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El patrón es el padrón

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Los ejércitos caminan sobre sus estómagos

El 14 de abril de 2013, a las 7:00 de la mañana estaba Atilano Ceballos coordinador electoral por la oposición, esperando en la parada el transporte que lo llevaría desde Zaraza en un recorrido de dos horas hasta el caserío Santa Cruz de Unare, en el suroeste del estado Guárico, en su zona limítrofe con Anzoátegui. Era un domingo de elecciones presidenciales. El Consejo Nacional Electoral había convocado el evento donde el oficialismo buscaba elegir al entonces vicepresidente Nicolás Maduro, después de la muerte del presidente Hugo Chávez, quien había sido elegido el 7 de octubre de 2012 por tercera vez consecutiva, luego de que fuese aprobada en el referéndum de 2009 la enmienda Nº 1 a la Constitución, que eliminaba las restricciones a la postulación sucesiva para los cargos de elección popular. La coalición opositora había inscrito nuevamente como alternativa a Henrique Capriles Radonski. Cuando Ceballos llega al centro, ya se había instalado oficialmente la mesa de 398 electores del registro. El coordinador rojo del centro, el camarada Pérez, un vecino de la localidad diligenciaba desde el día anterior con la ayuda de los militares del Plan República toda la logística oficialista. Los miembros de la mesa, su presidente, los miembros principales y suplentes, su secretario; todos integrantes de la comunidad y los testigos de la mesa ya estaban en sus puestos y la escueta cola que se había formado desde primeras horas de la madrugada cobraba su propio ritmo a medida que la mañana se estiraba hacia la tarde. El punto rojo de coordinación había verificado previamente que todos los miembros de la mesa estuvieran registrados en las misiones del régimen y disponía de suficiente comida y bebida para abastecer todo el despliegue. Un representante opositor no llegó oportunamente a la instalación oficial y su puesto fue asumido por una camarada de la zona con sus instrucciones bien precisas. Los efectivos de las unidades de batalla Bolívar-Chávez y los responsables del control de las misiones ya estaban activados registrando y chequeando desde tempranas horas de la madrugada. Una improvisada banda de guerra con algunos miembros de la milicia les tocó una diana en toda la jurisdicción del poblado para animarlos a levantarse a cumplir con el deber cívico de la votación. Si alguien quería ver un despliegue y la maniobra de la fusión cívico militar revolucionaria, ese momento electoral en pequeño, en ese villorrio donde el general Gregorio MacGregor derrotó a las fuerzas realistas el 6 de septiembre de 1816, lo tenía en toda la pantalla. El poder popular con toda la expresión y movilización ya ensayadas y ejecutadas en todas las oportunidades electorales anteriores estaba desplegado. La garantía de la permanencia de la revolución bolivariana en el poder a nivel nacional residía en la reproducción de lo que ocurría en Santa Cruz de Unare en ese momento, en todos los centros de votación a nivel nacional. A las 6:00 de la tarde, la mesa fue cerrada oficialmente en presencia de los 2 coordinadores y arrojó el siguiente resultado: 263 votos para Maduro (87,66%) y 37 sufragios para Capriles (12,33%). A las 12:00 de la noche, la presidenta del CNE hizo el anuncio de los resultados a nivel nacional con una proyección irreversible que daba como ganador a Maduro. Sin sorpresas. Solo para el alto mando de la oposición que antes de la media noche se disparó una cadena nacional con sonrisas que contenían una euforia por un triunfo que nunca se declaró. Nada nuevo desde hace mucho tiempo.

La reseña anterior tiene un alto nivel de fidelidad. Allí están expresados todos los elementos que orbitan en torno al voto y su defensa, tanto para el régimen como para la oposición. La planificación, los medios, los recursos financieros y materiales, la organización, la concentración, el despliegue y la maniobra del día de las votaciones para ambos sectores. La diferencia está cantada mucho antes de las elecciones. Y la hace ese proceso que en la oposición se denomina el padrón electoral y que se desarrolla a un cuarto de maquina; y en el régimen con cualquier nombre histórico que evoque y despierte motivaciones como en una batalla de la independencia; como la de Los Alacranes allí mismo cerca de Santa Cruz de Unare. Ese proceso desarrollado es de una esencia completamente logística y como tal hace de una importancia capital. Tan igual como si se le arrimara a un soldado en la vanguardia, en el frente de batalla, mientras recibe las cargas del enemigo, su avituallamiento, sus municiones, su combustible, su agua y hasta la posibilidad de ser evacuado si es una baja de combate (BC). Eso es logística pura y dura.

