Latinoamérica corre y se devuelve, ensaya tímidamente algunas experiencias políticas tendentes a la liberalidad, pero se asusta, retrocede y se agazapa tras figuras que ofrecen el regreso a mitos del igualitarismo distribucionista. Allí están Chile, Brasil, Colombia, México, Cuba, acompañándonos. Es el eterno retorno a soluciones históricas universalmente fallidas.
Los venezolanos parece que hemos tenido, por la gracia de Dios y nuestros propios errores, la oportunidad de probar las mieles amargas del socialismo de forma anticipada y aquí estamos quebrados económicamente, divididos, con presos políticos en las cárceles, periódicos clausurados y millones de personas en la diáspora afrontando situaciones de rechazo, desprecio y crueldad como la ocurrida recientemente en Ciudad Juárez, México.
Sin embargo, a estas alturas lo más provechoso, a la larga, es hacer el esfuerzo por permanecer y participar en la búsqueda de mejores soluciones, hemos aprendido que el socialismo, las expropiaciones, el populismo, el colectivismo, la represión, empobrecen y envilecen, por tanto hay que afrontar la vida en este hemisferio bajando del altar al Che Guevara, a Fidel y a todo el combo de falsos héroes que han conducido al abismo a millones de latinoamericanos.
Entre nosotros subsiste una corriente nefasta de antiguos revolucionarios que parece gustarle la buena vida y han comenzado una carrera -sin obstáculos- para apoderarse de los bienes que tienen a su alcance, sin importar su origen y utilidad posible. Pdvsa ha sido destruida, no tiene ganancias operativas, sobrevive por la indulgencia de los acreedores de sus cuentas impagas en el extranjero y por el apoyo del Banco Central de Venezuela. Se requeriría un flujo de capital externo no cuantificado para revivir esta antigua gallina de los huevos de oro. Su futuro es una noche negra con una redención casi imposible. Hoy descubrimos que los otrora dirigentes del movimiento marxista Francisco de Miranda en Mérida han clavado la gran estocada de corrupción, estafando esta llamada casa matriz por un monto cercano a los 21 millones de dólares. ¿Seguirán con el retrato del Che en sus casas y usarán las franelas en los desfiles políticos?
Los sondeos de opinión pública siguen mostrando una proporción, aunque cada vez menor, que continúa poniendo velas al retrato de Chávez, el hombre que arruinó Venezuela sin que hubiesen ocurrido catástrofes naturales, pestes y sin guerras abiertas. Logró la hazaña de reducir la economía a una quinta parte y elevar la pobreza a más del 80% de la población. Hizo real la consigna “con hambre y desempleo, con Chávez me resteo”. Aunque pareciera que cada vez son menos porque el hambre se volvió realidad, los empleos comenzaron a desaparecer y el salario mínimo se volvió el más terrible de Latinoamérica, peor que Haití, país que ahora es el más cercano en una común tragedia humana.
Hasta ahora, el alma de este pueblo estaba centrada en el tótem de la distribución y el reparto, aceptados como mecanismos legítimos de participación económica, creyendo muy en el fondo que lo bueno para los empresarios era malo para los trabajadores, consagrando como derechos constitucionales aquellos logros o bienes que para el resto de las sociedades son el resultado de esfuerzos colosales. Las necesidades básicas de viviendas, alimentación y salud transmutadas en incubadoras de derechos gratuitos.
Estamos aprendiendo a los trancazos que estas seductoras ofertas eran grandes mentiras, ya sabemos que sólo mientras más nos capacitemos y trabajemos viviremos mejor, sin estar esperando ningún mesías.
El rescate de nuestra amenazada memoria histórica, por ello, tiene que ser integral, además de la defensa de la paz y la democracia política, debe descubrir esa poderosa alquimia que tiñe aún el alma de algunos venezolanos y que nos ha permitido tolerar autoritarismos por tiempos muy largos; los Monagas, Guzmán Blanco, Crespo, Castro, Gómez, Pérez Jiménez y otros, suman más de un siglo de control personalista del poder. Si agregamos los años desde 1999 hasta 2023 la cuenta empeora. Lo cual nos entristece aún más.
¿Es éste un problema cultural? ¿Es simple indignidad incrustada en la mentalidad de los venezolanos que nos condena sin remedio, porque “así somos”?
