No se trata de la tan manoseada “unidad falsaria” alegada como señuelo por los fracasados y repudiados de siempre: grupúsculos políticos carentes de vigor militante y que acusan una patética falta de representación, que no miran y van más allá de sus consabidos mezquinos intereses crematísticos.
La unidad arrolladora que va prendiendo por todos los costados del país es aquella en la que una gran mayoría ha puesto su esperanza y compromiso en la unidad de la gente de a pie.
Podemos afirmar que el gran desafío de esta hora es llevar a cabo las primarias de la gente. Somos conscientes de que luego que la Plataforma Unitaria (G4) designara a la Comisión de Primarias, acto seguido implosionó arrastrando consigo al interinato.
La Comisión de Primarias está clara en que su legitimidad deriva, más que nunca, de los ciudadanos y no de los desprestigiados designantes que, como hemos dicho claramente, no representan a nadie sino a ellos mismos e implosionaron a la vista de todos. Las primarias son de la gente.
Los ciudadanos han dado un claro mandato que deberá acatarse: voto manual, cero participación del cooptado CNE y voto de los venezolanos en el exterior.
Su objetivo es designar a la nueva dirección política que conducirá a elecciones limpias que arrojará del poder al ecosistema criminal que lo tiene secuestrado.
Hay que poner bajo sospecha y de seguidas dejarlos al margen, a quienes después de 23 años de ignominias se pronuncian todavía por la participación del CNE.
La lucha de la gente que está protestando en la calle se centra en la aspiración de salir del atolladero en el que estamos entrampados; rescatar el Estado de Derecho y encaminar al país a mirar el futuro y no al pasado. Que se hable con la verdad, que los niños vuelvan a la escuela y que los hospitales no sigan siendo los sitios en donde se produce la muerte por múltiples carencias. Un país en el que los maestros quieran volver a dar clases y los mayores abandonados pasen a ser una prioridad. Con coraje saldremos de los usurpadores que quieren nuestro mal.
La gente no tolera que los niños se mueran de hambre. Y que a las parturientas reciban como comida una naranja y una rebanada de mortadela.
Se oyen campanadas de justicia en la Corte Penal Internacional. Se ha dado algo inédito: las víctimas han formulado denuncias con mucha sustancia. Se han remitido para su consideración más de 2.000 opiniones que significan 8.000, si se toman en cuenta los miembros de las familias sufrientes.
La justicia llegará inexorable y con ella la etapa en que se despliegue la individualización de los responsables de crímenes de lesa humanidad: la cadena de mando, con nombres y apellidos.
Está cantada la falta de justicia en Venezuela y la persecución del régimen a un sector de la sociedad que no se rinde.
¡Libertad para Javier Tarazona y Emilio Negrín! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!
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