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Carta a la Corneta y al Toque

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Estimada señora Corneta

Distinguido señor Toque

Fuerte Tiuna y demás instalaciones cuarteleras de Venezuela

En sus manos

Esta es una misiva a modo de exculpación después de tanto cobre chupado rindiendo honores, ante tanta contención de aire inspirado y con tantas notas musicales lanzadas al vacío cada mañana en la primera formación de lista y parte, en cada patio de ejercicios, en cada cubierta naval, en cada hangar y en cada destacamento después de leer la orden del día. Me refiero en particular a ese momento cuando el comandante ordena con vista al frente saludo y se empieza a desgajar la lastimera nota del toque de Oración que recuerda diariamente el compromiso incluido en el juramento ante la Bandera Nacional, de defender la patria y sus instituciones hasta perder la vida. Qué soberana perdedera de tiempo, mi estimada Corneta y mi distinguido Toque. Definitivamente.

Reciban a modo de disculpa estas letras sin acordes melódicos ante esta extravagancia asumida durante casi 40 años de democracia y estos 24 de revolución que van corriendo. La corneta y el toque forman parte de la esencia de los cuarteles casi desde la misma aparición del hombre en la tierra que es en contemporaneidad con la guerra. Nuestras excusas se encauzan en la pena de que nuestros militares –antes y ahora– no han estado a la altura de las circunstancias y no han cumplido con sus deberes. Salvo contadas y estrechas excepciones.

Nos da un coraje patriótico con nosotros poniendo en una balanza eso que con cierto ejercicio de pedantería gerencial se apela como la relación entre el costo y el beneficio. Se perdió el tiempo mi respetada Corneta, mi afectuoso Toque. Esos 2 minutos que transcurrieron desde que el cabo segundo empezaba a soplar hasta que finalizaba con los pulmones a punto de estallido y el corrientazo en el plexo solar eran como demasiada inversión contra los beneficios recibidos en términos de la seguridad y la defensa de la nación durante buena parte de ese tiempo. Qué bueno hubiese sido tener la oportunidad de meterse en la claridad del pensamiento que se elevaba, cuando alguno de los generales y almirantes de esa época previa al 4F empezaban a oírlos a usted, señora Corneta, y a usted, señor Toque, en la primera hora de la mañana. Sin temor a equivocarme la rumba del día anterior, los negocios ya acordados con Gardenia o el señor Lovera, la llamada con el señor Van Dam, la cena en el Aventino, la comisión acordada, el pagaré, el control perceptivo, el contrato, los tanques AMX-30, la munición yugoslava y los sistemas de comunicaciones de la armada; mención aparte del enhebrado inventario de mentiras para llevar en la cuenta al comandante en jefe sobre los rumores del golpe y matizarla hasta que este asuma que los militares se están portando bien y no hay ningún gallo tapado en un  golpe. Y eso solo por mencionar el pensamiento de la cúpula; el resto, ni hablar. Había otras precedencias. El cuadrito de caballos, cumplir horario en murmuraciones, la noche del Caracas-Magallanes, las vacaciones, la universidad, esperar un buen momento para conversar por un cargo que se tiene en mente y hacer suficiente antesala en la época de ascensos y condecoraciones, y otras que aguas afuera de las reparticiones militares derivaban en la remachada idea de los civiles para enrostrarle a todos los uniformados el sello de parásitos. Solo se salva en ese inventario, la actuación contra la guerrilla castro comunista, el combate a las asonadas del Porteñazo, el Barcelonazo y el Carupanazo, la reacción ante la incursión al golfo de Venezuela de la corbeta colombiana Caldas en 1987 y la actuación institucional y profesional en algunas de las unidades que derrotaron el golpe de Estado en 1992. Lo de ahora es una verdadera zona de confort, perdida por venderle el alma al diablo de Sabaneta de Barinas y atender a sus cantos de sirena después del famoso “por ahora”. Nada de esas precedencias en el toque matutino afiliadas a pensar en la misión constitucional y en los deberes militares que tenia establecido el viejo y expreso artículo 132, ahora mutado en 328 en la nueva carta magna. De manera que mis siempre consecuentes amigos Corneta y Toque, nos excusamos con ustedes en nombre de todos los que formaron parte de esa escenografía castrense para esa inútil puesta en escena de recordar diariamente un juramento que no se cumplió y que todavía no se está cumpliendo. Y por los vientos que soplan falta mucho tiempo para que empiece a cumplirse.

