La Comisión Nacional de Primaria ha establecido el 22 de octubre de este año para el proceso electoral del cual saldrá el candidato que se enfrentará a Maduro. La oposición que después de 2019 nos ha ofrecido una enorme vocación fragmentaria nos ha presentado una larga lista de precandidatos. A continuación nombraremos solo algunos de los que se autoproponen: Henrique Capriles, Juan Pablo Guanipa, Carlos Ocariz, Manuel Rosales, María Corina Machado, Juan Guaidó, Carlos Prosperi, Ramos Allup, Williams Dávila, Benjamín Rausseo, Delsa Solórzano, Andrés Velásquez, Nicmer Evans, Antonio Ecarri, Henri Falcón, Gustavo Duque, David Uzcátegui, César Pérez Vivas… Y seguimos contando.
Es una larga lista que permite visualizar el clima que se respira dentro de la oposición venezolana de esta hora, que paradójicamente grita: ¡Unidad, unidad y más unidad! Y aparece con un abanico de opciones que dan cuenta de muy poco realismo político.
Digo muy poco realismo político, pero en realidad, si algo caracteriza a nuestra oposición es su nulo realismo político que hasta ahora han caracterizado algunas de sus acciones.
Ser realista en política significa que dentro del menú de opciones que se presenta se debe elegir aquella que sea factible de materializarse. Es necesario que nuestros opositores lean un poco a Maquiavelo, no está de más. Pues de él aprenderían las premisas básicas del tipo de realismo que es necesario para embarcarse en un evento en el que hace falta actuar con cierta racionalidad y no partir de la premisa de que dada las condiciones por las que atraviesa el país es posible cualquier “cosa”, incluso ganar unas primarias sin contar con liderazgo y poder de convocatoria para construir mayorías que permitan ganarlas.
Eso significa que se ignora que el país no es el mismo de 1998, que el clima cultural y político de hoy es totalmente diferente, que Venezuela es hoy uno de los pocos países “que después de tocar fondo sigue cayendo” y eso hace que no todo lo que es posible o lo que se concibe como tal sea factible de ser realizado.
Y, en este sentido, me pregunto, qué cálculo habrá hecho la mayoría de este abrumador número de candidatos a las primarias sobre sus reales posibilidades de ganar tal evento o, peor aún, si ellos tienen la fuerza y el poder de convocatoria para poder unir en torno suyo a los que reclaman cambios de modelo de sociedad y responder eficientemente sus demandas por un nuevo orden.
La mayoría de esos precandidatos son opciones poco realistas y no sé si “habrá algo digno que comentar y analizar de sus mensajes políticos”. En verdad, no sé cuáles son los cálculos realizados, por ejemplo, por Juan Pablo Guanipa, Luis Emilio Rondón, Carlos Prosperi, Delsa Solórzano, Antonio Ecarri o Andrés Velásquez, solo para citar algunos, que no son todos. Solo, digo yo, podría aconsejarles, si pudieran coger consejos, una vieja lección que nos da Max Weber: “El imperativo político es que se debe hacer lo que se puede hacer (lo factible), lo que no se puede hacer tampoco se debe querer hacer”. Pero es casi imposible que tal cosa sea internalizada por una gente que piensa más en sus particulares intereses y en egos que nadie se explica de dónde se originan, que en el interés general de un país que ya parece un expaís.
Los seguidores a algunos de estos candidatos me dirán que es cierto, que el país ha cambiado, que hay un nuevo estado de ánimo, una especie de nueva sensibilidad y que por tanto la acción política no puede ser restringida a rasgos mínimos de racionalidad y prejuiciar que lo que hacen esos precandidatos sin opción alguna, es irracional. Y alegan que sus actos aun asumiendo la poca pertinencia de sus candidaturas, se producen en un momento en el que entran en juego las pasiones, mitos y por supuesto nuevos intereses, ligados estos a nuevos actores nacidos al calor de la destrucción realizada por el chavismo en más de 20 años de desgobiernos y estos aspectos son irreductibles al cálculo racional y legitiman las aspiraciones de cualquiera que crea que su mensaje pudiera captar el sentido de los venezolanos hoy.
Pero no nos engañemos, la realidad es que la mayoría de esos nombres que se leen a diario en la lista de los candidatos a las primarias no representan los sentimientos, las pasiones y el sentido de los venezolanos de hoy.
¿Por qué están allí? Bueno, la mayoría son ficciones políticas. Y en rigor, esa larga lista, con cierto realismo político, debe ser reducida a no más de cinco candidatos y a lo mejor ya son muchos.
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