Cada individuo experimenta la sensación de ser advenedizo en algún área de su vida. Ésta resulta una zona de guerra constante donde su yo interno batalla con las demandas del entorno, en búsqueda de una correcta o efectiva forma de relacionarse y dar respuesta. Esas suelen ser áreas de muy poca destreza, zonas o territorios poco explotados en los que probablemente habilidades natas te mantienen con vida pero la poca experticia te somete a un estrés constante.
Leí una historia conmovedora de cómo un valiente acaba con un rey opresor atravesándolo con una espada en su mano menos hábil, ya que era zurdo. Imaginar la victoria basada en la estrategia y la confianza en Dios, careciendo de verdadera destreza me conmueve hasta las lágrimas, ya que existen situaciones de la vida en las que los problemas son tan abrumadores que te ves vencido, aún antes de pelear solo por falta de destreza. De pronto, esas mismas situaciones son la oportunidad para desarrollar una confianza real y plena, depositando toda frustración, dolor o angustia en el único que tiene verdadero poder para transformar realidades.
Un cuestionamiento válido sería cómo es posible llegar a tal nivel de reposo frente a lo que desvela o acelera el corazón. Pienso que solo el abandonarse plenamente en una oración sincera, que puede ser hasta desgarradora muchas veces, pero es el único medio para apoderar al Padre y su intervención. Allí, en un momento íntimo, toda altivez desaparece, toda fuerza humana se desvanece, el corazón y rostro falible se hacen presentes para renunciar a potencialidades humanas y clamar por transformaciones divinas.
En lo personal, he visto de primera mano intervenciones interesantes cargadas de apresto divino, que como solvente diluyeron sólidas malicias y desintegraron saetas fluorescentes de crueldad. Todo esto lo atesoro como un gran privilegio, poder mirar con ojos espirituales y saber que ha sido Dios cambiando realidades, es sobrenatural. Por ello, resulta provechoso experimentar con sinceridad de corazón supeditarse al creador clamar para que las ventanas del espíritu se abran y se vea y entienda cada intervención.
El eterno es conocedor de todo, mira con justicia sabiendo la tenacidad del mañana y habla con prontitud buscando gente apercibida, solo quien desfallece de sinceridad en una oración podrá ver al gigante moverse a su favor. La solución no vendrá de tu habilidad o práctica exitosa, que lejos de desestimarse se constituyen como fortalezas, la intervención ocurre desde lo más inhábil e inocente, para que sea mostrada su gloria y nadie pueda atribuirse méritos en la sala de planificación celeste.
Llegó el tiempo de callar voces internas que deambulan en huracanes de pensamientos. Resulta imperativo hacer entrega total y descansar en la confianza de que con un movimiento de la mano con menor destreza, se alcanzará la victoria.
@alelinssey20
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