóbal Colón.
Desde la larga polémica sobre el lugar de su nacimiento -aunque muchos historiadores sostienen que Colón era genovés- hasta dónde están realmente enterrados sus restos: si en España o en República Dominicana.
Sin embargo, algunas cosas parecen estar claras: Cristóbal Colón era un gran navegante, hizo cuatro viajes a América y tuvo dos hijos: Diego y Hernando.
Pero ¿quiénes fueron las madres de esos hijos?; ¿qué se sabe de las mujeres que rodearon la vida de esta figura clave de la historia tanto en el ámbito personal como en el profesional?
Se trata de un aspecto poco resaltado por los historiadores y que no escapa a contradicciones. Pero aquí resumimos lo que se conoce de sus relaciones con seis mujeres.
1. Felipa Moniz
Cristóbal Colón conoce a Felipa Moniz, también conocida como Filipa Moniz de Perestrello, en Portugal en 1476.
Felipa era hija de Isabel Moniz, que fue dama de la duquesa de Viseu, y de Bartolomé de Perestrello, capitán donatario, una especie de gobernador, de la isla Porto Santo, un archipiélago de Madeira, frente a las costas de África.
Se cree que Felipa no conoció a su padre ya que nació en 1457, el mismo año que Bartolomé de Perestrello muere. Él deja a su esposa con tres hijos: Bartolomé II, Briolanja (o Violante) y la pequeña Felipa.
No está claro cómo Cristóbal y Felipa se conocen, pero las crónicas hablan de que se encontraron varias veces en las misas del monasterio Dos Santos en Lisboa.
Lo concreto es que se hicieron los acuerdos para arreglar la boda en 1477 entre Felipa, de 19 años, con el comerciante y el navegante genovés, de 25, que según parece no era un desconocido para la sociedad lisboeta de la época, según señala Montserrat León Guerrero, historiadora de la Universidad de Valladolid en su ensayo «Mujeres que ayudaron al plan descubridor de Colón».
«Ella era de una familia bien, no de una familia noble. Su estatus era más social que de dinero. Pero definitivamente no era una persona noble como nos la han querido presentar», asegura por su parte Consuelo Varela, profesora de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), de España.
«Las distancias sociales no eran tan grandes como son ahora. Es curioso que Colón hubiera tenido entrevistas con los reyes, hoy en día es casi imposible tener una entrevista con los reyes, hay que mover Roma con Santiago», compara la historiadora española experta en temas americanos y en Colón.
Tras la boda, ambos partieron hacia Porto Santo, y allí es donde habría nacido Diego, el único hijo de la pareja, entre finales de 1478 o principios del 1479.
Pero qué pasó después en el matrimonio no está claro.
«Colón se casó con Felipa y todo parece indicar que luego la abandonó», describe Varela.
Lo cierto es que no se sabe lo que sucedió con ella. Una teoría es que Colón quedó viudo siendo Diego muy pequeño.
También se especula con que Felipa podría haberse recluido en un convento ya que hace unos años en Portugal apareció una firma de una monja que se llamaba igual y los historiadores portugueses piensan que se puede tratar de la misma persona.
«Yo creo que Colón decide irse con su hijo a España y abandonarla porque tenía problemas en Portugal. Pero no tenemos certezas», añade Varela.
2. Isabel Moniz (la suegra)
Según el libro «Historia del Almirante», la obra biográfica sobre la vida y viajes de Cristóbal Colón, escrita por su hijo menor, Hernando, entre 1537 y 1539, Isabel Moniz, madre de Felipa y suegra de Colón, fue otra mujer clave para el genovés.
No porque haya tenido un amorío con la suegra, sino porque le habría dado material perteneciente a su difunto marido sobre rutas secretas de navegación.
«Le dio las escrituras y cartas de marear que habían quedado de su marido, con lo cual el Almirante se acaloró más, y se informó de otros viajes y navegaciones que hacían entonces los portugueses a la Mina y por la costa de Guinea (…) Y estando en Portugal empezó a conjeturar que del mismo modo que los portugueses navegaban tan lejos del Mediodía, igualmente podría navegarse la vuelta de Occidente, y hallar tierra en aquel viaje», señala Hernando Colón.
Si esta historia ofrecida por el hijo de Colón es veraz, la génesis del descubrimiento de América se encontraría en la información cuidadosamente guardada por la suegra del Almirante y traspasada posteriormente a las manos de su yerno y futuro descubridor oficial de América, analiza Juan Maura, investigador y profesor de la Universidad de Vermont, en el sitio web de la Real Academia de la Historia de España.
Pero también hay dudas sobre la veracidad de esta historia.
«Es muy difícil que su suegra tuviera una documentación secreta. Creo que esto entra en todo lo novelesco de Colón para engrandecer su figura un poco después», dice Varela a BBC Mundo.
Al parecer no había razón para que el padre de Felipa tuviera tal documentación secreta en el cargo que ocupaba antes de morir.
Lo cierto es que «Colón se acerca a las personas que le pueden facilitar mapas, libros, la posibilidad de desarrollar una teoría… se empeña en viajar al norte de Europa, en codearse con los canónicos de la catedral y con los que hacen cartas náuticas», enumera Varela.
