Por CELSO MEDINA
Pesada levedad
¿Quién eres tú, amor, rosa perfumada
cortada y mordida en el jardín?
Antonio Colinas
I
Que la rosa brote en mí cuando se marchite
y sea ceniza diluida
Que la rosa perdure más allá de su instante
Que haga su fiesta de goce en su aposento secreto
Entonces mi cuerpo será alma con sed de pliegue.
II
Pliego y despliego
estos pétalos
Me quiere o me aborrece
No lo sé. Ardo en una llama oscura.
III
Cómo pesa esta levedad
Mi cuerpo indoloro
Sin conciencia
Deriva ciega
Saeta lanzada hacia la nada.
IV
Venga leve
y roce este cuerpo
que arde
Venga libre
y olvide todos sus sueños
Porque aquí la vida es inédita
Mi rosa apenas nace muere
ahogada por su fragancia
El tiempo se ha cansado
No tiene fe
Mi espejo
El espejo
es el tercero de mis ojos
Humberto Díaz-Casanueva
¿Qué sería de ese espejo
si no existieran mis ojos?
¿Quién le daría cuenta
de este rostro?
¿Cómo se enteraría de mis penas?
Tal vez ese espejo
sea un ciego vidente
un ser dotado de olfato
un ser hecho de presentimientos
un ser discreto
que me siente
Solo eso
Que me siente
Disolución
Podría medir el tiempo
en las pausas de estos bostezos
Podría esperar que el reloj
congele sus alas
Y nos lance hacia territorios sin horas
Podría no poder
Sino solo ser
Ser esto que se detiene
Esto que se fatiga
Esto que descansa
Pero todo es espera donde nadie espera
Agonía sin muerte
Simple disolución
Ontocremaciòn
1
Ya no hay cuerpos que enterrar
La vida es un río que va a dar al fuego
y las flores de los domingos se quedan congeladas
porque no hay memorias que se alimenten de sus aromas
Ya no hay cuerpo que enterrar
Solo un arca diminuta donde polvo serás
En los cementerios los muertos envejecerán
y se fastidiarán de las manidas historias de sus vecinos de siempre
Ya no hay cuerpo que enterrar
porque la nada habrá ganado la batalla
y no habrá cuerpo donde se guarezcan los espíritus
Ya no hay cuerpo que enterrar
Ni cuentas de rosarios que entonen sus rezos
para aligerar la pesada levedad de nuestras almas
Ya no hay cuerpo que enterrar
Polvo seremos y nada màs
2
El vacío es un acantilado sin fondo
Queremos llenarlo siempre
pero estamos condenados a saldos deficitarios
y somos animales bulímicos
Y este cuerpo famélico
apenas tiene esperanzas
Presentes inmovilizados
donde practicamos el oficio de comediantes saciados
El vacío es una pendiente que nos arroja a la muerte
Es la línea que cae
3
Déjenme ser para creer
Luego podrán sacrificarme
Vaciarme y arrojarme al infierno prometido
Pero ser, eso quiero
Para descreer de mí,
Para rehacerme en mis pasos
sin que detrás de mí queden sombras
*Celso Medina es poeta y ensayista venezolano. Profesor del Instituto Pedagógico de Maturín. Doctor en Literatura Hispanoamericana en la Universidad de Salamanca (España). Es impulsor de publicaciones, destacándose en la dirección de las revistas Cálice (Cumaná) y Contraseña y de la revista Entretras (Maturín).
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