Tomo, para título de esta nota, la frase con la que el fiscal Julio Strassera cerró su alegato en el juicio contra las juntas militares que instauraron la dictadura militar en Argentina desde el 24 de marzo de 1976 hasta el 10 de diciembre de 1983.
Un “Nunca más” para nada como “licencia poética” a los efectos de esta nota; tampoco este “Nunca más” es solo para la dictadura que encabezan hoy Nicolás Maduro y Padrino López. Es un “Nunca más” para La Dictadura, así en mayúscula, para que jamás vuelva a repetirse la aparición de un nuevo “mesías” que, aprovechándose de los defectos institucionales de la democracia, imponga un Estado autoritario.
Hasta ahora no hemos sido capaces de hacer una lectura adecuada del régimen chavista, nos hemos acercado a él con eufemismos. “No, no es una dictadura, a lo sumo es un régimen con vocación autoritaria”, decían algunos analistas y especialistas del análisis sociopolítico. Otros hacían juicios sobre la legitimidad de origen que dio lugar al advenimiento de Chávez al poder por haber ganado unas elecciones competitivas y seguras, pero a estos analistas les pasó por alto que Chávez no era un competidor democrático, como se demostró el mismo día en que se juramentó.
Hoy algunos niegan la naturaleza militar del régimen, a pesar de la colonización abierta del sector militar dentro de la estructura del poder que ha llegado a ocupar hasta 41% de la estructura de gobierno.
Hay que advertir que tales espacios del gobierno, militarmente dirigidos, de ninguna manera son espacios gubernamentales inocuos y sin incidencia; al contrario, son fundamentales dentro del modelo y sistema del régimen y eso, independientemente de que no se trate de una militarización a la chilena, a la argentina o a la uruguaya, como sostiene uno de los tantos analistas de la política, le da al régimen un carácter militarista.
Tan mal fue la lectura que se hizo y que se sigue haciendo del régimen que la sumisión se constituyó en un fenómeno a estudiar y analizar en profundidad. Me refiero a la “sumisión” no solo del pueblo llano, ya sabemos que el pueblo suele equivocarse y mucho, y suele también ser seducido por narrativas discursivas donde es interpelado como el sujeto de las historias que están por escribirse; sino también la sumisión de sectores políticos, empresarios y sectores medios, especialmente universitarios, a la voluntad única del líder carismático que fue Chávez.
La minoría que llegó al poder fue, de manera increíble, calificada de mayoría, cuando no era más que la primera minoría que solo por la desidia de la oposición de entonces se hizo “consistente en el poder” y convirtió sus normas minoritarias en normas que fueron “aceptados por todos”.
Ahora, veinte años después, sale a luz lo que todos sabemos desde la creación del Plan Bolívar 2000: que, como nunca antes, la corrupción ha organizado la unidad del Estado y del régimen. En este caso hay que señalar que, en este aspecto, Venezuela no ha tenido un gobierno más eficiente que el chavista.
Y es que después de todo: ¿es acaso diferente esta Venezuela de Maduro de Tareck el Aissami, el coronel Antonio Pérez Suárez, Hugbel Roa (incluido su clan de las llamadas “muñecas de la mafia”), Joselit Ramírez, algunos “empresarios”, etc., a la Venezuela donde “reinaba Chávez”: Plan Bolívar 2000, Cadivi, Central Azucarero Ezequiel Zamora, Pdval, Nelson Merentes, Fonden, Fondo Chino y un largo etc.?
Pues, no. No hay ninguna diferencia, solo que ahora el saqueo del país se produce en medio de algo que nunca los venezolanos habíamos hecho antes: huir del país.
Los chavistas, los más fanáticos, pues todavía sobreviven (nunca antes la expresión “sobrevive” tuvo tanta pertinencia) y los afectos a los dineros públicos (esos que mientan “los enchufados”) todavía gritan que Chávez vive y creo que tienen razón: todavía agoniza y sin poderse levantar de su cama de moribundo da órdenes a sus herederos para que sigan agarrándose del poder, con uñas, dientes y mañas.
Ha llegado la hora de organizarse, de unirse, de diseñar un proyecto para gobernar, la hora de impedir que el régimen envejezca en su cama de enfermo terminal. Un proyecto de país que nos permita salir de esta pesadilla con el mismo grito con que el fiscal Strassera mandó a la cárcel perpetua a la cúpula militar de la última dictadura argentina: “!Nunca más!”
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