Llega la madurez y con ella nuestra autoaceptación como seres humanos únicos e irrepetibles. Hemos aprendido de nuestros mejores y peores momentos desarrollando eso que los expertos llaman “inteligencia emocional”. La experiencia nos permite sonreír en los peores momentos, así como predecir mareas en tiempos de tranquilidad. Es hora de proteger a nuestros niños tratando de brindarle herramientas desarrolladas a través de nuestras buenas y malas experiencias.
La intervención de los padres en el proceso educativo es algo que no es necesario discutir. Una sólida presencia en la edad temprana es absolutamente necesaria. El rol de los padres debe ser de alerta temprana frente a los riesgos mediáticos, Roxana Morduchowicz (2008), en su libro La generación multimedia. Significados, consumos y otras prácticas culturales de los jóvenes, lo aclara y comenta que “los niños y los jóvenes se mueven en un universo de dinamismo, de fragmentación, de inmediatez, un mundo mosaico, de continua estimulación, y donde todo es simultáneo”. Son los adultos quienes perciben las rupturas tecnológicas y los nuevos usos sociales de los medios”.
Cualquier abordaje para el entendimiento entre padres e hijos, debe pasar por el tamiz de entender la brecha no solo generacional sino tecnológica que existe entre ambos. Este concepto fue definido el año 2001 por Prensky al catalogar a los nativos digitales También denominado “e-generaciones” (Rodríguez, 2010), en contraposición a los migrantes digitales, que somos todos los adultos que no nacimos en el mundo digital. Pensemos que los adultos crecimos en un entorno donde se nos pedía que a una hora determinada “apagáramos” los televisores, lo que marcaba el fin de la jornada, la pregunta es ¿cómo hacemos esa misma solicitud con dispositivos que no se apagan como los teléfonos inteligentes o las tablets?, ¿cómo controlar el consumo indiscriminado de contenido en redes a cualquier hora del día compitiendo en muchos de los casos contra horas de sueño que son necesarias para una adecuada formación intelectual y social de nuestros hijos?
Debemos pensar que la pelea contra este tipo de contenido tiene varios frentes y en ninguno de ellos se debe estar ausente. Así como los Estados hacen su parte al perseguir y judicializar a aquellos que haciendo uso inapropiado de la red, difunden contenido o la la usan con fines inadecuados y hasta perverso, los padres debemos entender que el mejor muro de contención es la educación.
La manera como los padres apreciamos el impacto de los mensajes audiovisuales en los jóvenes es distinta a como ellos lo valoran. Eso se denomina desfase generacional en el uso de los medios. Distintos científicos sociales han abordado el tema.[1]
Permítanme compartir con ustedes diez frentes principales que desde el punto del control y la educación mediática deseo proponer:
- Comunicación… la gran solución: Si tuviera que resumir todos estos consejos a uno solo, me quedaría con este. La comunicación sincera y el entendimiento a través de la misma es la clave de cualquier proceso educativo en casa. La comunicación es la base del proceso educativo.
- La empatía con nuestros hijos es necesaria. Ser empático no es necesariamente hacer lo que el otro desea, es un proceso permanente de guiatura de nuestros hijos con fines y límites y que persigue lograr objetivos claros de desarrollo de valores.
- Establezca política de uso. Como los tiempo máximos de consumo, horarios para apagar los dispositivos, descanso, horarios de estudio, comidas o esparcimiento, entre otros.
- Fomente espacios fuera de línea para el compartir familiar y de amistad buscando potenciar aficiones tales como la lectura, el cine y otras actividades culturales.
- En los primeros años de vida de nuestros hijos es recomendable colocar los computadores en sitios de tráfico familiar para prevenir cualquier intento de manipulación mediática.
- Edad para entregar tecnología: Cuando compramos tecnología para un niño lo hacemos en ocasiones para cubrir una necesidad, pero en otra lo hacemos manipulados por una moda o por una necesidad social que empuja a nuestros niños a poseer algo que puede ser un beneficio pleno de riesgos. Si su necesidad es mantener contacto con su hijo, piense en cuál es la edad en la que pueda estar formado para el uso de un dispositivo que permite libertades, pero acceso inmediato y descontrolado a un universo de contenidos que deben estar supervisados por sus mayores. Es posible, y casi seguro que la presión social lo impulse a entregar a su hijo un teléfono inteligente, una tablet o computadora personal, pero la pregunta que debe hacerse es cuál tecnología, y donde puede ser usada. Existen múltiples opciones de telefonía celular básica que no permiten accesos indiscriminados a la red, también opciones de control parental para supervisión y control. La respuesta está en cada padre y en la manera como decida abordar la educación de sus hijos
- Informarnos, formarnos, participar: Hay que recibir educación en medios. Los padres crecimos en una sociedad donde no teníamos redes sociales, juegos de vídeo, múltiples canales de televisión por suscripción, celulares, computadoras, tabletas, o aplicaciones en internet. Crecimos en una sociedad donde lo que teníamos es amigos, de manera que nuestro abordaje social es distinto al que debemos manejarnos. No se trata de lograr las habilidades de un nativo digital, pero si es importante participar en actividades de discusión y formación para descubrir esa parte de ese universo que no es obvio.ç
- Y en caso de problemas… busque apoyo de profesionales expertos. No espere hasta que sea demasiado tarde.
Por otra parte, Redem (2016), la red educativa mundial, es una plataforma en línea de difusión y manejo de TIC para elevar el nivel educativo de profesores y estudiantes; preocupados por el uso saludable del internet por parte de los jóvenes, toma de la Academia de Pediatría Americana en su artículo “Los niños y la tecnología: 10 consejos para los padres en la era digital”, algunas reflexiones: “Lidie con el mundo mediático como lo haría con cualquier otro entorno en la vida de su niño.” Le invita a los padres a fijarles límites a sus hijos en el área digital, por ejemplo que pasen solo un tiempo razonable conectado a las pantallas y que rindan cuentas sobre cuáles son las aplicaciones que utilizan. “Sea un buen ejemplo”. Los niños aprenden por modelaje, aprenderán de los padres que cosas se deben hacer, por ejemplo la cantidad de tiempo que deben pasar en internet e incluso qué tipo de contenido debe compartirse a través de las redes sociales.
Finalmente, desde la acera de los padres debemos comprender que cada uno de nuestros hijos son seres únicos e irrepetibles, que en palabras de Aristóteles no se dan nunca a nadie en su totalidad, sino sólo según ciertos aspectos y categorías, o como indica el investigador venezolano Miguel Martínez Migueles (2006), son un «todo físico-químico-biológico-psicológico-social-cultural-espiritual» que funciona maravillosamente y que constituye nuestra vida y nuestro ser. Es por eso que estamos obligados a entenderlos, a guiarlos y a educarlos a través del ejemplo.
[1] Sugerimos la lectura de El uso de los medios audiovisuales en la adolescencia y su relación con el bienestar subjetivo: Análisis cualitativo desde la perspectiva intergeneracional y de género de Sara Malo Cerrato; Dolors Navarro Pou; Ferran Casas Aznar en https://atheneadigital.net/article/viewFile/v12-n3-malo-navarro-casas/1076-pdf-es
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