En el quehacer político venezolano ha emergido en los últimos días el tema petrolero. El petróleo, como lo hemos dicho innumerables veces, constituye en nuestro país el factor determinante del poder y esto ha sido así, desde principios del siglo XX, cuando las transnacionales clavaron sus garras en Venezuela, llevándose el petróleo, instalando el modelo rentista petrolero y dejando a su paso una estela de dictadores y gobernantes que administraban el territorio para favorecer los intereses de aquellas.
La Venezuela del siglo XX creció con el petróleo, el cual determinó la política y la economía nacional, convirtiéndonos, como decía el profesor D. F. Maza Zavala, en una “economía satélite” dependiente de Estados Unidos. Para bien o para mal, de la mano del petróleo, pasamos del país rural al país moderno, aunque gracias a la renta petrolera el mismo pudo avanzar en aspectos como la educación, la cultura, la salud y el desarrollo urbano, nuestra sociedad siempre estuvo signada por la desigualdad y la marginación de los millones de venezolanos que tenían escaso acceso a la renta petrolera, mientras que surgió una élite político-económica parasitaria que se apropiaba de ella, en el desarrollo de lo que el profesor Asdrúbal Baptista denominó «El capitalismo rentista petrolero”.
La Cuestión petrolera es el título de una obra fundamental del doctor Bernard Mommer, quien fuera nuestro viceministro de Hidrocarburos durante nuestra gestión al frente del Ministerio de Petróleo, para entender el desarrollo del petróleo en el país, desde una perspectiva revolucionaria, con todos los aspectos políticos y económicos de la materia, que complementan sus escritos en los tres volúmenes escritos sobre el petróleo editados por la Comisión Ideológica del partido Ruptura, donde entonces militábamos.
Aunque el petróleo siempre resulta un tema complejo, complicado, que normalmente avanza al margen de la discusión nacional, su presencia o ausencia determina de manera directa el vivir de los venezolanos.
Durante el gobierno del presidente Chávez, y nuestra gestión al frente del Ministerio de Petróleo y de Pdvsa, dimos una batalla fundamental para alcanzar la Plena Soberanía Petrolera y colocar el petróleo al servicio del pueblo. Durante los últimos años de la IV República, una clase política extraviada en sus propósitos nacionales, entregaba el manejo del petróleo a las transnacionales petroleras a través de la llamada “apertura petrolera”, diseñada y orquestada por nuestra propia empresa nacional, Pdvsa, convertida entonces, en un agente de los intereses extranjeros.
Conquistar la Plena Soberanía Petrolera no fue fácil; primero, tuvimos que derrotar el artero sabotaje petrolero, conducido por “la Gente del Petróleo”, que produjo más de 14.000 millones de dólares en pérdidas directas a Pdvsa y una caída de 15% del PIB de nuestra economía. La autodenominada “meritocracia petrolera”, arremetió contra la empresa y el país, para derrocar al presidente Chávez, derogar la Ley Orgánica de Hidrocarburos y la Constitución. Era el “golpe continuado”, eran las mismas consignas y propósitos del Decreto de Carmona Estanga, durante el golpe de Estado de abril de 2002.
Superado el sabotaje petrolero, nació la Nueva Pdvsa, la Pdvsa del Pueblo, la Roja Rojita y pudimos, a la vez que fortalecimos todas nuestras capacidades operativas y estabilizamos nuestra producción petrolera en 3 millones de barriles día, comenzamos a hacer realidad la consigna que emergió de la derrota del sabotaje: “Ahora el petróleo es del pueblo”. Así, con el nacimiento de las Misiones y Grandes Misiones, y un conjunto impresionante de obras de desarrollo de infraestructura social y productiva, y un despliegue de PDVSA y del gobierno revolucionario en todo el país, en combate contra la pobreza, la desigualdad y la exclusión, comenzamos a saldar la deuda social con el pueblo venezolano, a la vez que surgían nuevas categorías y realidades, como el Poder Popular, que daba cumplimiento al precepto de Democracia Participativa y Protagónica establecida en la Constitución.
La distribución popular de la renta petrolera permitió “el Vivir Bien” del pueblo venezolano durante el período de la Revolución Bolivariana y comenzamos la construcción de un modelo de desarrollo distinto al rentismo petrolero, que apuntaba a construir el socialismo en nuestro país, tal como está plasmado en el Plan de la Patria.
Este concepto y este impulso revolucionario fue truncado luego de la muerte de Chávez por el gobierno de nicolás maduro. Tan cierto es que la relación con respecto al petróleo determina las posiciones políticas en el país, que la primera acción de dicho gobierno, su prioridad, fue golpear a Pdvsa, la Pdvsa del pueblo, encarcelar a sus gerentes y trabajadores, exiliarnos y perseguirnos, para luego comenzar a desmantelar nuestra poderosa empresa y entregarla a los grupos de poder que los sostienen.
A partir de 2017, con la militarización de Pdvsa y la nefasta gestión del general Manuel Quevedo, se inició la privatización de la empresa, a través de los decretos presidenciales 3.368 y la sentencia 155 del Tribunal Supremo de Justicia, entregando a los grupos económicos del madurismo, las áreas petroleras de los extintos Convenios Operativos, que habíamos recuperado con Chávez en 2004, mediante los llamados “Contratos de Servicios Petroleros”, figura ilegal, violatoria de la Ley Orgánica de Hidrocarburos; mientras que, los grandes proyectos y empresas mixtas de la Faja Petrolífera del Orinoco, las “Joyas de la Corona”, se entregaron al control de las transnacionales, violando el Decreto 5.200 de Nacionalización de la Faja de 2007.
