Celebramos la liberación de 222 presos nicaragüenses secuestrados por el impresentable Daniel Ortega y expresamos nuestro reconocimiento a la oposición del cruel sátrapa, por su trabajo extraordinario y logro del objetivo. En contraste, resalta el hecho de la inacción, durante un período largo de 4 años, por parte del interinato: no hizo nada efectivo al respecto, sino el clásico saludo a la bandera.
La verdad es que la primaria es el consenso. Este es el gran desafío ciudadano del momento. El régimen hará todo lo posible para impedirla. No le conviene que se articule el poder de la soberanía popular, porque lo sabe consciente de su incapacidad estructural, de su crueldad y el grave daño antropológico ocasionado por el ecosistema criminal. Los forajidos siempre jugarán con ventajismo grotesco.
El CNE ha sido convertido en uno de los esperpentos institucionales del régimen criminal, en uno de sus hijos predilectos; sería, por tanto, un despropósito de que este interviniera para vulnerar a un proceso en manos de los ciudadanos, que busca activar la soberanía popular, para hacer realidad el tan deseado cambio político.
Es el momento para renovar el liderazgo opositor que ha cambiado: lo que tenemos es una fotografía desvirtuada de la representación que emergió de las elecciones parlamentarias de 2015. Han corrido 8 años y aquel liderazgo está deslegitimado.
La primaria es la oportunidad para designar a un nuevo liderazgo, tomar fuerza mediante la movilización y organización, y la mejor manera para alcanzar, esta vez sí, el cambio político anhelado y sacudirnos estos 25 años de ignominia.
La primaria no tiene sentido sin la participación de la diáspora aherrojada.
Prestarse a la intervención del CNE en un proceso ciudadano que no es de su incumbencia, es abonarle estabilidad al régimen, al jugar con sus reglas favorables a la permanencia indefinida; es darle la oportunidad de cerrar la trama de la falta de legitimidad de la elección espuria de Maduro en 2018.
La primaria debe realizarse fuera del sistema que desafía, haciendo las cosas bien, para volver a entusiasmar al movimiento ciudadano en su afán de alcanzar el país posible, y que la crisis venezolana se convierta de nuevo en prioridad de la agenda hemisférica y volcarnos a la unión de la familia venezolana.
Se da una oportunidad magnífica para construir fuerza espiritual, intelectual y ética, para coronar la lucha por la libertad; dejando atrás a los petimetres: el primer anillo de seguridad del régimen, cuyas acciones coadyuvaron a la falsa “normalización”, a la desmovilización y resignación de la sociedad.
Al surgimiento del nuevo momentum ha incidido definitivamente los líderes emergentes gremiales y sociales, que han calentado las calles denunciando las mentiras, la persecución y los ultrajes de un régimen cruel e incorregible.
¡Libertad para Javier Tarazona y Emilio Negrín! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!
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