3. Briolanja Moniz (la cuñada)
Cristóbal Colón presenta al rey portugués João II la idea de navegar una ruta hacia Asia atravesando el Atlántico hacia el oeste. Pero no tiene éxito.
Entonces, abandona Portugal y se dirige en 1485 a tierras castellanas con su hijo Diego.
El genovés decide probar suerte con su idea en el reino de Castilla y llega a Huelva, suroeste de España, para visitar el monasterio de La Rábida, de la orden de los monjes franciscanos que tenía mucha relación con Marruecos y se ocupaban de cuidar a los marineros.
Pero no era el único propósito. En Huelva también vivía Briolanja Moniz, su cuñada, la hermana de Felipa.
Así, diferentes historiadores indican que Briolanja se transforma en otra mujer clave para Colón ya que habría ejercido la función de madre de Diego mientras Colón efectúa la primera expedición al «nuevo mundo».
4. Beatriz Enríquez de Arana
En plenas negociaciones de Colón con la corte del reino de Castilla para «vender» su idea del viaje por el Atlántico, el genovés hace una parada en Córdoba en 1487.
Allí conoce a Diego de Arana, un marino que más tarde acompaña a Colón en su primer viaje de descubrimiento de América.
Diego le presenta a su prima, Beatriz Enríquez de Arana, una joven de unos 20 años y de origen humilde con quien Colón congenia muy bien y tiene un hijo en 1488: Hernando. Pero nunca llegan a casarse y al poco tiempo la abandona.
«Él la abandona porque Colón utilizaba a la gente y luego los abandonaba cuando ya no le servían. Era terrible. Lo mismo pasa con las distintas órdenes religiosas en las que se fue acercando», analiza Varela.
Más tarde, en su testamento, Colón ordena a su hijo Diego que se le entregue una pensión vitalicia a Beatriz.
«Digo y mando a Diego mi hijo o a quien heredare (…) que haya encomendada a Beatriz Enríquez, madre de don Fernando (o Hernando), mi hijo, que la provea que pueda vivir honestamente, como persona a quien yo soy en tanto cargo. Y esto se haga por mi descargo de la conciencia, porque esto pesa mucho para mi ánima. La razón de ello no es lícito de escribir aquí», dice el testamento de 1506.
Existen contradicciones entre los historiadores por el cuidado de los hijos de Colón mientras realiza el primer viaje.
Hay quienes dicen que el navegante deja sus dos hijos al cuidado de Beatriz y otros que en realidad fue su cuñada Briolanja la que ofició de madre en varios tramos de la vida de Diego y Hernando.
«A su regreso en 1493 el ya Almirante, camino de Barcelona para informar a las Reyes Católicos de su viaje, recogió a sus hijos para llevarlos a la Corte en calidad de pajes del príncipe Juan», describe la historiadora León Guerreo en su ensayo.
5. Beatriz de Bobadilla
Existe un supuesto romance que se le atribuye a Cristóbal Colón con Beatriz de Bobadilla, señora de La Gomera, una de las ocho islas Canarias, y también sobrina de quien llevaba el mismo nombre y que era Marquesa de Moya y camarera de la reina Isabel la Católica.
Se trató de una poderosa mujer que gobernó y enfrentó una famosa rebelión en la isla por parte de los nativos en 1488.
Algunos historiadores mencionan la posibilidad de que Colón conociera y tuviera un relación con Beatriz de Bobadilla ya que visitó La Gomera para abastecerse en varios de sus viajes a América.
El presunto amorío surge en 1495 de Miguel Cúneo, amigo y compañero del Almirante, que en una crónica manifiesta que Colón «en otro tiempo, estuvo prendado de amor» de Beatriz de Bobadilla.
«Pero Colón y la señora de La Gomera no coincidieron nunca en la isla», dice por su parte la investigadora Varela.
«Creo que esto no es cierto. No podemos confirmar» este romance, añade.
6. Isabel I de Castilla
Sin dudas, la gran mujer en la vida de Cristóbal Colón fue la reina Isabel de Castilla,que gobernó el reino desde 1474 a 1504.
Cristóbal Colón presentó en 1486 su proyecto a los reyes Católicos para crear una nueva ruta hacia las Indias por el océano Atlántico.
En aquel momento, su idea no era prioridad para el reino, pero fue Isabel quien le dio a Colón el apoyo financiero y la bendición que necesitaba para su expedición.
Sin embargo, la historia de que la reina hubiera empeñado sus joyas para que Colón pudiera viajar no sería cierta, según remarcan varios historiadores.
De lo que sí hay registros es de que Cristóbal Colón congenió mucho mejor con Isabel I que con su marido el rey Fernando II de Aragón.
«Hay un cronista que dice que Colón hacía reír a la reina Isabel, que la encandilaba. Hablaba y ella se quedaba con la boca abierta encantada de escucharlo. Y debe haber sido así, Colón era un hombre atractivo que sabía vender muy bien su idea», describe Consuelo Varela.
El Almirante supo seducir a la reina con tres promesas que a ella le interesaban: convertir al cristianismo a mucha gente, engrandecer sus tierras y conseguir muchas riquezas.
Isabel fue indudablemente la mujer clave que impulsó y apoyó a Colón en su aventura.
El resto ya es historia conocida.