1. Aunque tomo el término prestado de Federico Nietzsche, no le doy la misma connotación del alemán, sino una nueva que le ha otorgado el comunismo y todos sus hijos ilegítimos, como el chavomadurismo.
La «moral del esclavo» es lo que queda de un individuo a quien no solo le han quitado sus derechos, su propia identidad, su libertad política y la posibilidad de defenderse económicamente por sí mismo, sino que ha entregado tales derechos voluntariamente y con aplausos.
Huelga decir que le han arrebatado más: su propia cosmovisión (sustituida por una fabricada en laboratorios). También el tiempo: su pasado ha sido reinventado por otros (lleno de montoneros, caudillos y guerrilleros glorificados). Su presente depende de la palabra sagrada que se difunde en cadenas y micros de la TV oficialista y, por supuesto, su futuro se decide en comités a los que no tiene permitida la entrada excepto, quizá, para llevar unos cafés u otras encomiendas.
Se sabe sin derechos, por tanto todas sus prerrogativas dependen del amo, de la voluntad del capataz al que hay que servir.
2. Como esclavo que ha llegado a ser, no tiene narrativa propia, sino un caos de «guerras económicas», «imperios depredadores» y «soberanías» que supuestamente se han logrado. Pero, obviamente ¿qué sabe el esclavo de soberanía?
Lo conocemos bien. Le prometen un pernil si vota por la caterva más corrupta de la historia moderna de Venezuela y buena parte del mundo actual. Dócilmente lo hace. Le incumplen con el pago. Se queja, aprovecha para exculpar a sus amos con fantasmagorías antiburguesas, pero su rabia es leve, cobarde y corta. Dentro de poco aplaudirá otro «aumento» de dinero sin valor para alimentar la mayor inflación del mundo. Y le ofrecerán un saco de pellejos por el próximo voto y volverá a entregar lo que queda de su humanidad por una explicación exculpatoria de porqué no le cumplieron… otra vez.
No decimos que no sufra, obvio que sí. Solo afirmo que ha elegido y vindicado ese sufrimiento.
3. Lo peor es que algunos opositores han sido contagiados por esta moral perversa. Un hueco por el que se cuela es la narrativa. Cuando se refiere a sí mismo sin excepción como «escuálido» o a Estados Unidos como «imperio», ya está adoptando una neolengua que pretende cambiar la percepción de la realidad.
Peores casos se han dado: los «raspacupos» o aquellos que hacen subrepticiamente «negocitos» con el régimen. La moral del esclavo se cuela en las pequeñas cosas y no es exclusivamente socioeconómica.
4. Si alguien entiende y comparte este sentimiento, la moral del esclavo no lo ha poseido. Si ha mantenido sus convicciones, si -más allá de las restricciones- tiene un espíritu libre, incapaz de ser manipulado por pillos con agendas que no son suyas. Si compensa en el corazón y en la actitud la democracia y la justicia que faltan en la calle; si se rebela a ser manejado (de lado y lado), sugestionado o reinventado por otros, hay esperanzas, hay potencial para el cambio, hay reservas de ética y fuerza para enfrentar al monstruo.
Pueden quitarle la democracia, una economía sana, la seguridad social, la tranquilidad pero solo habrá cambio si no han logrado esclavizarle psíquica y emocionalmente.
Que sea dueño de sí mismo es el mejor regalo que puede darse y el mejor activo para su familia, para los que luchan y para todas las personas de buena voluntad.
Artículo publicado en elpolitico.com
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