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La complejidad de salir del armario en el fútbol masculino

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El deporte ha sido históricamente un lugar de dominación masculina, reservado a los hombres que cumplen con los requisitos de lo que se denomina masculinidad hegemónica (heterosexualidad, desarrollo físico, estoicismo y poca afectividad). Dicha dominación explica el rechazo a otras formas de masculinidad, entre ellas la del hombre homosexual, en la práctica deportiva. A pesar del cambio social experimentado en las sociedades avanzadas, el deporte y en particular el fútbol sigue siendo uno de los pilares más acentuados de la dominación androcéntrica y heteronormativa, con hostilidad hacia la presencia de gays y lesbianas en sus espacios de práctica.

En estos días nos ha sorprendido la noticia de que Jakub Jankto, futbolista del Getafe –actualmente cedido al Sparta de Praga– se ha declarado públicamente homosexual, utilizando sus redes sociales.

Que este hecho sea noticia de relevancia dice mucho de la realidad del fútbol y de lo que al fútbol le falta para situarse en el siglo XXI. Con esta declaración, Jakub Jankto se convierte en el primer jugador de La Liga española masculina que declara públicamente ser homosexual, siendo punta de lanza ante el necesario cambio que necesita el fútbol.

La respuesta que han mostrado el fútbol español e internacional, con sendos mensajes de apoyo por parte de la UEFA, La Liga, clubes de fútbol como el Barcelona, la Juventus, el Bayern de Múnich o el Ajax, o sus propios equipos, el Getafe y el Sparta de Praga, cabe pensar que algo se está moviendo en las entrañas de las instituciones de este deporte.

Comprensión y aceptación

Lo que está viviendo el jugador del Getafe es algo parecido a lo que vivió años atrás el olímpico de waterpolo Víctor Gutiérrez, comprensión y aceptación.

No cabe duda de que es una buena noticia que un futbolista tenga la valentía de expresar libremente cuál es su orientación sexual sin temor a ser repudiado, amenazado de muerte o acosado, por una razón tan básica como es aceptar su naturaleza y su derecho individual. Algo que no es nada normal en el seno de este deporte, que aún hoy sigue representando un anacronismo del pasado en cuestión de valores de género y orientación sexual.

No en vano, la historia reciente del fútbol nos ha dejado el recuerdo de auténticos dramas tras la exposición pública de muchos de estos deportistas. Un ejemplo muy conocido es el de Justin Fashanu, que tras revelar su condición sexual acabó suicidándose ante falsas acusaciones y la presión de entrenadores, deportistas y medios de comunicación. Otro caso es el del árbitro de fútbol gaditano Jesús Tomillero, quien, tras ser insultado y agredido físicamente en varias ocasiones, y después de continuas amenazas de muerte al hacer pública su condición homosexual, comenzó a ser escoltado por agentes policiales a los campos de fútbol para garantizar su seguridad e integridad personal, hasta que tomó la definitiva decisión de dejar de arbitrar.

Cuando las instituciones públicas son el enemigo

En algunas ocasiones, este clima de rechazo y persecución está promovido, o al menos consentido, por las instituciones públicas. Es el ejemplo de lo ocurrido en los Juegos Olímpicos de Invierno en Sochi (Rusia), en 2014. Y próximo a nuestras fechas está aún el episodio en el que la UEFA prohibió iluminar el estadio con la bandera LGTB en el partido de Alemania contra Hungría en 2021. Qué decir ya del Mundial de Qatar de 2022.

Pese a todo, algo parece que viene ocurriendo en los últimos años en el seno del fútbol. Joshua Cavallo, centrocampista australiano del Adelaide United, salió del armario públicamente en 2021, al igual que más recientemente lo ha hecho Jake Daniels en el fútbol inglés.

El Campeonato Mundial de Fútbol de Qatar de 2022 abrió un debate sin parangón en la historia del fútbol acerca de la homofobia en el terreno deportivo, con numerosas muestras de denuncia pública por parte de equipos europeos, deportistas y responsables públicos. Por lo tanto, todo apunta a que el fútbol está abocado a reconocer la diversidad sexual también en el terreno de juego como pauta de normalidad del siglo en el que nos encontramos.

¿De verdad no hay gays en el fútbol?

No en vano, no es normal que “no exista ningún futbolista gay”, como se suele argumentar, pues, teniendo en cuenta que en uno de los últimos estudios sobre población LGTBI en Europa se concluyó que al menos el 6% de la población europea se consideraba gay o lesbiana –ocupando los tres primeros puestos Alemania (7,4%), España (6,95%) y Reino Unido (6,5 %)–. Por probabilidad, al menos un porcentaje aproximado debiera representar la media de frecuencia de personas LGTBI en el ámbito del deporte. De cumplirse esta hipótesis, significaría que en España 384 de los 5.494 deportistas de alto nivel que tiene catalogado el Consejo Superior de Deportes en 2021 pertenecerían a alguna minoría sexual. Por desgracia, la presión y el clima que estas minorías experimentan en el deporte suelen ser poco amigables, por lo que no es de extrañar que estos porcentajes puedan ser más reducidos en el fútbol masculino.The Conversation

David Moscoso Sánchez, Profesor Acreditado Catedrático de Sociología, Universidad de Córdoba y Joaquín Piedra de la Cuadra, Profesor Titular de Universidad del Departamento de Educación Física y Deporte, Universidad de Sevilla

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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