La epístola, mi preciada Corneta, mi gentil Toque, está escrita a muchas manos. Están en solidaridad epistolar los cañones que adornan el patio, los aviones mudos en el hangar y los navíos paciendo en la serenidad del mar, atracados y desilusionados como todos los instrumentos de la banda de guerra que encabezaban en la mañana, la formación. No saben ustedes de la desolación que arrastra el bombo, el caudal de lágrimas de la lira, la melancolía del redoblante y sus baquetas, la soledad en morriña de la batuta y los gallardetes casi en contigüidad de suicidio por ahogamiento en el vecino río El Valle que atraviesa los predios de Conejo Blanco. Cada llamado que se les hace del lado afuera de los patios se les ha convertido en un verdadero fastidio para usted considerada Corneta y garboso Toque de mis afectos y recuerdos. Nos imaginamos la arrechera compartida por ustedes cuando a la llegada de la visita protocolar a la Academia Militar de Venezuela de la tornapulerica humanidad del doctor Hermann Escarrá, todo de negro hasta los pies vestido y con el blanco pañuelo en el bolsillo del flux a punto de sacarle un ojo; el alférez comandante de la prevención ordena armas al hombro y toque de camarada al franquear la entrada para darle paso a los acordes que respaldan la letra de “Aquí ha llegado, aquí ha llegado una especial personalidad.” Me imagino que la plañidera anegadiza y fluvial obliga al uso de los gallardetes y los distintivos de los instrumentos como aliviaderos de los mocos. No faltaba más.

Es doloroso recordar eso de aquellos tiempos antes de 1998 y mucho más esto que ha estado sufriéndose después. Fueron épocas de algunos generales y almirantes de esos años previos al 4F que preguntan todavía puros e inocentes sobre sus responsabilidades omitidas en esos momentos republicanos que cambiaron el modo de vida de los venezolanos, y lo hacen con el mismo candor e inocencia;y con igual ingenuidad y pureza como si curiosearan si el abuelito de Heidi se llama realmente Dimetú. A esos también se les tocó Ataque, Llamada de oficiales, Llamada de tropas, Asalto y Señal de unidad a pesar de que tienen mucha responsabilidad en los polvos que arrastraron a estos barros. En esta parte de la vida quienes lloriquean sin toques de cornetas ni honores al grado y al cargo, y en la honrosa situación del retiro, son ellos por haber perdido –sin mover un dedo– todos los beneficios socioeconómicos que disfrutaban.

En algún momento revolucionario se aprobó un nuevo reglamento de ceremonial y protocolo militar. Nuevos grados en la institución generan nuevos cargos en la cúpula, y por consecuencia nuevas jornadas forzosas de toques y mayor esfuerzo obligado de corneta. Ahora hay generales en jefe y mayores generales; y la hilada de viceministerios en el fuerte Tiuna da para dos equipos de fútbol con sus respectivas bancas.Los honores al cargo y al grado se han ampliado y yo me imagino, mis cordiales amigos Corneta y Toque que en estos 24 años de la revolución les han sacado literalmente, la chicha, que para esto de los honores sería el aire de los pulmones y el cobre de la boquilla. Que pesar y que pena con todos los bancos de prevención, con los sables y sus respectivas dragonas, con los fusiles que se presentan y con las voces de mando que se exteriorizan inútiles e infructuosas mientras suena desilusionada y desengañada la partitura para el cargo, el grado o la autoridad, sin ninguna retribución para la patria.

Pensamos caros doña Corneta y don Toque, que en reciprocidad de esa ancestral garantía comercial del derecho a la devolución de un bien que no cumplió con las expectativas, los generales y almirantes, coroneles y teniente coroneles y sus equivalentes en la armada, que recibieron toques de corneta sin haber cumplido con sus deberes constitucionales, deberían colocar la mercancía recibida en el mostrador. Probablemente veríamos algunos exministros devolver el toque de Ataque y nosotros los compensaríamos con alguna de Gaby, Fofo y Miliki; aquel excomandante de fuerza que se fue con la cabuya en la pata y recibió varios soplidos de Llamada de oficiales se llevaría algo de Popy, aquel almirante y este otro general cuyas entradas fueron honradas con Alto el fuego, pues que se lleven en una bolsita una selección bien nutrida de videos del reguetón de Bad Bunny, y a los coroneles y comandantes honrados con Señal de unidad de vuelta se llevan todas las grabaciones del programa dominical Aló, presidente. Es lo menos que podemos exigir después de haber soportado estérilmente durante tanto tiempo el peso de las botas de campaña en formación. Es lo menos que podemos exigir en devolución, a pesar de que no nos van a reintegrar la patria.

Que tiempos aquellos estimados Corneta y Toque de mis amores y vocación. Cuando en correcta formación la banda de guerra o la banda marcial se aprestaban para rendir honores a las autoridades civiles y militares en una parada o en la puerta de la prevención. Todo era honor, todo era decoro y el ambiente se impregnaba de auctoritas, al menos en apariencia.Se guardaban las formas, ahora ni eso.

Queríamos compartir lo anteriormente expresado en estos tiempos de mengua moral y de penuria constitucional en los cuarteles, principalmente de miseria en el honor y de carencias en los valores y los principios; suficientes como para ordenar tocar Silencio, con armas presentadas después de una salva de artillería de 21 cañonazos, ante el cadáver insepulto de la institución armada.

Amigos Corneta y Toque, nos suscribimos atentamente, sus cordiales compañeros de armas y de infortunio,

El Patio de Formación y Ejercicios, la cubierta del navío y el hangar

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