¡No lo dije yo! Lo escribió y lo dijo el poeta y abogado Jesús Peñalver en el sobrio y elegante auditorio del Urológico de San Román llamado con razón «El templo de la amistad», la vez que ofreció no un discurso o conferencia sobre Andrés Eloy Blanco político, humanista, poeta y humorista cumanés sino un caudal de perfectas y atinadas palabras que hicieron posible la presencia en el auditorio de ese venezolano irrepetible que no alcanzó los sesenta años de activa y densa vocación democrática porque un malhadado accidente automovilístico lo apartó de la vida en Cuernavaca, México, en 1955.
El primer movimiento de las palabras del orador consistió en mencionar a Mita, su madre, lo que de seguro le dio fuerzas para presentar al político que fue Andrés Eloy Blanco a lo largo de su intensa vida como militante de Acción Democrática. Una vida de cárceles, confinamientos y destierros, aunque uno de sus primeros aportes al conocimiento político del país fue la publicación en 1941 de Navegación de altura, considerado por el conferencista como uno de los más lúcidos diagnósticos de lo que él llama la antinomia militarismo civilismo que tantas décadas sombrías nos ha hecho padecer.
Andrés Eloy Blanco, afirmó Peñalver en la lectura de su conferencia, vivió en permanente actividad. Fundó partidos políticos, ejerció cargos de importancia, concejal, diputado, incluso presidió la Asamblea Nacional Constituyente entre el 17 de diciembre de 1946 y el 22 de octubre de 1947, cuyo objetivo fue preparar, discutir, redactar y aprobar el texto de la Constitución en 1947. Fue canciller y con este rol viajó a Francia a la III Asamblea General de la ONU, al mismo tiempo que se aprobaba la Declaración Universal de los Derechos Humanos.
Fue un humanista y en este sentido el mundo reconoció su talento, la densidad de su cultura jurídica, la tolerancia, la conciliación y sobre todo la gloriosa dimensión inteligente de su buen humor. En una palabra, fue un verdadero demócrata y hombre de ideas. Con humor supo enfrentar y defenderse de los ataques de sus enemigos políticos: «Mi casa de Los Chorros tardó tres años en construirse. Fue el único plan trienal que se ha cumplido en Venezuela». También dijo: “Mi columna vertebral no se ha doblado nunca, solo ante la máquina de escribir”.
El orador, visiblemente emocionado, expresó que Andrés Eloy Blanco quería una prensa libre. Que no hubiera ninguna ley que la reglamentara; que los dueños de los periódicos no controlaran las opiniones de quienes en ellos escribieran y no existiese ninguna clase de censura.
Pudiera estimarse que las diversas anécdotas referentes a los famosos y a veces sarcásticos «papelitos» que escribía el poeta en las sesiones parlamentarias cautivaron la atención de quienes colmaban el Templo urológico de la Amistad. Muchos de esos «papelitos» fueron conservados por Luis Manuel Peñalver y depositados en la casa natal de Andrés Eloy Blanco en Cumaná.
El orador recordaba algunos: «Señores, se suspende la sesión. Me voy a la clínica porque ha nacido un hijo mío y voy a inscribirlo en AD».
Transcribo el contenido de este otro «papelito» porque le pedí al conferencista que me lo grabara:
«Estaba Andrés Eloy en casa del poeta cubano Nicolás Guillén, en La Habana, cuando le fue presentado un famoso recitador cubano, Luis Carbonell. En la conversación que sostuvieron, Carbonell le manifestó al venezolano su disgusto por la versión musical de ‘Píntame angelitos negros’. Andrés Eloy le contestó que a él tampoco le gustaba, pero que esa canción era la única que le rentaba ingresos económicos; de manera que ese dinero él no lo consideraba como derechos de autor. Sino como indemnización por daños y perjuicios».
Y este otro que Peñalver tuvo también la gentileza de grabar para mí. «Corría el mes de abril de 1947 y Andrés Eloy Blanco era presidente de la Cámara, dejó encargado por un momento al diputado Augusto Malavé Villalba, quien sufría de lambdacismo que alude al cambio de la ere por la ele. Se va a ‘abril’–dijo. El diputado Edecio la Riva, que estaba muy pendiente, le reprochó el error de dicción. Andrés Eloy subía los escalones del estrado y oyó el reproche. Al sentarse en la presidencia, habló emocionado: El compañero Malavé se levantó esta mañana contento. ¡Y se sintió poeta! Y se hizo la resolución de comunicárselo a sus compañeros de cámara. Y es así como al comenzar la sesión les ha dicho ‘Se va abril’ … y viene mayo, con sus lluvias y sus flores…yo le agradezco al compañero el apunte”. Y entonces agitando la campañilla, dijo con gran solemnidad: ‘Se va abril’.
¡Y hubo un silencio magnífico en la cámara!
Es posible que el «papelito» más famoso y conocido sea el que involucra al partido socialcristiano Copei porque uno de sus militantes, José Camacho, era de piel muy oscura:
Cosas que no son de ley
siempre resultan un fiasco:
mujer orinando en frasco
y negro inscrito en Copei.
Quien ahora habla, mejor dicho quien ahora lee con voz clara y notable corrección es el propio Peñalver:
«Andrés Eloy Blanco cultivó distintos géneros: poesía, teatro, novela, ensayo, artículos y crónicas, pero de todos los que componen su obra, el fundamental es el de la poesía. En ella alcanzó los más altos lugares, en ella trabajó más persistentemente a lo largo de su vida. Es su poesía por lo que se le conoce y reconoce abiertamente, sin olvidar su bonhomía, su afabilidad y buen humor, atributos que le ayudaron determinantemente en la escena pública, ámbito en el que también se realizó, siendo uno de los primeros entre nosotros que entendió la búsqueda del poder por los caminos de la política (de la paz) y no de la fuerza.
Es imposible estudiar la poesía de Andrés Eloy sin escuchar el eco de la significación popular del personaje, fruto de la consustanciación natural del poeta con su pueblo, al punto que este se vio leído e interpretado en sus versos.
Quizá Andrés Eloy sea el único poeta venezolano cuya poesía se recita de memoria y con mucha vehemencia. Por su parte el académico, también poeta, Rafael Arráiz Lucca señala: “Es imposible leer la obra poética de Andrés Eloy sin recordar que quien escribe es un integrante principal de la generación que inventó la política en Venezuela, que creó los partidos políticos modernos, que convocó a elecciones universales, directas y secretas y que llevó al sector civil al mando, asignándole al militar las tareas profesionales previstas por la Constitución Nacional.
Andrés Eloy Blanco era un hombre de una amplia cultura literaria, filosófica, jurídica, política, científica y técnica; esta amplitud de conocimientos se aprecia en sus discursos y conferencias de la más variada temática. Es por encima y antes que todo, un poeta culto que lleva al pueblo, en la interpretación auténtica de los valores contenidos en su alma, las que son preocupaciones de su época. Sin embargo, su poesía es muy amplia en cuanto al contenido, es un escritor que pasa con singular maestría de lo histórico a lo amoroso, de lo íntimo a lo foráneo, de lo general a lo colectivo, de lo popular a lo culto, de lo universal a lo nacional.
Decir que Andrés Eloy es el poeta de Venezuela, como lo hace Miguel Otero Silva, es elevarlo a la más alta categoría que pueda alcanzar poeta alguno, ninguno encarna, como lo hace a todo trance Andrés Eloy Blanco, el poeta de este pueblo y de esta tierra».
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