Siguen adelante las reformas prometidas por Gustavo Petro antes de convertirse en presidente de Colombia. La salud, la justicia y las pensiones son tres objetivos inmediatos.
La reforma de salud ya ha sido presentada y está generando enorme oposición entre las fuerzas vivas del país. La razón principalísima es que, sin que el actual sistema imperante sea perfecto, el mismo abarca tres décadas de mejoras y de innovaciones para convertirlo en un esquema aceptado y beneficioso para la colectividad. Ni siquiera se ha hecho una seria evaluación del mismo. Se pretende, de un solo ramplanazo, sustituirlo por algo de dudosa eficiencia y de un costo impracticable.
La realidad es que la propuesta arrasa con todo lo que ya existe y propone metas inejecutables en todos los terrenos, en los que podría funcionar y en los que no. Plantea la creación de unos 2.000 centros médicos para brindar atención primaria a los pacientes que ya no se afiliarían a una EPS, sino que quedarían inscritos en un hospital cercano a su casa. Estas Empresas Públicas de Salud configuran el eje del sistema de salud actual, un sistema que, con todo y sus falencias, ha estado prestando un importante servicio a la ciudadanía.
La reforma no es otra cosa que un proyecto de corte populista imbuido de un principismo izquierdoso inspirado de la sanidad cubana y para cuya puesta en ejecución no existen los recursos para financiarlos. Ello solo anticipa un fracaso monumental.
Por ejemplo, el modelo aspira a construir 680 Centros de Atención Primaria en Salud en municipios donde no existe ni siquiera un centro de salud. La meta podría ser loable si no fuera porque el país no cuenta con los 50 billones de pesos que se requieren. Lo mismo ocurre con la propuesta de creación de 20.000 Equipos Médicos Interdisciplinarios Territoriales que recorrerían las casas en regiones dispersas.
Solo acometer estos dos apartes del plan equivaldría, en dinero, a la recaudación adicional que aportará la reforma tributaria 2022… ¡pero multiplicada por dos! Además de que representa el total asignado al área de la salud en el Presupuesto General de la Nación para la vigencia del año entero 2023.
El exministro de Salud por ocho años de Juan Manuel Santos, Alejandro Gaviria, ha sido de los más explícitos en criticar la reforma a pesar de que a esta fecha funge como ministro de Educación en el gobierno de Petro. Es posible que incluso renuncie a su cargo, pues su argumentación es de las más calificadas. Él es de los que afirman que “la reforma propuesta plantea una estrategia extraña: destruir lo que funciona en las ciudades para supuestamente arreglar lo que no funciona en las zonas rurales. En lugar de adaptar una estrategia de atención primaria al sistema, la reforma trata de adaptar todo el sistema a una estrategia de atención primaria. Una lógica extraña”.
Como todas las reformas planteadas por el presidente, esta es otra oda al populismo que se estructura sobre la base de las esperanzas de una población desconocedora del tema de salud, un canto de sirena que no atiende a consideraciones de eficiencia ni de practicidad y que, en cuatro años no arrojará sino desaliento en los estratos socioeconómicos más vulnerables que son precisamente a quienes pretende atender.
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