Desde marzo de 2020 el mundo atraviesa nuevamente una línea transversal en su historia. El covid-19 implicó un cambio radical en la rutina y en las conexiones con los demás, desencadenando así situaciones inéditas. No serán extrañas las emociones de miedo, incertidumbre, desesperanza y tristeza. Son respuestas naturales y válidas, pero hoy día los psicólogos y psiquiatras ven con preocupación la otra pandemia derivada del covid-19: la de la salud mental.
Sin duda, una de las principales preocupaciones del individuo es la inestabilidad económica, pues repercute en otras esferas de la vida. Además, el confinamiento para evitar la propagación del covid-19 supuso escenarios complejos como pasar más tiempo con la pareja y familia o permanecer aislado. En cualquier caso, cada persona reconoce cómo ha sido su vivencia, desafíos, retos y, por qué no, bondades. De esta experiencia quedará algún aprendizaje, sugieren los psicólogos y psiquiatras consultados.
De acuerdo con especialistas en salud mental, las patologías que aumentaron en 2020 debido a la pandemia son depresión, ansiedad, trastornos de pánico y trastornos del sueño. A ellos se suma el miedo a la enfermedad, al virus y a la muerte. Así, el día a día se ve afectado de manera negativa por el estado mental en que se encuentra el sujeto. Por ello es importante buscar ayuda y superar los prejuicios y estigmas que puedan existir con respecto a las terapias.
Petra Aponte, médico psiquiatra y presidenta de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría (SVP), explica que la pandemia ha sido un proceso particularmente fuerte para los venezolanos. «El covid-19 ha traído diferentes crisis y todos padecemos sus consecuencias. Pero las poblaciones más vulnerables van a ser aquellas que están más comprometidas desde el punto de vista socioeconómico, como la nuestra. Además, la atención a las enfermedades mentales se ha visto afectada porque, lamentablemente, las políticas están dirigidas hacia el covid-19. Hemos buscado alternativas para que la población reciba suficiente ayuda en esta área particular», dice.
Juan Carlos Canga, presidente de la Federación de Psicólogos de Venezuela (FPV), destaca que ya la población contaba con herramientas para enfrentar la crisis. «El contexto prepandemia nos preparó, sin saberlo, para hacer mejor frente a las exigencias de este escenario. Para otros, por el contrario, fue la gota que derramó el vaso y se les hizo muy difícil continuar. Lo importante es que esta pandemia nos permite ver nuevas formas de aproximarnos porque nos ha distanciado de la interacción social. Y sobre eso hemos tenido que aprender a vivir», asegura.
La doctora Aponte invita a conocer los síntomas de las patologías que mayor incidencia han tenido, pero insiste en que existen señales comunes para la ansiedad y depresión: alteración del sueño, irritabilidad, tristeza, problemas para concentrarse, cambios en el apetito, desesperación y letargo. Particularmente a la ansiedad se suman dolor de cabeza, palpitaciones, sudoración, temor a infectarse, intranquilidad y pensamientos acelerados. Y a la depresión desmotivación, incertidumbre, llanto fácil y pensamientos suicidas. Si presenta algunos de estos síntomas, se recomienda enfáticamente buscar ayuda profesional.
Otra consecuencia de la pandemia es el incremento de suicidios en Venezuela, una situación que, con ayuda, se puede prevenir. La presidenta de la SVP menciona que para 2019 ocurrían entre 9 y 10 suicidios por cada 100 mil habitantes y que en el primer semestre de 2020 ocurrieron 94 suicidios. Para abril de 2021 ya reportan un aumento significativo; sin embargo, los organismos encargados de ofrecer las cifras oficiales no lo hacen y eso genera opacidad en las estadísticas. A pesar de ello, la FPV maneja algunos números con los que busca sensibilizar a la sociedad y a las autoridades para ofrecer un diagnóstico de la realidad de la salud mental con números concretos.
