Un miércoles Jesús fue conducido ante Pilato y azuzado el pueblo por el Sanedrín exigió ¡crucificarlo! Aquel día se consumó el más dramático bochorno que pueda recoger la historia universal contra un hombre excepcional, cuyo único delito ante la justicia terrenal, fue haber divulgado que era hijo de Dios y llamado por sus seguidores «el Mesías». Se promovió un proceso en su contra, que poco importaba al Imperio romano, pero perturbaba el orden religioso en sus colonias a extremos de que el gobernador Poncio Pilatos se «lavara las manos», que a dos mil años no inmuta a las generaciones sobrevivientes.
Que estaba escrito, no es de dudar, lo que no se evitó, por lo mismo y el mensaje no ha sido asimilado, de allí la vivencia del Cristo arrestado, humillado, azotado, condenado y crucificado.
Dos poetas venezolanos le han ofrendado. Andrés Eloy Blanco con la leyenda de «El Limonero del Señor» de profundo clamor religioso: /Por la esquina de Miracielos, en sus Miércoles de dolor, el Nazareno de San Pablo pasaba siempre en procesión/ Y llegó el año de la peste; moría el pueblo bajo el sol; con su cortejo de enlutados pasaba al trote algún doctor y en un hartazgo dilataba su puerta «Los Hijos de Dios»./ Y pasó el Domingo de Ramos y fue el Miércoles del Dolor cuando, apestada y sollozante, la muchedumbre en oración, desde el claustro de San Felipe hasta San Pablo, se agolpó/ un aguacero de plegarias asordó la Puerta Mayor y el Nazareno de San Pablo salió otra vez en procesión/ De lo profundo del cortejo partió la flecha de una voz: —¡Milagro…! ¡Es bálsamo, cristianos, el limonero del Señor…! / Y veinte manos arrancaban la cosecha de curación que en la esquina de Miracielos de los cielos enviaba Dios. Y se curaron los pestosos bebiendo el ácido licor con agua clara de Catuche, entre oración y oración/».
Aquiles Nazoa haría una exigencia política al Nazareno de San Pablo y así la expresa: /Tú que fuiste Señor tan dulce y bueno/ Y que tan buen corazón tuviste/ Tú qué trocaste el torno cieno y en dulce vino el agua convertiste/ y a cambio de tanto amor como el que diste te dieron una cruz ¡oh Nazareno!/ Vuelve a nosotros tu mirada y si tu corazón aún se apiada por lo que el hombre sufre y lo que llora/entonces, oh Jesús, en esta hora nuestras súplicas escucha y nuestros lecos y líbranos Señor de los adecos/.
Hoy, reivindicados aquellos, la petición es «del cívico-militarismo, líbranos Señor» y la denunciada mafia en la industria petrolera ha movido la conciencia nacional al observar cómo, al más alto nivel de la administración pública, se ha atentado con tal descaro nunca antes visto pero sí conocido el «modus vivendi» de ciertos personajes que, como dijera el poeta francés Petro Borel, deja en pañales al ladrón de «ganzúas» mostrándose como mercaderes que cargan en sus celulares ilícitas transacciones, balances, registros falsificados, lavadoras en miniaturas, confiados en «solidaridades automáticas», como definiera el doctor Ramón Escovar Salom a la protección del corrupto, en tiempos de la cuarta República.
Por supuesto, en el caso que no podrá tapar la Semana Santa, se evidencia un interés político que puede blindar a unos perjudicando a otros, cuando lo sensato es adecentar la administración pública, fuente de enriquecimientos ilícitos para lo que está esa figura decorativa que llaman «Poder Ciudadano», porque de moral no tiene nada.
Como pudiera interpretarse, Andrés Eloy Blanco nos mostró al Nazareno con túnica morada mientras Nazoa nos remite a unos procesados anaranjados, justo en la Semana Santa pero más parecido a la extensión del pasado Carnaval.
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