Este es el reino que me habita
Esta desolación intermitente
Que se apaga cual fuego fatuo
Y resucita con formas de
Incendios magnánimos
Como ígneas lenguas de fuego
Devorando inmensurables extensiones de
Celestes inmensidades que se encojen
Y expanden dentro de mi bóveda
Craneal
Yo me solazo en mi diminuto habitáculo
Cada día, cada noche, cada nuevo
Amanecer
Contando interminables filas de
Lápidas con enigmáticas
Inscripciones de nombres
Ilegibles que pueblan una
Ciudad fantasmal cuyos extintos
Habitantes espectrales caminan
Momificados hacia un hipotético
Futuro nonato aún
Este es el reino que me habita:
El reino de la desolación de los
Días sombríos y las noches lúgubres
El reino de la desesperanza lancinante
Que hiere cruelmente mis sentidos
Entumecidos
Por las incesantes lastimaduras
Del padecimiento que no cesa ni
Da tregua a mis ansias insobornables
De meteco indígena aventado a la lejura
De un país inexistente.
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