Para algunos esta tendencia antiliberal tiene su asiento en el poder de la ideología anticapitalista dominante en nuestros partidos políticos, incluyendo como es natural el nuevo PSUV. Organizaciones que cuando relevaron del poder a los caudillos del siglo XIX transmutaron los personalismos en la construcción del gran Estado de hoy, la gran maquinaria con poder de controlar todas las vertientes del desarrollo económico: petróleo, industria, agroalimentación, servicios. Crearon un Estado cuyo eje no eran las capacidades, el trabajo y la creación de riquezas sino el reparto, la distribución, que condena a los empresarios y con esto produce nuestra secular sequía de empleos, sofocada ocasionalmente por planes de emergencia, becas, misiones y bonos.
Para esta mentalidad fruto de la anulación de la dimensión económica como espacio creativo el único empresario legítimo era el Estado, ungido por el poder redentor de la gratuidad y el reparto. Sin embargo, en muchas mentes y a pesar de los fracasos experimentados por los intentos socialistas cercanos (Chile, Cuba) aún pervive la idea de que los pobres existen por el egoísmo de los empresarios y no por la escasez de emprendimientos nacidos del talento y la creatividad de los ciudadanos, sometidos a los más pesados y tediosos procesos administrativos del Estado y a la tirria de los funcionarios que fungen de inspectores o fiscales, empeñados en multarlos y arruinarlos. Es la historia de los Estados latinoamericanos contra los emprendedores liberales.
Es cierto que nuestra memoria histórica una vez más corre el peligro de quedar anulada, sustituida por falsas leyendas heroicas. Pero, allá en el fondo de nuestra conciencia siempre quedan ocultos los resortes antieconómicos que han movido el alma de los venezolanos, que nos hacen esperar todo desde afuera olvidándonos de nosotros mismos, y que han permitido este enseñoreo de lo antirrepublicano en nuestra alma llanera.
Hoy sobran las excusas para remover ese santuario de falsos redentores y buscar respuestas a problemas de fondo, la elección de candidatos a través de primarias es una buena oportunidad para derrotar falacias, ligar lo que se ha vivido durante más de dos décadas en este país con la conciencia política, aprender de la realidad. Ningún pueblo puede sobrevivir con engaños populistas, bolsas CLAP, bombillos de colores en las carreteras y jóvenes que, en lugar de tener oportunidades de aprender, calificarse para el trabajo están tapando hueco y pintando aceras para recibir un miserable sueldo que sólo les debilita más su deseo de aprender, los aparta del afán de calificarse para ser cada vez más valiosos como ciudadanos activos económicamente.
La ventaja de este tiempo que vivimos hoy es haber sobrevivido una letal toma del poder por los enemigos de la libertad. Toca a los ciudadanos hacerse presente en la lucha para recuperar el país. Las elecciones primarias son el primer asalto hacia un futuro distinto. Pidamos al liderazgo que expliciten las ideas de cambio imprescindibles para superar esta gran calamidad que afrontamos. Es necesario comprender que las sociedades, los países y la propia gente no cambia o lucha por cambiar hasta que no cambien sus ideas, hasta que no introyecten como verdad que actuamos según nuestras ideas y creencias, que aceptamos o negamos de acuerdo con nuestro nivel de comprensión.
Comenzar por convencernos, grabar en el inconsciente que si queremos, podemos fundar un país de ciudadanos propietarios, capacitados, con acceso a oportunidades de financiamiento y emprendimiento en la búsqueda de nuevas alternativas de crecimiento económico. Convertir la garantía de la propiedad privada (Artículo 115) en un código dogmático de nuestra legislación. Iniciar procesos de transferencia de propiedad pública a la ciudadanía. Ejecutar una agenda antipatrimonio público y restitución de bienes expoliados. Eliminar todas las prescripciones legales que le otorgan la propiedad de bienes y riquezas al Estado. Eliminar los artículos 302 y 303 de la Constitución nacional que otorgan el control de la generación de riquezas al Estado venezolano.
Como repetía Víktor Frankl: “Cuando no podemos cambiar la situación a la que nos enfrentamos, el reto consiste en cambiarnos a nosotros “, con humildad debemos aceptar errores y abrirnos a entender algunas ideas que definitivamente cambiarán nuestras vidas, pero esto solo ocurrirá cuando decidamos que el futuro es posible, si analizamos, tratamos de vislumbrar y establecer los acuerdos necesarios para avanzar y cumplir nuestras aspiraciones.
«Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una cosa: la última de las libertades humanas, la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para decidir su propio camino» (Frankl Viktor).
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