Si bien todos los grupos son vulnerables, la presidenta de la Sociedad Venezolana de Psiquiatría ha notado un incremento en los trastornos de ansiedad y estrés postraumático en jóvenes. En algunos adultos mayores, quienes por motivos de salud se han visto más aislados que otros grupos, se ha presentado deterioros cognitivos, confusión y desorientación. Aponte enfatiza el efecto de la pandemia en la salud mental del personal de salud y destaca a los niños, adolescentes y adultos con necesidades especiales.
Hoy día tanto la Federación de Psicólogos de Venezuela como la Sociedad Venezolana de Psiquiatría se han volcado en prestar servicios para el bienestar psicológico del ciudadano; incluso cuando la demanda supera la capacidad que tienen para atender todas las solicitudes que reciben. «La atención, años antes de la pandemia, ya se veía comprometida. Y actualmente sabemos que los establecimientos de salud donde se brinda atención a la salud mental, ya sea de consulta u hospitalización, están paralizados», dice la presidenta de la SVP.
Ambos presidentes sugieren que el régimen debe involucrarse más e implementar políticas pertinentes que contribuyan a la mejora de las instituciones encargadas de la salud mental del país. Por ejemplo, Aponte explica que la SVP ha realizado un estudio donde indica que algunos estados del país carecen de centros de atención psicológicos; luego, Canga señala que el rol de la federación es la de asesor y técnico, pero que la responsabilidad es del Estado.
La FPV ofrece la línea telefónica de ayuda psicológica (atención inmediata y gratuita) a través de los números 02124163116 y 02124163118 así como el servicio de atención psicológica integral y la atención psicológica a distancia (para personas afectadas por la crisis del covid-19). Para febrero de este año, este último atendió más de 8000 consultas. También, la SVP ofrece atención psicoemocional, para ello se debe enviar un correo a [email protected]. Psicólogos sin Fronteras con su programa Acompañando en el dolor ofrece ayuda psicológica a través de los números 04125507600 y 04242925604 y el correo [email protected].
Sin embargo, una de las grandes trabas que enfrenta la persona para buscar ayuda es la estigmatización que rodea a la salud mental. «Lo importante es aprender a decir ‘requiero ayuda’. Resulta liberador y, en ese sentido, la pandemia ha permitido que el venezolano busque apoyo psicológico», puntualiza Canga.
Por su parte, Aponte también considera que la psiquiatría se mira con recelo en el país: «Las personas piensan que por ir al psiquiatra tienen una enfermedad mental incurable y grave. Ir al psiquiatra puede producir señalamiento, culpa, pero el médico está preparado para dar la atención que el paciente necesita», sentencia la doctora, quien además agrega que con la pandemia la sociedad se ha abierto a discutir temas de salud mental, aunque pide estar atentos al perfil del profesional que ofrece la información para evitar confusiones.
Mientras que Venezuela se mantiene entre semanas flexibles y de cuarentena radical, el presidente de la FPV recomienda crear patrones de actividad o rutinas de lunes a viernes y otras distintas para el fin de semana. Además, sugiere dejar espacio para el ocio y las actividades familiares (jugar, comer y recrearse juntos) para fortalecer los nexos, así como mantenerse en contacto con amigos y seres queridos de manera telemática. Y, particularmente, poner a un lado los equipos electrónicos para romper patrones de conectividad, evitar la infodemia, reacciones exageradas a las noticias y no ser víctima de informaciones falsas.
A pesar de que la situación puede ser apremiante, tanto Canga como Aponte esperan que el venezolano salga fortalecido de esta pandemia. «Los hechos traumáticos nos afectan, generan consecuencias negativas, pero si son debidamente atendidos y procesados, pueden dejar grandes lecciones y generar aspectos muy positivos para el futuro de cada uno. Hay lecciones que solamente procesamos cuando le damos tiempo para valorarlas», destaca el presidente de la FPV.
El venezolano migrante
La vulnerabilidad trasciende fronteras, en especial para los 5.4 millones de venezolanos que han salido del país, según cifras del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Ellos, ya vulnerables por el duelo migratorio, se ven expuestos a la pandemia, un detonante de ansiedad, depresión y pánico. Es importante buscar ayuda, cada país tiene líneas y centros particulares para ello. Además, la psicólogo clínico Cristal Palacios creó Psicodiáspora, un sitio web con un amplio directorio de psicólogos y psiquiatras venezolanos ubicados en diferentes países (puede escribir a [email protected] o directamente al profesional para conocer los honorarios y concretar una cita).
