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La próxima crisis de gas de Europa

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Europa puede dar un suspiro de alivio -por ahora-. Gracias a un invierno excepcionalmente benigno y a una estrategia bien diseñada de diversificación de la oferta y medidas de reducción del consumo, el continente evitó lo que podría haber sido una crisis energética catastrófica luego de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Su capacidad de almacenamiento de gas sin explorar está en torno del 60% -diez puntos porcentuales por encima del promedio histórico para esta época del año- y el precio de referencia del índice TTF ha caído más del 85% desde su pico en agosto pasado, de 340 euros por megavatio hora (360 dólares/MWh) a menos de 50 euros por megavatio hora.

Pero esta racha de buena suerte no debe llevar a la complacencia. Existe el riesgo de una variación significativa de los precios en los próximos meses, lo que incidiría fuertemente en las facturas de energía de las empresas y de los hogares. La tensión de los mercados de gas europeos probablemente se vuelva más evidente en tanto se acerque el verano, y posiblemente haga que los precios vuelvan a encaminarse hacia 100 euros/MWh, o inclusive más. La lucha contra la inflación del Banco Central Europeo todavía no terminó.

Por más compleja que sea la situación energética de Europa, se la puede entender con una aritmética relativamente simple. Antes de la invasión de Rusia, el consumo de gas natural europeo representaba poco menos de 500.000 millones de metros cúbicos (500 bcm) por año. Si sumamos el gas almacenado (inusualmente alto) de hoy, la producción doméstica y las importaciones actuales tanto de gas natural como de gas natural licuado (inclusive de Rusia), se llega a 440 bcm. En consecuencia, Europa tendrá que reducir el consumo o aumentar las importaciones de GNL 60 bcm para cubrir la brecha entre la demanda y la oferta.

Pero implementar una estrategia de estas características es más fácil de decir que de hacer. Si bien Europa efectivamente logró reducir el consumo de gas a aproximadamente 430 bcm en 2022 (13% menos que el nivel de 2021), el clima extemporáneamente cálido jugó un papel importante, y se registró una variación sustancial entre los países. España, gracias a su falta de exposición al gas ruso, recortó su consumo solo de manera moderada, mientras que Francia e Italia recortaron el suyo menos que el promedio europeo. Alemania y los Países Bajos, en cambio, recortaron significativamente más, al reducir el consumo en alrededor del 20% comparado con 2021.

Suponiendo que los patrones climáticos regresan a una normalidad relativa el próximo invierno, los gobiernos europeos tendrán que apuntar a reducir el consumo el 10% con respecto a sus niveles de 2021 para mantener el total por debajo de 450 bcm. Aunque la UE fijó una meta voluntaria del 15% el año pasado, no se la podría haber alcanzado sin el clima inusualmente cálido. Una meta del 10% es mucho más realista.

La reducción provendrá, en parte, de industrias como las de productos químicos, metales y vidrio, que utilizan gas natural de manera intensiva y a las que el 2022 les habrá dejado algunas cicatrices. Al mismo tiempo, las empresas y los hogares europeos probablemente mantengan las prácticas prudentes de ahorro de energía que han adoptado, y es probable que se mantengan los topes de consumo estipulados (como para calefacción residencial). De ser así, tal vez se consigan 50 bcm del faltante de 60 bcm mediante recortes del consumo.

Los restantes 10 bcm exigirán que Europa importe más GNL de proveedores globales. Según la Agencia Internacional de Energía, se espera que la producción global de GNL en 2023 aumente alrededor de 23 bcm. Pero eso significa que Europa necesitará llevarse casi la mitad del incremento general. Y como librará una competencia feroz con las economías asiáticas en recuperación -sobre todo China-, la demanda de GNL probablemente lleve el precio del TTF por encima de los niveles actuales, fijando quizás un piso de alrededor de 80 euros/MWh.

La situación se volverá más difícil si las importaciones de gas natural y LNG rusos se interrumpen por completo, lo cual sigue siendo una posibilidad clara. En términos generales, estos envíos actualmente representan alrededor de 45 bcm (apenas el 20% de sus niveles previos a la guerra). Sumada al faltante de 10 bcm, esta pérdida de suministro crearía una diferencia de alrededor de 55 bcm, más del doble del incremento esperado de la oferta global de GNL. Y como solo una fracción del gas ruso se puede desviar de Europa y venderse internacionalmente, el mercado global de GNL sufriría una seria falta de abastecimiento. En este escenario, el precio del TTF subiría muy por encima de 100 euros/MWh -más de diez veces su precio previo a la guerra- y los gobiernos tal vez tengan que recurrir a un racionamiento.

Asimismo, aun si hubiera suficiente oferta global de GNL, Europa no contaría con la capacidad de regasificación necesaria. Necesitaría procesar alrededor de 190 bcm en este escenario extremo, pero su capacidad actual es de solo 157 bcm aproximadamente (aunque hay más instalaciones en construcción). Por supuesto, si los recortes del consumo fueran inferiores al 10%, la escasez de gas sería significativamente mayor, lo que generaría una presión alcista aún más intensa sobre los precios.

Dicho esto, es poco probable que los precios del gas natural en Europa superen los 200 euros/MWh por tres motivos (más allá del hecho de que la UE tiene un tope de precio de 180 euros/MWh). Primero, los precios altos del año pasado se debían, en parte, a la falta de preparación para un shock sin precedentes de estas características. Comparado con un año atrás, Europa está en una posición mucho más fuerte para lidiar con la escasez de gas. Segundo, las compras conjuntas de gas natural a nivel de la UE ayudarán a controlar los precios, debido al enorme poder de negociación del bloque al ser el mercado único más grande del mundo.

Tercero, la UE está en el proceso de introducir su propio precio de referencia para los contratos de GNL. Actualmente, los precios del GNL en Europa están regidos por el precio del TTF, en el que influyen de manera directa las alteraciones del flujo de gas natural al continente. Pero el nuevo precio de referencia marcará los precios del GNL en Europa más en respuesta a la dinámica del mercado global de GNL que al suministro de gas natural a través de gasoductos.

Si bien el papel de Rusia como proveedor de gas a Europa se ha reducido sustancialmente, sus envíos seguirán siendo esenciales para equilibrar la oferta y la demanda en el mercado europeo hasta que se construya nueva capacidad de regasificación, o hasta que se incorporen fuentes de energía alternativas. El GNL, sin duda, es más importante en la combinación energética de Europa que hace apenas unos años; pero el alivio que puede ofrecer es limitado. Se necesitarán recortes del consumo y mecanismos de solidaridad (en caso de una oferta extremadamente baja) para evitar una crisis energética el próximo invierno.

Edoardo Campanella, miembro sénior del Centro Mossavar-Rahmani para Negocios y Gobierno en la Escuela Kennedy de Harvard, es coautor (junto con Marta Dassù) de Anglo Nostalgia: The Politics of Emotion in a Fractured West (Oxford University Press, 2019).

Copyright: Project Syndicate, 2023.

www.project-syndicate.org

 

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