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Sitiada por la corrupción, la revolución está en estado crítico y terminal

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La era revolucionaria que cautivó a los venezolanos con sus falsas promesas de propulsar la equidad, exaltar los valores éticos y morales, el empoderar al pueblo a través de un falso corrupto, manipulado y engañoso poder popular; el desarrollo potencial del país, la correcta y proporcional distribución de las riquezas y hacer de Venezuela una potencia, hoy después de más de 2 décadas resultó diametralmente todo lo contrario. Desde el ascenso al poder de los proponentes e ideólogos de la revolución bolivariana solo hemos visto la degradación de la administración  pública, la complicidad de los poderes públicos que progresivamente fueron secuestrados para ponerlos al servicio de la corrupción representada en cientos de funcionarios y del liderazgo oficialista que reiteradamente han desfalcado a la nación venezolana.

En el presente vemos un macroescándalo, nuevamente en la industria petrolera, de niveles alarmantes, cifras multimillonarias que contrastan con el sacrificio salarial al que es sometida toda la población, con el estado de orfandad de los jubilados y pensionados, el robo de las prestaciones sociales de miles de venezolanos, la ruina de la economía familiar, mientras un puñado de delincuentes civiles y militares de cuello rojo hacen alarde de grandes fortunas y se dan vida junto a sus familiares de manera ostentosa obscena y aberrante.

Recordemos las cientos de obras convertidas en elefantes rojos en todo el territorio venezolano; el Plan Bolívar 2000, la Misión Vivienda, el caso del CAEZ , las expropiaciones de miles de empresas y unidades de producción agropecuaria, el desfalco de Corpoelec, el caso del asalto a Pdvsa por parte de Rafael Ramírez , el caso Odebrecht, el desangre diario de los recursos de los venezolanos que se han destinado para mantener la Revolución cubana, los recursos que se erogaron para fundar y mantener las instituciones como el ALBA, Petrocaribe, entre otras.  El petróleo regalado a países pequeños que se convirtieron en cómplices del régimen imperante a cambio de descuentos o condonación de sus deudas, por nombrar algunos escándalos. La sumatoria de estos y otros casos más generan una cifra descomunal e irrecuperable que tiene sus responsables directos y son quienes han controlado y secuestrado al país y se niegan a reconocer su fracaso y su gran logro, el empobrecimiento y arruinado a la familia venezolana.

El sistema comunal fundamentó en los niveles bajos de la dirigencia política oficialista la corrupción a menor escala, ante el reparto irregular de recursos sin que se tradujeron en bienestar para los administradores de la miseria; aquellos que reparten el gas, las CLAP, el cemento , el zinc, los que consiguen un cupo para echar la gasolina subsidiada, manipulan con el sistema Patria y sus bonos miserables, le consiguen un carguito a algún necesitado, tramitan una operación o servicio médico o reparten un blíster de medicamentos, entre otras políticas de control social.

En todos los niveles, los recursos del Estado en épocas de bonanza y de escasez han sido manejados irregularmente, aun existiendo una contraloría general de la República con sus dependencias regionales que está en el deber de garantizar la inversión de los recursos públicos y su correcta erogación.

Ante tanta desidia, complicidad y corrupción, el pueblo venezolano debe vencer el pesimismo, el miedo, la sumisión, la cobardía y el conformismo que cooperan en mantener a la nación, bajo el control de un régimen prescrito y fallido, débilmente sustentado en un mar nauseabundo y pestilente que diezma, corroe, asfixia y liquida a la sociedad venezolana. No se puede seguir siendo cómplice por omisión a la evidente destrucción del país y las instituciones, mucho menos a la entrega de nuestra soberanía, hoy repartida entre los países socios comerciales del régimen.

