Escribo este artículo el 5 de marzo, cuando se cumplen 10 años del anuncio oficial del fallecimiento de Hugo Chávez Frías. Pongo en cursivas la frase anuncio oficial porque, como dice el editorial de El Nacional de hoy 5 de marzo, “muchos le barruntaban extinto con bastante anterioridad al anuncio de su partida, a pesar de los optimistas informes del sucesor designado, cuyos contenidos contribuyeron a cimentar su fama de embustero… varias fuentes sostienen que habría pasado a mejor vida en Cuba, de un paro respiratorio, el 28 de diciembre de 2012, a las 4:00 de la madrugada, pero La Habana y Caracas lo ocultaron… según esas mismas voces, lo trasladaron muerto a Venezuela y, dos meses y medio más tarde, el 5 de marzo de 2013, anunciaron su deceso”.
Pero, aparte del juego con la muerte, más importante es recordar y desnudar de nuevo ante la opinión nacional e internacional los desafueros que Chávez cometió, el legado que dejó. Los resumió magistralmente Teodoro Petkoff en el prólogo que escribió al libro publicado en 2014 por Fermín Lares titulado El expediente del chavismo (cualquier referencia biográfica de Chávez se convierte en un prontuario): “…El chavismo en el poder violó derechos humanos fundamentales. El de elegir y ser elegido, el de informar, el de escoger si uno desea o no oír a un gobernante, el de ser respetado por los canales del Estado en año electoral, el de tener una intimidad inviolable, el de acceder a la información pública, el de acceder a la justicia como lo establece la ley. A la par de las reiteradas violaciones de los derechos de los venezolanos, del gasto gubernamental sin control ni rendición de cuentas, del cerco y asfixia a la empresa privada, del uso del petróleo para ayudar a países amigos y para alcanzar puestos fundamentales en organismos multilaterales estratégicos, del crecimiento de acuerdos internacionales que se firman sin transparencia, de la aparición de un cáncer llamado narcotráfico que comenzó a operar en Venezuela, se consolidó un aparato de seguridad -que atraviesa todos los poderes del Estado- que hace imposible disentir en libertad en Venezuela”.
En el año 2012, se publicó el libro La gran farsa, balance de gobierno de Hugo Chávez Frías 1998-2012, cuyo compilador, Alberto Quirós Corradi, lo presenta así: “Se incluyen en este libro veintidós trabajos que cubren los sectores más importantes de la vida nacional. Los autores son los más destacados en las especializaciones imprescindibles para darle vida a un proyecto de este aliento. Sus caracterizaciones de “la farsa” son indispensables para la comprensión de la actual tragedia nacional. En sus análisis encontraremos un balance difícil, entre el rigor académico de la investigación y la soltura de un comentario no exento de humor. El hilo conductor que le da coherencia a los diferentes capítulos es la noción de farsa presente en las ofertas, las definiciones y hasta la ideología –que no es tal-, utilizada por Chávez para crear un país artificial de proyectos inconclusos. Una imaginería que actúa como el opio de los pueblos, que pretende hacer ver lo que no existe, disfrutar con lo que no se tiene y soñar con lo que no vendrá”.
Solamente comentaré, a vuelo de pájaro, algunos de los trabajos presentados.
Marco Tulio Bruni Celli admite que es muy completo el articulado de la Constitución de 1999 en materia de derechos humanos, pero que son “protección y garantía teóricos”, al observar: “Precisamente, allí está la gran farsa sencillamente porque son derechos que se proclaman pero que en realidad no se respetan. Tal como lo ha señalado en repetidas ocasiones la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el Estado venezolano se ha convertido en un violador sistemático de esos derechos”.
Eddie Ramírez y Alberto Quirós Corradi informan con relación al petróleo: “El régimen ha producido varios planes que no se han cumplido, en 2008 anunció que en 2011 se estarían produciendo 4,5 millones de b/d; ahora, a inicios de 2012, Chávez anunció que a fines de año Pdvsa produciría 3,5 millones de b/d y que llegará a 4 millones de b/d en 2014. La farsa petrolera es pues de magnitudes no cuantificables”.
Después de una semblanza de las empresas básicas de Guayana, Damián Prat, reconocido experto en este tema, concluye su trabajo titulado “Guayana, ninguna obra industrial nueva: mucha ruina” de esta manera: “¿Qué nuevas plantas y proyectos industriales transformadores del hierro, el acero o el aluminio construyó el rico gobierno de Chávez en 14 largos años? Ni uno solo. Así de sencillo. Y así de terrible: cero. El discurso de ‘independencia’ es sólo eso: discurso. Bla bla. Pura farsa. Lo que existe en Guayana es lo mismo que existía ya en 1998, solo que en estado de ruina y destrucción”.
El lider sindical Froilán Barrios, en su artículo “La farsa sindical de un gobierno autocalificado como defensor de los trabajadores”, dice: “Este texto no es más que la requisitoria contra un régimen violador de los derechos laborales y constitucionales consagrados en la CBRV y sus disposiciones transitorias, aprobadas por la mayoría del pueblo venezolano y desconocidas por una gestión, que ha convertido en letra muerta el texto constitucional, correspondiéndole a los trabajadores de este país ejercer sus derechos y lograr su efectiva aplicación”.
En cuanto a la economía de Hugo Chávez, José Guerra, después de un análiisis exhaustivo, concluye con esta afirmación: “Al cerrar el año 2011, Venezuela no solamente era una economía más dependiente y vulnerable del exterior y también menos diversificada que en 1998, sino inclusive que hace cincuenta años. A esto nos ha llevado el gobierno de Hugo Chávez”.
Adolfo Salgueiro y Fernando Gerbasi, al referirfse a La gran farsa internacional, comentan las alianzas con organizaciones terroristas, en estos términos: “No cabe duda de que el gobierno del presidente Hugo Chávez ha mantenido y mantiene relaciones, más o menos importantes según el caso, con organizaciones que son calificadas internacionalmente como terroristas y narcotraficantes… Hay que agregar los pronunciamientos públicos y ante la Asamblea Nacional en enero de 2008, en favor de las FARC y el ELN, por parte del presidente Hugo Chávez, quien solicitó el reconocimiento de estas organizaciones guerrilleras como actores beligerantes en el conflicto colombiano y las apoyó por ser bolivarianas. La propia Asamblea Nacional guardó un minuto de silencio con motivo de la muerte de alias Raúl Reyes y varios han sido los actos de reconocimiento a la figura de alias Manuel Marulanda”.
Salgueiro y Gerbasi también hacen consideraciones sobre la actitud de Chávez ante la cuestión de la soberanía territorial y el reclamo venezolano del Esequibo: “El gobierno ‘bolivariano’ se proclama nacionalista y celoso defensor de la integridad territorial de la República. Los hechos demuestran que ello es una farsa. Desde la firma del Acuerdo de Ginebra en 1966 Venezuela siempre estuvo atenta y presentó objeciones y oposición activa ante las concesiones que esporádicamente otorgó sobre ese territorio el gobierno guyanés. Sin embargo, en el año 2006 el presidente Chávez en visita oficial a Guyana anuncia –sin consulta previa al colectivo nacional– que Venezuela dejará de objetar concesiones y proyectos que Guyana otorgue en la Zona en Reclamación, lo cual se tradujo ya en numerosos proyectos mineros y madereros amparados por concesiones dadas por Guyana sin que el gobierno de Venezuela haya hecho objeción alguna”.
Esta es la síntesis del tenebroso legado de Hugo Chávez, a su paso por el poder. Oscuridad y muertes. Sombras y cruces.
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