A veces se especula sobre la pérdida de poder de Diosdado Cabello, de antiguo tenido como el más poderoso al lado de Chávez. Aunque debe recordarse que este, para reprenderlo por alguna falta, lo obligaba a trabajos forzados en Monagas o Miranda. No había tal poder: con Chávez no había “segundos” ni “terceros”, sino “cuartos” y últimos; el líder se cuidaba de las aspiraciones de los manganzones que lo rodeaban y solo admitió al grandulón como sucesor, una vez que entregó definitivamente su destino mórbido a los cubanos.
Con Maduro la melodía fue –y es– distinta. Él no tiene “segundos” ni “terceros”, sino pares; de a poco ha tratado de construir su poder particular y diferenciado, con la pequeña ayuda de sus amigos y su adorada familia, un tanto golpeada por las noticias que llegan de Nueva York. La carencia de liderazgo propio, la malversación del capital político que le entregó Chávez en artículo mortis, la carencia de ideas propias y sólidas, la catástrofe en que ha sumido el país, hacen de Maduro apenas un sobreviviente de sí mismo. Por esta razón, los que tenía por enanos han crecido; con deformidades, sin duda, pero crecido, y han pasado a repartirse territorios. El más habilidoso de todos ha sido Diosdado Cabello, porque mientras los otros han adquirido pedazos de poder aquí y allá, aquel lo hizo distinto.
Cabello, por diseño, instinto o vocación, comenzó a utilizar una palanca que su mentor monopolizó exitosamente: la televisión. Al ser desplazado por los sobrevenidos conserjes de Miraflores, el set de televisión se convirtió en la palanca de su poder para denunciar, atacar, derruir y machacar, con la adición de una audiencia cívico-militar en diferentes lugares del país. Haciéndose el distraído acaba de asestar dos mazazos: la convocatoria del Congreso del PSUV y la presidencia del parapeto constituyente que, de acuerdo con el régimen, es el suprapoder indiscutido de la República.
Con el Congreso del PSUV, Cabello –eje, en las alturas, de la disidencia frente a Maduro– toma el control. Hay que recordar que Maduro inventó una organización paralela, en manos de la hoy vicepresidente, y esa cosa llegó a la cabecera de la pista, dio un par de saltitos estilo gorrión, y se desmadejó; mientras Tibisay le asignó la casi totalidad de los votos a la máquina de Diosdado. Por otra parte, la ANC parece que va a convertirse en instrumento de control absoluto del Estado, con o sin Maduro.
Nicolás, con unos palos encima, entonará: “Ni contigo ni sin ti/ tienen mis males remedio/ contigo porque me matas/ sin ti porque yo me muero”.
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