Logística de Mosca, Galope y Satélite

La democracia que se inició a partir del 23 de enero de 1958 se plantó muy bien en el sistema que organizaron los partidos políticos para la defensa del voto. Esa maraña compleja que se establece en la retaguardia del frente batalla desde donde se pone a caminar sobre el estómago de los efectivos el transporte, las comunicaciones, los reemplazos, el armamento, la intendencia, los abastecimientos en todas sus clases (Agua, comida, combustible y municiones entre otros), la sanidad, la recreación, el dinero, etc. que se proyecta desde detrás de las líneas hasta el frente de batalla y desde este hasta lo más profundo de la retaguardia en la zona de comunicaciones y hasta la zona del interior, se llama líneas de comunicaciones. El hilo imaginario que garantiza que al soldado en su trinchera frente al enemigo le lleguen todos esos recursos al estómago. Ese proceso logístico trasladado a la batalla electoral se reedita en analogía en el padrón. Así como en la guerra, al decir de Napoleón Bonaparte, los ejércitos caminan sobre sus estómagos, en la contienda electoral los ejércitos de la votación se movilizan sobre el padrón electoral. Una experiencia positiva en esos inicios la hizo Acción Democrática con las operaciones Mosca, Galope y Satélite que les permitieron estar atentos a la votación, llevar los resultados oportunamente y difundirlos a nivel nacional; lo que les rindió excelentes resultados frente a sus otros adversarios en las primeras elecciones presidenciales. Esa práctica, el régimen la pulió en sus irregularidades, la afinó en la normalización, la extendió en el tiempo incorporando a todas las instituciones del estado a través de todo el control social que significa el poder popular y la dilató inescrupulosamente más de lo que era pagar en efectivo en la esquina del centro electoral por el sufragio, y se empinó desde aquello del acta mata el voto hasta los niveles de otra categorización del fraude y el ventajismo oficial que involucrara la difusión de las proyecciones irreversibles desde el más alto organismo electoral, el CNE. Eso es logística mas pura y más dura.

Logística de voluntades

La oposición tiene al frente dos compromisos electorales que debe enfrentar y solucionar. Las elecciones primarias de octubre de 2023 y las presidenciales del próximo año. Ambas responsabilidades deberían de abordarlas con organización que es la clave de alcanzar los resultados esperados para garantizar el cambio político oportuno en Venezuela. La primera tarea que debe establecerse es la estructuración de un padrón electoral que cumpla con la responsabilidad de la defensa del voto más allá del voluntarismo inútil y los deseos infructuosos por encima de las verdaderas posibilidades de alcanzar una victoria electoral y cobrarla. Así como suena ¡Cobrarla! Y arriba de los planes del régimen en las experiencias victoriosas de 5 elecciones presidenciales y otras parlamentarias, de gobernaciones, de referendos y municipales donde se ha desplegado en su propia logística. De manera que la faena de afinar las líneas de comunicaciones desde los centros electorales, desde la parroquia, desde el municipio, desde el estado y a nivel nacional para mantener el flujo bidireccional desde el miembro de mesa y el testigo que representa a la oposición, hasta la sala situacional que se instaure de manera central en Caracas y se establezca antes del día de la convocatoria y no se vea interrumpido el día de las elecciones ni los días subsiguientes. Eso no se logra con un entusiasmo aislado, ni con una voluntad solitaria y menos con un interés desvinculado de un plan que permita disponer de los canales de comunicación en tiempo real desde el hilo Santa Cruz de Unare – Zaraza – San Juan de los Morros – Caracas. Ese hilo en el campo de batalla se llama la línea de comunicaciones y cuando se interrumpe o no existe, la derrota es inevitable. Como ha ocurrido desde que los revolucionarios afinaron su padrón electoral a su manera. Esa línea segura y abierta es fundamental para que la estructura de defensa del voto opere con eficacia y genere eficiencia en los resultados. Esa es logística mucho más pura y durísima. Organización es el nombre genérico.

El antónimo de voluntarismo es el abandonismo que es la tendencia a abandonar sin luchar lo que se posee o se pudiera poseer por derecho. En ese estado se ubica el registro de la defensa del voto en la oposición en este momento, y esa es la tarea por delante de los lideres opositores frente a los próximos compromisos electorales. De manera que en ese deposito de bajas no combate (BNC) que ha ido incrementándose en el tiempo y que se expresan en los altos niveles de abstención y desconfianza en el liderazgo de la oposición el reto para la reducción de esos índices es ir formando desde ya el ejército de voluntarios organizados para pelear –léase bien… Pelear– en el sentido literal de la expresión por el voto, antes, durante y después. Sobre todo en el después.

En las elecciones presidenciales de mayo de 2018 en ese mismo centro electoral con un registro de 132 electores de los cuales el escrutinio fue 97 votos válidos y de esos, 96 se adjudicaron para el candidato Nicolás Maduro, el otro restante lo fue para Henri Falcón. El coordinador de la oposición llegó a la mesa a la misma hora que en el año 2013.

El padrón electoral sigue mandando en su esencia de logística pura.

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