Como lógico corolario de la teoría de Lenin según la cual la revolución rusa formaba parte, como punto inicial, de la revolución proletaria a escala mundial, fue creada en 1919 la III Internacional Comunista, o Komintern, destinada a coordinar los esfuerzos de todos los destacamentos nacionales marxistas hacia el inevitable objetivo común. Con el tiempo, la Komintern degeneró en un instrumento en manos de Stalin y el partido bolchevique para supeditar las acciones de los PC a la defensa de la URSS. Vladimir Miroshevsky, consejero del Buró Latinoamericano de la Komintern, fue el primer historiador soviético que asumió la tarea de canalizar los estudios de la historia de los países latinoamericanos por la vía de la interpretación marxista. Fue profesor de la Escuela Internacional Leninista encargada de forjar dirigentes marxistas encuadrados en el estilo soviético. En 1941, escribió junto con Sergei N. Rostovsky y B. K., Rubcov el libro Nueva historia de los países coloniales y dependientes. 1, Nueva historia de América Latina, Editorial Problemas, Buenos Aires. Y en 1942, escribió un folleto donde atacaba las tesis expuestas por el peruano José Carlos Mariátegui con estas palabras: “Mariátegui sinceramente quería luchar por el socialismo… Pero sus puntos de vista nada de común tienen con el socialismo proletario. Fueron sus ideas, sueños utópicos de un intelectual pequeño burgués en un país campesino, atrasado” (“El populismo en el Perú”, La Habana, Cuba, 1942).
De allí en adelante, los dirigentes y los historiadores marxistas venezolanos (Salvador de la Plaza, Juan Bautista Fuenmayor, Carlos Irazábal, Federico Brito Figueroa, José Rafael Núñez Tenorio, y otros) toman como esquema general la definición de Venezuela como un país semicolonial que busca emanciparse a través de una revolución antifeudal y antiimperialista como paso previo a la instauración del socialismo.
Hay historiadores, entre ellos Anatoli Shulgovski, que encuentran en la política de Bolívar elementos de utopismo socialista (Latinskaia Amerika, 1981 N° 6, pp.13-22). Para Shulgovski, las reformas sociales de Bolívar y su pensamiento representaban una vía hacia la formación de una sociedad asociativa, igualitaria, roussoniana.
El historiador más nombrado pasa a ser entonces Iosif Romualdovich Grigulévich (1913-1988), autor, entre diversas obras, de una biografía de Simón Bolívar (Editorial Progreso, Moscú, 1982) y otra de Francisco de Miranda, editada por la Contraloría General de la República, Caracas, 1974. Ambas llevan otro apellido suyo, Latvresky.
Grigulevich visitó Venezuela en varias ocasiones, y en Praga intervino en una sesión conmemorativa del bicentenario de la independencia venezolana, remachando el pretendido perfil antiimperialista del Libertador. Lo que muy pocos sabían en esos momentos era que Grigulevich-Lavretsky fue un muy activo agente de la policía secreta soviética, la temible NKVD. Como tal, actuó en la guerra civil española (1936-39), con el nombre del general Kotov y algo tuvo que ver con el asesinato del trotskista Andrés Nin (1892-1937). Y fue organizador del primer atentado que sufrió León Trotsky en México, el 24 de mayo de 1940. Ese día, Grigulevich, junto con el muralista mexicano David Alfaron Siqueiros y una veintena de pistoleros atacaron la residencia de Trotsky en la calle Viena de Coyoacán. Son las 3:30 de la madrugada. Los asaltantes desarman a los guardias de afuera y es Grigulevich quien conmina a quien custodia la puerta de la casa, Robert Sheldon Harte, a que les abra. Sin embargo, fue tan disparatada la acción que a pesar del más de un centenar de disparos, ninguno dio en la humanidad de Trotski, escondido debajo de una cama junto con su esposa, pero a Sheldon lo mataron para que no delatara nada. Grigulevich pudo escapar a los Estados Unidos y luego a Uruguay y Argentina. Se ha dicho que lo ayudó a escapar la circunstancia de obtener un pasaporte expedido por el cónsul chileno en México, el poeta Pablo Neruda. Viaja a Costa Rica, allí adopta el nombre de Teodoro Castro y logra ser nombrado embajador en Yugoslavia. Llega a Belgrado con la misión de asesinar al mariscal Tito, y ya se dispone a hacerlo cuando recibe la orden de suspender la operación, debido a la inesperada muerte de José Stalin el 5 de marzo de 1953. Muerto a poco también su jefe Beria, se retira del oficio, se convierte en historiador, y alcanza a ser miembro de la Academia de Ciencias de la URSS.
En fecha reciente, un columnista del blog semichavista Aporrea, de nombre Roberto Jiménez Maggiolo dijo sentirse emocionado al leer la biografía de Bolívar de Lavretsky, aunque confunde las campañas del Libertador y lamenta su ignorancia de datos elementales sobre el clima, la geografía y la sociedad venezolana. Pero, es soviético.