En este país todo se ha extralimitado. Se pierde la capacidad de asombro ante hechos abominables, a veces indescriptibles. Venezuela es de todos y nuestro deber es reaccionar ya, ante la grave situación ética, moral, política, económica y social que vivimos. Tenemos la posibilidad electoral planteada bajo acuerdos aún no concretados que debemos transitar y no abandonar pese a las indefiniciones, críticas y frustraciones; pero ante los recientes hechos de corrupción de sus funcionarios de alto rango responsables de administrar la primera fuente de ingresos para la nación, no hay duda de que la responsabilidad directa es del señor Nicolás Maduro, así que debemos insistir, como lo han hecho algunos otros, en su renuncia. No podemos aceptar que es un hecho más, esto debe cesar. El país necesita una salida a la crisis inaguantable e insostenible. En los tiempos electorales por venir, de qué manera el Poder Ejecutivo y el Legislativo, el Judicial y el estamento militar, todos involucrados en escándalos de corrupción, pueden seguir pidiéndole al pueblo venezolano que aguante la pela, cuando no hay justificación alguna para llevar una vida de pobreza y en otros casos de indigencia. La ingobernabilidad y perspectivas para los próximos meses abre escenarios posibles que pudieran no ser tan crueles y duros si se llama a unas elecciones generales anticipadas que equilibren las emociones, plasmen en su conducción la nueva realidad política y amplíe y allane el tortuoso camino que se transita inevitablemente hacia la transformación urgente del país.

Los venezolanos, entre subsistir diariamente, venciendo la desinformación y la manipulación de los sectores políticos viciados, comienzan a expresar claramente su intención de contribuir con un cambio de modelo. Las protestas por las reivindicaciones laborales muestran el punto de quiebre absoluto e irreconciliable de la masa laboral con el modelo socialista, revolucionario, chavista o madurista, como lo quieran denominar. La llama del sentido patrio comenzó a encenderse contra todo pronóstico. El llamado es a los liderazgos emergentes a actuar con responsabilidad en los tiempos por venir, para asumir todos los escenarios que se abren, ante un oficialismo desacreditado y contra las cuerdas, por el fracaso inobjetable de su modelo y un sector de oposición; mutilado, cuestionado, frenético y desgastado que representan más que el antagonismo al régimen, una copia del oficialismo sectario, desnaturalizado y empoderado de soberbia, ambos desconectados de la realidad del venezolano.

El pueblo venezolano debe pronunciarse apegado a los derechos que le da la Constitución ante los desfalcos al patrimonio de todos, con repercusión en el futuro de las nuevas generaciones. Recordemos que a Carlos Andrés Pérez se le cuestionó por situaciones de menor cuantía consideradas por muchos como justificables para el momento y por consecuencias generadas por un ajuste económico en su segundo mandato, no muy transcendental y abismal como lo que hemos visto en los últimos años de esta nefasta y engañosa revolución. Nuestro deber ciudadano es despertar y actuar. Los jerarcas del régimen pese a tantos señalamientos públicos y notorios venden su imagen de inmaculados y en todos los casos siempre han caído los funcionarios medios y los que evaden la justicia están en paraísos fiscales en calidad de intocables la mayoría y otros procesados por la justicia internacional, convictos y confesos. ¿Será que el señor Maduro, sus ministros y diputados, civiles y militares, además del contralor general, no sabían nada? ¿Quién manda en esta hora menguada que vive la patria? ¿Quién es el responsable de la administración de los recursos del Estado? Sobre todo, ¿quién reparte? Dicen que es al que le queda la mejor parte. Lo inverosímil de esta historia es escuchar a un ministro y presidente de Pdvsa poniéndose a la orden del PSUV para facilitar las investigaciones. ¿Acaso no se está poniendo a la orden de la justicia? Con estas declaraciones pasamos a entender que es la jefatura del PSUV quien las imparte.

Venezuela está en una encrucijada que demanda la unidad y actuación ciudadana. Somos conscientes de la persistencia de los amañados en el poder en no acatar el clamor popular, que cegados atropellan a un país en ruinas y empobrecido. El “por ahora” del precursor de esta tragedia es transformado por todos los venezolanos en “es la hora”.

El enfermo en estado terminal que tiene mucho dinero para costear su tratamiento, para pagar los mejores médicos y centros asistenciales, puede prolongar en algo el tiempo de vida, esa es su única esperanza, no más. La luz sale para Venezuela y las sombras se disipan, replegándose a su oscurantismo de origen.  Dios y la Virgen nos acompañen.

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