Ha transcurrido un poco más de una semana desde que explotó, no el único, sino el último y uno de los más jugosos escándalos de corrupción de la Pdvsa chavista. Mucho se ha escrito y seguramente se seguirá escribiendo sobre este indignante saqueo, difícil de ignorar, no sólo por la cantidad “desaparecida” que inicialmente se fijó en la exorbitante suma de 3.000 millones de dólares, para terminar en la aún más exorbitante de 21.200 millones de dólares.
Este escándalo surge en momentos en que los trabajadores de la educación y de la salud llevan semanas manifestando por sus salarios de hambre, cuya respuesta ha sido la represión, o el silencio indolente de las autoridades gubernamentales, y en una ocasión, cínicas declaraciones de la ministra de Educación de que no se firmará un contrato colectivo porque el gobierno no tiene dinero para eso. Bofetada para los trabajadores que protestan y los que no protestan también, para los adultos mayores cuyo pago de una vida de trabajo es de 5 dólares mensuales. Y ni qué decir para los millones de venezolanos que huyendo de la miseria han roto sus familias y arriesgado sus vidas y su integridad atravesando el Darién y otros destinos, viviendo y durmiendo en galpones, o soportando humillaciones xenofóbicas.
En cualquier caso, esas penurias no le quitan el sueño a los jerarcas gubernamentales, que seguramente, al decir de su presidente, duermen como bebés… por ahora, porque nunca se sabe en qué momento o por qué razón se puede caer desde la impunidad que permite las alturas del poder. Los que sí no deben estar durmiendo nada bien son los relacionados con la red de corrupción que rodea a Tareck el Alsaimi, muchos, pero no todos, ya capturados. Quién seguirá, se deben preguntar. Pero, ¿cómo estará El Aissami, después de que tan “honrosamente” puso su cargo a la orden para contribuir a la investigación? Hasta hoy 28 de marzo que escribo estas líneas, cuando ya el flamante fiscal general de la república, Tareck William Saab, hizo un balance e informó del alcance de las investigaciones sobre el desfalco a Pdvsa, están incursas 32 personas -14 de ellas funcionarios- pero no hay sobre El Aissami ninguna imputación, y al parecer no la habrá. Eso asegura el antiguo zar del petróleo Rafael Ramírez, quien conoce al monstruo y a la corrupción desde adentro y es de suponer que así sea, si tenemos en cuenta el poder que tuvo dentro del poder y sus tan sonados vínculos con aliados tan importantes para el gobierno de Maduro como el Hezbolá y la república de Irán. quizás el restarle poder económico y político puede ser suficiente castigo, quien sabe si hasta impedirle dormir.
Pero hay un nombre que resalta entre todos los imputados y es el de Hugbel Roa, quien ha estado vinculado con El Aissami desde su época de estudiante y que cuando en 2017 este fue designado como vicepresidente ejecutivo, fue nombrado ministro de Educación Universitaria, Ciencia y Tecnología, con el único mérito intelectual de haber sido diputado a la AN y haberle lanzado un micrófono a un parlamentario de la oposición.
Es un nombre que a mí como universitaria me incomoda especialmente, porque durante sus dos lamentables años en el cargo fue indignantemente servil a los maltratos del gobierno de Maduro, utilizando un lenguaje violento y soez en su confrontación con la Academia, tanto dentro como fuera del CNU, lo que suponemos era motivo de orgullo gubernamental. Hasta que descubrieron la red de corrupción contraria a los intereses de la cúpula del poder en la cual estaba inmerso y fue despojado de todos sus cargos como parlamentario y dirigente del PSUV, le tocó entonces su hora y llevado a prisión.
Esta teletragedia no ha terminado, unas cosas se sabrán y otras quedarán ocultas. El Aissami fue sustituido como ministro por un tal Tellechea, que ya era presidente de Pdvsa. En la primera asamblea con los empleados de esa menguada empresa declaró: «En poco tiempo nos vamos a convertir en una empresa y en un ministerio de referencia internacional». Temblemos.
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