Nada más duro y conmovedor que oír a Bono y U2 escenificando esta dolorosa canción, «Miss Sarajevo». Casi susurra, dedicada a la elección de la reina de belleza de ese pedazo del mundo, un país partido en pedazos por la guerra fratricida. Con un telón de fondo de las concursantes pidiendo una sola cosa “Por favor, no dejen que nos maten”. Bono desliza los versos de su canción:
Hay tiempo para mantener distancia
Tiempo para voltear la mirada
Hay un tiempo para voltear la cabeza
Hay tiempo para lápiz labial, para cortar el cabello
Hay tiempo para encontrar el vestido
Hay tiempo para la primera comunión
Hay tiempo para ser reina de belleza
Es quizás lo que podemos sentir cuando vemos con entusiasmo los éxitos de nuestras Miss Venezuela. Un país azotado por el dolor de mucha gente que huye desesperada. Sumido en hambrunas, con una infancia y juventud con el futuro oscurecido por el odio de quienes intentan asesinar nuestros espíritus y robarnos la paz. ¿Habrá tiempo, como dice Bono?
Hay tiempo para lápiz labial, para cortar el cabello
Hay tiempo para encontrar el vestido
Hay tiempo para la primera comunión
Hay tiempo para ser reina de belleza.
¿Es válido sumergirse en una burbuja, voltear la mirada y no ver, ignorar que pasa a pocos kilómetros de nuestras casas-refugios?
“Han pasado 30 años desde el comienzo de la guerra de Bosnia en abril de 1992, un conflicto conocido por sus campos de detención, campañas de violación y bombardeos indiscriminados por parte de las fuerzas serbias. Asediada durante más de tres años y medio, la ciudad de Sarajevo ha sufrido el bloqueo más largo de una capital en el mundo moderno. Su población ha aprendido a sobrevivir bajo la amenaza de francotiradores y bombardeos.
Tres años y medio de combates, 200.000 muertos, 25.000 desaparecidos, 2.300.000 desplazados y refugiados (de una población inicial de 4.400.000) 20.000 mujeres violadas, 2 millones de minas esparcidas, según las estimaciones de la comisión de investigación de la Unión Europea y de la Comisión de Expertos de Naciones Unidas, las víctimas serían unas 20.000 mujeres, aunque el gobierno de Bosnia ha documentado más de 30.000”. Ver: «Rape as Warfare». Transition. Noviembre , 1995. P.20. (58) Lidia Padrós / La guerra de Bosnia.
El mundo perdía el tiempo preguntando ¿guerra civil o conflicto internacional? Mientras el horror continuaba y en un momento se elegia a Miss Sarajevo, cuya mayor pancarta reclamaba: “Por favor no dejen que nos maten”.
Estos recuerdos e imágenes recrudecen en nuestra mente cuando captamos la balcanización de Venezuela. Zonas de confort al nivel de las mejores ciudades del mundo, aledañas a episodios de miseria, amenazas y represión. Los medios de comunicación azotados, clausurados mientras las 4×4 recorren las calles de las zonas aparentemente fuera de conflicto.
Si tenemos una mínima dosis de responsabilidad con los que convivimos en este territorio estamos obligados a tomar conciencia, Venezuela no es “Las Mercedes ni el lujo que exhiben los vinculados al régimen que nos gobierna”. La gente común y nuestros intelectuales no asisten a programas de la envergadura de Con el mazo dando, en el cual se vierten amenazas, se anuncian castigos e intimidaciones a la libertad de los ciudadanos. Y quizás lo peor, quien lo dirige se burla de nuestras calamidades y anuncia la imposibilidad de salir del abismo donde nos encontramos, le falta solo decir: “En este país todos seremos pobres, infelices, sin derecho a quejarse, callados, el que se resista lo liquidaremos”.
Somos un país obligado a encontrar una definición donde prevalezca nuestra identidad como parte de un territorio común a todos. No somos Bosnia Herzegovina, una geografía dividida, separada, donde la lucha por el poder destruye, aleja, separa, habitada por gente que piensa que las personas en los diferentes bandos no pertenecen al mismo género humano, que nacieron y se justifica vivir en la guerra, en la incertidumbre, soportando la amenaza de que pueda vencer este episodio un pedazo diferente a aquel que creemos y pertenecemos.
Estas reflexiones se aposentan cuando vemos la dispersión y dificultad de cruzar el umbral hacia lo único que puede salvarnos “unirnos frente a la pretensión de un minúsculo grupo que detenta el poder y con esa base degradarnos a una vida subhumana».
Está en marcha un proceso de elección primaria que puede significar un inicio de integración, avanzar hacia objetivos comunes, plenos de la fuerza moral que implica querer vivir en libertad y ser respetados como un pueblo occidental responsable, que cree en la existencia del Estado de Derecho como un patrimonio de la civilización, conscientes de que la propiedad y el comercio son logros de la humanidad y no un robo, que aspiramos a existir con una libertad responsable, que posibilite a los ciudadanos decidir cómo quieren vivir.
Es el momento para los que aspiran a representarnos de plantear al país las grandes metas y luchas para lograr que se definan los acuerdos básicos de la ansiada unidad. Esto no parece algo difícil de construir si reconocemos que estamos en un país en proceso de demolición, con una economía miserable, ciudadanos subsistiendo con salarios de hambre, con el ingreso per cápita más bajo de Occidente, peor al de Haití. Y quizás lo neural, aquello ante lo cual no podemos voltear, ni distanciarnos, como reclama Bono en su hermosa canción, asimilar el hecho de que hay muchos seres humanos que han perdido la vida, otros están presos en las peores condiciones, nuestras escuelas y universidades están en la más grave penuria vivida por esas instituciones. Tenemos además un baldón en nuestra conducta, haber permitido la existencia de un importante sector de la población infantil, nuestros nuevos habitantes, en la miseria, desnutridos, sin escuelas, sin maestros y sin medicinas.
Si podemos elegir una Miss Venezuela-Sarajevo, construir un estadio de beisbol como los de las Grandes Ligas, seguir volteando, bajando la cabeza, el fin será casi inevitable: lo poco que nos queda lo perderemos. La reconstrucción del país comienza por ejercer responsabilidad en unas elecciones primarias, en alentar a los venezolanos que allí compiten a mirar, comprender, hablarle al país verdadero, que no es Miami, ni un bulevar parisino. Es una parte de la azotada Latinoamérica vapuleada por las mentiras que repiten los aspirantes a imponer un país totalitario, sin esperanzas para aquellos que solo aspiran vivir en paz, donde el vecino por diferente que sea no es un enemigo sino parte de tu cotidianidad fraternal.
Si podemos elegir nuestra Miss Venezuela-Sarajevo, pero es imperdonable que no tengamos tiempo para la convivencia, para comprender al país, a su gente y asumir nuestra responsabilidad eligiendo a quien mejor pueda conducir la reconstrucción, no vale arroparse tras la idea de que el régimen no cederá el poder, que violará los acuerdos. Eso lo sabemos, pero no es suficiente para clausurar la oportunidad de ejercer nuestro derecho a ser libres.
No hay tiempo para mantener distancia
No hay tiempo para voltear la mirada
No hay un tiempo para voltear la cabeza
(U2/Bono)
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