Colombia es el país que más venezolanos ha recibido, casi dos millones, de acuerdo con la ACNUR. Pero, durante la pandemia por el covid-19, muchos han pensado en regresar porque la sensación de seguridad emocional y económica se ve alterada. La psicóloga Adriana Wettel recomienda no tomar decisiones apresuradas. «El estado de ánimo del venezolano es preocupante. Creo que están frágiles. La sensación de desprotección, inestabilidad económica e incertidumbre aumentan la ansiedad y desconocen qué medidas tomar», señala.
Wettel explica que todo llamado de alerta debe tomarse en cuenta y entender que muchas personas optan por no externalizar su sufrimiento. «Particularmente con niños y adolescentes hay que prestar atención porque muchas veces los padres subestiman e invalidan lo que les ocurre, y terminan no hablando. Es importante sensibilizarnos, hacer caso a los diagnósticos y entender que hay condiciones que pueden requerir de la parte farmacológica para estabilizar sus neurotransmisores. Cada sufrimiento es válido de acuerdo con la realidad de la persona».
Perú es el segundo país receptor de venezolanos, más de un millón de acuerdo con la ACNUR. En Lima se encuentra la psiquiatra Melissa Magill, quien comenta que la pandemia ha causado mucha angustia en toda la población, incluida la migrante. La doctora explica que para las personas que ya sufrían algún desorden mental la pandemia pudo exacerbar los síntomas, y para aquellos que sufrieron covid-19, dependiendo de cómo lo vivió, puede generar cuadros de estrés postraumático.
«Los casos de migrantes no se suelen generalizar, sin embargo, están al tanto de que no pueden acceder a una clínica por el costo y eso angustia mucho, pero los lleva a protegerse más. Por otra parte, les afecta tener familiares lejos y no poder ayudarlos o estar con ellos. Muchos han perdido familiares y no se han podido despedir. La soledad genera algo de culpa. Esas son secuelas que quedan en el individuo, y en el mundo quedarán algunas heridas hasta que nos adaptemos a esto que llaman la nueva normalidad», dice Magill.
Un poco más al sur, 450 mil venezolanos han sido acogidos por Chile. Allí, la psicólogo clínico María Fernanda Martínez atiende, en un 95%, a connacionales en terapia. «En un inicio se trataba del duelo migratorio, pero desde que empezó la pandemia hay un aumento importante en trastornos de ansiedad, pánico, problemas de pareja y depresión (leve y moderada).También hay casos de fobia a los gérmenes. Si no sales de casa por miedo a contagiarte, no puedes concentrarte en actividades cotidianas, tus relaciones se ven afectadas y caes en pensamientos recurrentes de que te vas a infectar y no hay manera de evitarlo, estamos hablando de una patología que debe tratarse».
Por otra parte, Martínez enfatiza los efectos de la tensión psicológica a largo plazo. «Cuando se mantiene un estrés constante, el sistema inmunológico se deprime y la persona es más propensa a enfermarse. Es importante vivir la ansiedad porque es una señal de alarma que te indica que algo no está bien y te invita a cambiarlo, a buscar ayuda». Además, resalta que durante la pandemia las personas se han abierto para hablar e informarse sobre salud mental con mucho interés, sobre todo en las redes sociales.
«Cuidarse del covid-19 se ha mostrado como un deber, pero la población mundial actual no es muy amiga de ellos sino de lo derechos», sentencia el médico psiquiatra Luis Arocha desde Ecuador. A ello, junto con una confusión en la información sobre el virus, dice se le debe el aumento, por olas, del virus en el país andino. Sin embargo, el grupo venezolano está consciente de su situación migrante, su vulnerabilidad, y tiende a protegerse más contra el covid-19.