En este proceso de privatización se fueron cediendo a los privados todos nuestros medios de producción y operación: taladros, equipos, buques, a la vez que nuestras instalaciones e infraestructura petrolera se fueron abandonando y desmantelando; incluso, vendiendo como chatarra. A los trabajadores petroleros se les perseguía y maltrataba –situación que en nada ha cambiado– a la vez que se le arrebataron sus conquistas, prestaciones sociales, fondos de pensiones y su dignidad obrera. A partir de 2017, salieron más de 30.000 trabajadores de Pdvsa.
Es esta la razón fundamental de la debacle petrolera del país. No fueron las sanciones, como pregonan los voceros del madurismo; estas acciones coercitivas absolutamente ilegales fueron impuestas contra Pdvsa en enero de 2019, cuando la producción promedio anual ya se ubicaba en 770.000 de barriles día, una caída de 74,4% con respecto a la de 2013.
Las sanciones solo agravaron la ya compleja situación, fundamentalmente porque los nuevos administradores de Pdvsa dejaron perder todos los equipos y capacidades propias que habíamos adquirido en 2009, para hacer frente a las sanciones impuestas por Estados Unidos contra la empresa en 2010. La incapacidad del gobierno de maduro para gestionar Pdvsa, nos encontró absolutamente debilitados para hacer frente a las sanciones. Cuando en 2010 fuimos sancionados por la relación con Irán, Pdvsa, la Roja Rojita, estaba movilizada, fortalecida, con la moral en alto y con nuestras capacidades operativas al máximo y pudimos hacer frente a las mismas. En esa ocasión nuestra producción no se vio afectada, tampoco el comercio de petróleo ni el suministro al mercado interno.
La destrucción de Pdvsa y la derogación de la Plena Soberanía Petrolera, han sido las razones fundamentales del colapso de la economía nacional, al privar al país de la renta petrolera, que en 2013 equivalían al 90% del ingreso del país en divisas. Hoy día, a pesar de los innumerables anuncios de nicolás maduro y el ministro Tareck el Aissami, de recuperación de la industria petrolera, la producción actual de petróleo se ubica en solo 686.000 barriles día de petróleo, 77% menos que la producción de 2013.
Pero la decisión política, responsabilidad directa de nicolás maduro, de entregar Pdvsa y el petróleo, no se le puede adjudicar solamente a su demostrada incapacidad de gobernar, sino fundamentalmente a sus propios intereses y de los grupos económicos que lo sostienen.
maduro ha privatizado Pdvsa y entregado el petróleo y el gas del país, lo que ha significado un desastre para nuestra economía, y ha producido un retroceso inimaginable en nuestra institucionalidad y nuestra soberanía.
Este era el plan de la Comisión ARA, encabezada por el ministro Tareck el Aissami, como denunciamos en su momento, la privatización de Pdvsa tiene el propósito de entregar el manejo del petróleo y el gas a las transnacionales, como han hecho con la Chevron y la Shell en Trinidad y Tobago, mientras que a nuestra empresa nacional la dejan como un cascarón vacío, convirtiéndola en una agencia administradora de contratos.
Por ello, cuando en el escenario político del país, surge la propuesta de privatizar Pdvsa, el madurismo guarda silencio, ningún dirigente del PSUV dice nada, porque justamente eso es lo que ha venido haciendo el gobierno, se han repartido Pdvsa y ahora eliminan de facto las empresas mixtas y derogan la Ley Orgánica de Hidrocarburos, para entregar el manejo del petróleo a la Chevron en los términos y condiciones de la licencia de la OFAC de Estados Unidos, retrocediendo el país a condiciones peores que las de Juan Vicente Gómez, en el manejo del petróleo. Es el saqueo de nuestros recursos y una violación abierta de nuestra Constitución y leyes.
La entrega política del gobierno, el viraje a la derecha y el desarme ideológico del PSUV es de tal magnitud, es tal el desastre y extravío político que el único que le ha salido al frente a la propuesta de privatizar Pdvsa ha sido Henrique Capriles, quien, acuñando una consigna de Chávez, ha dicho “El petróleo es del pueblo”. Este dirigente de la oposición ha tenido más valor que los del chavismo que están en el país y guardan silencio para no molestar a nicolás maduro o por miedo a la represión.
A 10 años de la muerte del presidente Chávez, el escenario político ha cambiado radicalmente, la vocería del chavismo ha desaparecido, solo unos pocos dirigentes seguimos reivindicando su obra y su política. Más allá del afecto y la admiración que sentimos por el presidente Chávez, es decir, más allá del apoyo al amigo desaparecido y víctima de una de las más grandes felonías o traiciones de la historia contemporánea de nuestro país, apoyar a Chávez y reivindicar el chavismo es reivindicar su ideario político, no se trata de una religión, es una postura política; definida claramente por él mismo, en sus innumerables discursos e intervenciones, en los que señaló los elementos fundamentales del chavismo, que son: el socialismo, la Plena Soberanía Petrolera, la economía al servicio del pueblo, la Constitución y las leyes de la República, el más estricto respeto a los derechos humanos, el “Vivir Bien” del pueblo y los objetivos estratégicos del Plan de la Patria.
“El que tenga ojos, que vea”, lo que está sucediendo en el país es una tragedia inocultable, aquí no valen las excusas, ni los cálculos políticos, se trata de hacerle frente con valor y claridad a las barbaridades que hace este gobierno nefasto con la entrega de la patria. Los intereses supremos del país nos deben convocar a todos a la Unidad, a defender los aspectos fundamentales de nuestras posibilidades de futuro, y uno de estos, indudablemente, es el petróleo que, por derecho, es del pueblo.
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