Mientras en Estados Unidos y en el golfo están haciendo políticas públicas de inventivos para estimular inversiones privadas en generación de electricidad, algunos en América Latina se están “chupando el dedo”. Me dijeron que no coloque esa frase, pero no puedo con mi carácter. Me da envidia, de la buena, conocer los proyectos de generación eléctrica limpia en países altamente petroleros y gasíferos como Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos y me da pena, al mismo tiempo, el poco desarrollo de las renovables en América Latina.
Todo tiene sentido cuando se conoce a profundidad la visión del emirato de Dubái, en el marco del grupo de siete emiratos, que indica que Dubái están en construcción “para convertirse en destino preferido para vivir, trabajar, invertir y visitar”.
Allí tenemos varias claves del éxito emiratí en inversiones: están construyendo un lugar altamente amable, competitivo y con facilidades a inversionistas.
Tiene bien sentada su “Estrategia de Energía Limpia de Dubái 2050”junto a una elaborada “Estrategia de Emisiones Netas de Carbono Cero” para el Emirato. De manera que en 2050 el 100% de la capacidad de producción de energía (eléctrica) será desde partir de fuentes de energía limpia (eólica, solar, principalmente). A la fecha 14% de la generación eléctrica de Dubái proviene de fuentes limpias, lo que se traduce en generación de 14.517 MW megavatios (desde generación solar).
No me canso en repetir para los fundamentalistas y totalitarios de pensamiento: no habrá tal cosa como “el fin del petróleo” o el “fin del gas natural”; lo que habrá es la mejora constante de condiciones tecnológicas y financieras para utilizar y aprovechar más las renovables, usar al gas de transición permanente y reducir el consumo de combustibles fósiles que no sean correctamente explotados en condiciones de tecnología y ambientales.
Las autoridades del emirato se plantean “satisfacer la demanda de servicios de agua y electricidad de acuerdo con los más altos estándares de disponibilidad, confiabilidad, eficiencia y calidad”. Es una máxima que tienen bien señalada en cualquiera de sus inversiones orientadas al sector por parte de la Autoridad de Agua y Electricidad de Dubái (DEWA).
De la misma forma Arabia Saudita está en la construcción de una nueva teoría de la economía de la energía, según la cual irá haciendo inversiones en proyectos eléctricos renovables, sin descuidar mejoras a la explotación petrolera.
Vamos por partes y volvamos al emirato de Dubái que tienen un gigantesco parque solar denominado “Mohammed bin Rashid Al Maktoum” (محمد بن راشد المكتوم), en homenaje al actual ministro de Defensa, primer ministro y vicepresidente de los Emiratos Árabes Unidos (EAU). El Parque Solar tendrá una capacidad de producción de 5.000 MW para 2030.
Ese parque solar, en su primera fase (300.0000 metros cuadrados, a octubre 2013) logró: producción de 13MW de electricidad gracias a más de 150.000 paneles células fotovoltaicas, conectadas a 13 transformadores. Para los ambientalistas a ultranza esta primera fase evitó que más de 15.000 toneladas/año de GEI (gases de efecto invernadero) lleguen al ambiente.
La ambición -en el buen sentido- para generar más electricidad, utilizando al sol, dio el segundo paso (fase dos marzo 2017) de generación de 200 MW. La inversión calculada de ese segundo pasó logró superar fácilmente los 325 millones USD. Y se evitó GEI en más de 214.000 toneladas/año; esta vez fueron 4.5 kilómetros cuadrados de área y la impresionante cantidad de 2,3 millones de paneles (sí, leyó bien: dos millones de paneles).
La tercera fase del parque solar agregó 200MW (mayo de 2018) y ahora encarando su cuarta fase (2022) agrega 950 MW con inversiones cercanas a 4.500.000.000 (cuatro mil quinientos millones de dólares) utilizará tecnologías híbridas: 600MW (complejo de “cuencas parabólicas”; una torre de energía solar más alta del mundo a 262 metros y los clásicos paneles solares fotovoltaicos).
De igual forma están desarrollando la problemática del “almacenamiento” de energía. El parque podrá, al concluir su puesta en operación, almacenar energía para su disposición las 24 horas.
Si debo admirar algo a los árabes y a los emiratíes es su capacidad de invertir en megaproyectos: ahora van por la fase 5 (2023) para generación eléctrica de 900MW, donde se conectaron 600MW a la red.
Necesitamos de esos parques solares gigantescos en las llanuras del Paraguay, el sur de Brasil, el norte de Chile y de Argentina. Necesitamos copiar la tecnología, tener un equipo de embajadores latinoamericanos de alto nivel que puedan atraer inversiones, 20% de las realizadas por Emiratos, para empezar en tener esos megaparques.
Vamos al caso de Arabia Saudita: Arabia Saudí es el mayor productor de petróleo de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) y cuenta con alrededor de 17% de las reservas de crudo del mundo; pero está invirtiendo masivamente en renovables.
Pueden ver cualquier periódico en inglés del área del golfo de hace unas semanas y podrán verificar el dato: el ministro de Energía saudí, Abdelaziz bin Salman, afirmó que Arabia invertirá 266.000 millones de dólares para generar “energía más limpia” en el país.
Las cifras que están invirtiendo los países del golfo en renovables no son de broma, son cifras gigantescas, están apostando en grande a la energía limpia.
Arabia Saudita, además de país petrolero, apunta ser el futuro país exportador de hidrógeno, además de garantizar uso de hidrógeno en su renovada industria para producir en escala aluminio, acero, fertilizantes y otros; además de revolucionar su sistema de transporte (que, en la transición de fósiles a electricidad y finalmente a hidrógeno) podrá tener en Arabia un país de vanguardia. Están construyendo su ciudad lineal Neom que será una ciudad verde, en todo el sentido de la palabra, movida con energía limpia (de ese tema hemos conversado en una anterior columna en El Nacional).
Todo esto sin descuidar sus negocios de exploración, explotación y comercialización de petróleo y gas.
Dos ejemplos concretos de nuestra realidad objetiva, de nuestro tiempo. No estamos hablando de ir a Júpiter (que tampoco sería descabellado), estamos intentando promover mayor agresividad proactiva en la legislación latinoamericana que atraiga capitales a inversiones en renovables. Si en América Latina podríamos “copiar” éstos modelos, buscando inversiones y garantizando esquemas legales y regulatorios estables, en libertad se podría venir el gran boom de la industria energética en América Latina; y creo que Paraguay, por ser un país pujante, joven con su visión de futuro, su libertad y su amor por la prosperidad, tiene la palabra para ser el país-centro de producción de energía verde del Mercosur y del hemisferio; continuando con su modelo de negocios de generación hidroeléctrica.
@BorisSGomezU
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