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To Leslie, el dolor de todos los días

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La cinta de Michael Morris es una historia compleja, contada desde la perspectiva de dos etapas distintas de una sola vida. La sensación es que la fractura crea, a su vez, dos mujeres diferentes, tan poderosas como singulares. Ambas interpretadas por una inmensa Andrea Riseborough, la gran sorpresa controversial entre las nominadas al Oscar de la Academia 2023. 

Una de las cosas que más asombra de To Leslie de Michael Morris es la sensación de que se narran dos historias a la vez, hilvanadas por un único personaje. La Leslie titular, interpretada por una brillante Andrea Riseborough, vivió una acelerada serie de acontecimientos en atropellada sucesión. Se enamoró, contrajo matrimonio casi de inmediato, tuvo un hijo y después, ocurrió un suceso inesperado. Ganó 190 000 dólares en la lotería, ya continuó, dilapidó semejante fortuna con una rapidez de vértigo. Pero esta no es una historia sobre el fracaso, aunque lo parezca. Leslie es una sobreviviente, herida, destrozada por las malas decisiones que sostuvieron su vida hasta que la ruptura fue total y la empujó al abismo.

¿Quién es Leslie siete años después de semejante torbellino de situaciones? Una mujer alcohólica, confusa, que vive en una habitación diminuta y sucia de un hotel. Riseborough interpreta a un personaje al borde de la extenuación, pero también de la destrucción emocional total. Lo hace con una sensibilidad cuidadosa que dota a Leslie de una humanidad preciada y poderosa. Eso, a pesar de la mayoría de las veces, resulta irritante, incómoda e incluso desagradable. Pero esta huérfana de una vida rota, construye, a través del mapa de sus heridas, una historia. Una que comienza cuando visita a su hijo James (Owen Teague), en busca de algún sentido en medio de la desolación.

Podría parecer que To Leslie está enfocada en los puntos más sórdidos de una experiencia vital que abarca a la mujer que su protagonista fue y en la que se convirtió. Durante la primera hora, resulta incómoda la forma cómo la cámara de Morris sigue a Leslie a través de bares, en los que busca sexo por dinero y drogas. En la repulsión que despierta en su hijo y en todos los que le rodean. Pero la cinta es mucho más ambiciosa que eso y explora, también, las pequeñas grietas de sufrimiento puro que recorren a Leslie, desde sus recuerdos hasta sus excesos. “Soy la suma de todas las fracturas a las cosas más queridas” dice, en una extraña poesía, borracha y a punto de caer al suelo. “No recuerdo los días antes de la tormenta”.

Lo que somos y el conjunto de experiencias que nos forman 

El guionista Ryan Binaco dedica buena parte del primer tramo del filme a explorar en el laberinto de la autodestrucción de Leslie. Pero no lo hace por el mero placer de mostrarlo y mucho menos, porque la película base sus mejores recursos en narrar las miserias de las adicciones o el sufrimiento que es capaz de devastar.

Si algo sorprende en To Leslie, es su cualidad inteligente y brillante para mostrar el lado desagradable de la vida. Las notas discordantes y desiguales que se enlazan entre sí hasta crear algo más doloroso y conmovedor. Leslie no es una víctima —no perdonaría a nadie que le llamara de un modo semejante— pero sí, un rehén de cientos de vivencias brutales, angustiosas.

¿Por qué no mostrar lo que realmente el dolor puede hacer en un ser humano? La pregunta se desliza, incómoda y desagradable, a través del film y su compromiso con ser lo más verídico posible. La cámara de Morris se hace impertinente, sigue de un lado a otro a Riseborough, analiza su rostro como una máscara a punto de saltar en pedazos de pura presión interna. Pero a la vez, el argumento tiene la suficiente inteligencia para construir una posibilidad sobre el futuro. ¿Cuál? El guion bordea con delicadeza la idea de seres humanos que necesitan ser comprendidos pero, a vez, que huyen de la justificación. Uno de los grandes triunfos de To Leslie es crear con sus personajes entidades sensibles, realistas y tridimensionales.

Leslie, su hijo James, cada una de las personas que le acompañan en el trayecto hacia encontrar un punto de sostén en medio del desorden emocional que la rodea, tienen la candidez de lo verídico. El poder, fluido y elemental, de ser reconocibles. “Hay la misma porquería en todas partes”, se queja Leslie mientras fuma un cigarrillo en su ciudad natal, un cónclave perdido en el mapa norteamericano. Podría estar hablando tanto de la dimensión real de la cinta, como el que habita más allá de las fronteras de la ficción.

La redención no llega del todo, pero sí la paz

To Leslie no es una cinta que sostenga un diálogo con la redención. No cree en la bondad ni tampoco en que, alguna vez, todos los dolores serán consolados. Pero, a pesar de eso, es curiosamente conmovedora al mostrar personajes corrientes, lidiando con la vida desde sus espacios más escabrosos y lamentables.

La película de Morris es un homenaje al dolor común, a la capacidad de construir y sostener la identidad en todos sus puntos de interés. Un atributo de considerable interés en una época en que las grandes historias, suelen ser ficciones casi infantiles en su amabilidad.

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