La diáspora venezolana suma 431 mil personas en Ecuador. «Hay muchos venezolanos en la calle. Esta experiencia de migración ha sido terrible, y la xenofobia ha tenido oscilaciones», agrega Arocha, quien destaca que los venezolanos pueden construir su propia caja de herramientas para sobrellevar la crisis, pero que, si lo necesita, debe buscar ayuda. «El trabajo de la persona está en desarrollar las posibilidades: convertirla en oportunidad o amenaza. Si es este último, será un camino de sufrimiento y enfermedad; pero si es una oportunidad, dejará aprendizaje y, probablemente, encuentre gozo y salud», puntualiza.
Otro país suramericano que también ha recibido a ciudadanos que huyen de la crisis en Venezuela es Argentina. Se estiman más de 170 mil. Desde Buenos Aires, el psicólogo clínico Roberto Santoyo lamenta que la psicología y psiquiatría virtual no ayude del todo, especialmente frente a casos depresivos severos. «El confinamiento los mató, literalmente. Y sobre esto se habla poco, la atención se ha concentrado solo en números de covid-19».
Santoyo asegura que 2020 fue un año perdido para el que llegó de Venezuela. «No podían sacarse papeles, no tenían acceso a trabajo, y ahora, pensemos lo difícil que es emigrar sumándole el confinamiento. El acceso a las actividades cotidianas, síntomas depresivos y ansiosos, sentirse inútil, cambios de rutina y guardar distancia social (evitar besos, abrazos y dar la mano) representó un reto para los migrantes, un quiebre que todavía persiste. Pero este país tiene una cosa espectacular, es muy solidario con los inmigrantes y personas de pocos recursos».
Del otro lado del Atlántico, en España, un grupo de más de 150 mil venezolanos se enfrenta a la pandemia de covid-19. Para Gonzalo Himiob, psiquiatra que vivió 2020 en Madrid, la situación fue muy dura y presentó dos tipos de personas depresivas: los que niegan la situación y viven una suerte de rebeldía juvenil (manía), y los que acataban al pie de la letra los protocolos de bioseguridad (obsesivos compulsivos).
«Los venezolanos migrantes suelen ser individuos plásticos y adaptables. Pero pueden ser víctimas de la sindemia. Es decir, cuando los factores internos confluyen con factores sociológicos y psicológicos que lo hacen más vulnerables. Ellos hacen lo posible por sobrevivir y han sido recibidos de manera mixta. En general, existen tres formas de adaptación: romper totalmente con el vínculo, otros que quieren que los españoles piensen como los venezolanos y otro que logra un entendimiento entre lo que son y lo que tienen que vivir en un lugar distinto», agrega Himiob.
Enn Barcelona, el psicólogo clínico Alejandro Noriega menciona que el encierro produjo un aumento en el abuso de alcohol y los casos de violencia doméstica, pero una disminución en la asistencia a sesiones de psicoterapia. «Muchos sentían miedo, vergüenza e inseguridad para hablar sobre cosas personales cuando había gente en casa. También, el confinamiento trajo consigo problemas de convivencia en la familia, particularmente en la comunidad LGTBI para aceptar su orientación sexual», expresa.
«A pesar de todo, pueden salir cosas buenas del confinamiento. Por un lado, revalorizar la importancia del contacto social y la presencia de los afectos y personas significativas. Creo que dio la posibilidad de reconectar con vínculos y personas que, a lo mejor, no estaban tan presentes en el día a día. Y ayudó a desmitificar el teletrabajo», dice Noriega.
La pandemia todavía no termina. Pero 2020, rodeado de una crisis sanitaria compleja, demostró la resiliencia del venezolano. Y si bien ha sido difícil, el aprendizaje y experiencia quedan. Entre lo positivo, todos los especialistas consultados aseguraron que el tema de salud mental se ha discutido con mayor libertad, particularmente en las redes sociales, desde que inició la crisis por covid-19. Es decir, poco a poco la estigmatización a la psicología y psiquiatría ha disminuido. Buscar ayuda significa aceptar la vulnerabilidad y permitir que un experto intervenga para que, con su guía, el individuo descubra todas las posibilidades y soluciones para la crisis que presenta.
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