Hace unos días conversábamos con la periodista Patricia Poleo sobre la explosiva situación económica y social que vive Venezuela, la cual ha provocado numerosas protestas y manifestaciones contra el régimen chavista, principalmente lideradas por el sector magisterial. Y es que para quienes aún no lo saben, o no les importa, un profesor universitario en Venezuela gana menos de 25 dólares al mes, mientras que uno de educación media tiene que conformarse con la modesta suma de 5 dólares. Estos valores propios de la revolución bolivariana se reproducen, manteniendo las proporciones, en otros sectores de la devastada economía.
Como respuesta a la evidente pulverización del salario y ante la traición de los partidos de la falsa oposición, con su dirigencia gremial y sindical dedicada a la campaña electoral y no a la lucha social, han reventado protestas en todo el país exigiendo no solo reivindicaciones salariales sino también un nuevo tipo de sindicalismo no comprometido con los partidos políticos, y más específicamente con aquellos de la falsa oposición.
En el contexto de este análisis yo le argumentaba a Patricia Poleo que como evidencia de la nociva y tóxica influencia de los partidos en la lucha gremial y sindical estaba la posición de Jesús Mendoza Morales, presidente de la Federación de Centros Universitarios de la Universidad Central de Venezuela, llamando a rechazar el paro de 48 horas convocado por FAPUV y otras organizaciones gremiales universitarias.
Según Mendoza Morales, la FCU-UCV no apoyaría el paro universitario de 48 horas porque “…la paralización no es el camino, pues representa un mecanismo de lucha obsoleto e ineficaz para lograr las exigencias de los trabajadores universitarios”. Esta postura, por supuesto, pone a Mendoza Morales en contra de los trabajadores universitarios y alineado con las tesis negociadoras y colaboracionistas con el régimen chavista que ejercita la falsa oposición venezolana.
A esta constatación la periodista Poleo me acota que eso es lo que se conoce como un esquirol, caracterización con la cual estoy de acuerdo porque precisamente un esquirol es un agente que actúa dentro del propio movimiento para sabotear y romper una huelga. Efectivamente Mendoza Morales, aunque no es profesor universitario, es parte de la comunidad universitaria que ha sido ultrajada en todos los sentidos por el régimen chavista, frente a lo cual no se puede ser indiferente o complaciente.
Sin embargo, el presidente de la FCU-UCV, en nombre de la organización que representa, no solo se separa pudorosamente de la huelga de 48 horas, sino que además se pone en contra de ella al calificarla de “obsoleta e ineficaz”. Y eso es lo que en la lengua española conocemos como un esquirol o rompehuelgas.
El referido dirigente estudiantil rechazó el calificativo de “esquirol” básicamente ratificando su argumento inicial y agregando algunas razones adicionales para justificar su postura rompehuelgas como la correcta y enfrentada a la de quienes sí apoyamos el paro de 48 horas y otras jornadas de protesta de los profesores universitarios en particular y de los trabajadores venezolanos en general.
Esto obliga a contrastar ambas tesis, no tanto para establecer si una u otra es correcta, sino más bien para comprender la naturaleza y el propósito de cada una. Después de todo la postura colaboracionista y rompehuelgas de Jesús Mendoza Morales en contra de los profesores universitarios bien podría ser la tesis correcta, desde la perspectiva del régimen chavista. Veamos.
En forma oportunista e insincera Mendoza Morales dice que apoya los reclamos del sector universitario. Seguidamente castra su propia idea aclarando “…pero no con paralizaciones, ni llamados a paro”, los cuales considera mecanismos de lucha obsoletos e ineficaces. En su lugar propone lo que él denomina manifestaciones de calle pacíficas.
Los profesores universitarios y los trabajadores venezolanos están cansados de estas demostraciones pacíficas y simbólicas frente a un régimen que se burla y banaliza la protesta. Ante lo obsoleto e ineficaz que resulta la protesta cívica y pacífica para exigir sus derechos los trabajadores universitarios no tienen otra opción que presionar al régimen incrementando la protesta y paralizando sus actividades, todo según lo que establece la propia y contradictoria Constitución chavista de 1999.
No se puede decir que un paro de 48 horas, o incluso un paro indefinido, le haga más daño a la universidad venezolana que el daño que el régimen chavista le ha propinado en estas dos décadas. La mera insinuación de esta idea solo busca enmascarar una postura colaboracionista con el régimen y rompehuelgas como si fuese una estrictamente académica.
Y es que precisamente el sentido de la protesta y el paro es presionar por condiciones materiales y humanas que permitan salvar la existencia de universidades como la UCV donde estudia Jesús Mendoza Morales. En otras palabras, si el sector universitario no se une para protestar por sus derechos, la Universidad venezolana, como la hemos conocido, podría agonizar en lo que sería sin duda un triunfo de la barbarie que representa el régimen.
El tipo de protesta por el que aboga Mendoza Morales es una muy calculada y comedida, que no fastidie al régimen mientras mantiene solo apariencias de sospechosa beligerancia. Una beligerancia retórica e inocua, pero además obsoleta e ineficaz, como forma de lucha. Por supuesto, el citado dirigente estudiantil preferiría comisiones negociadoras en lugar de un paro nacional universitario, abrazando la inveterada manía colaboracionista y negociadora que ha ejercitado la falsa oposición, cuyos resultados resultan tan inocultables como inobjetables.
No otro podría ser el destino de la universidad venezolana si se escogiera la forma de lucha que nos propone Mendoza Morales, quien no puede, en forma conveniente, desdoblarse para actuar como presunto dirigente universitario en unas instancias y en otras como operador político del partido Fuerza Vecinal, otra variedad del elenco que conforma la falsa oposición.
Más allá de lo que el presidente de la FCU-UCV pueda decir, lo que realmente importa es su conducta, lo que hace. El proceder de Jesús Mendoza Morales no es el de un preocupado dirigente universitario solidario con la protesta de sus profesores que ganan menos de 25 dólares al mes o angustiado ante el asalto de la universidad venezolana por parte del régimen chavista.
El comportamiento de Mendoza Morales es consecuente con los intereses propios de un partido de la falsa oposición que busca desesperadamente colaborar con el régimen, no ayudar a recuperar el sector universitario. El argumento según el cual no se debe apoyar un paro universitario porque esto afecta a la universidad es el punto de conexión real entre la agenda del régimen (quebrar la protesta) y la de la falsa oposición (aparentar beligerancia).
Cualquier operador político, como Mendoza Morales, puede con facilidad y desenfado asumir este discurso desde la comodidad y los privilegios que le otorgan el ser un político profesional. Comodidades y privilegios a los cuales no pueden acceder los profesores universitarios porque, a diferencia del presidente de la FCU-UCV, escogieron enseñar y no convertirse en esquiroles o gestores de clientelas partidistas.
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