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País en la calle 

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La calle se recalienta con la gente protestando por sus derechos básicos. No le deben nada a nadie. Están barriendo con la clase política que los denigró. Más de 400 manifestaciones, entre el 10 y 20 de enero de este año, sin dirigentes de partidos encabezándolas. Revelan unidad, coraje y conciencia cívica. De paso producen caída y mesa limpia con la anquilosada oposición. Dispuestos a quebrar el poder de los malvados. Luego de 2 años de tregua se produce la eclosión de las protestas. Los sectores populares se reencuentran en el espacio público.

El régimen reconfigura su estrategia, da una vuelta de tuercas, y decide volver a la represión y no darles cuerda. Revisa el escenario electoral, para truncarlo, aunque su premisa parte en que las elecciones que ellos organizan no son para perder el poder.

Después de 31 años del desgraciado 4 de febrero de 1992, la gente está protestando por un salario digno. En carne propia han padecido el rudo vaciamiento de sentido, propósito y contenido de las instituciones. Son cascarones vacíos; en los años del ecosistema criminal lo propio es mandar sin límites y atribuciones que encuadrar sus actuaciones en el marco institucional.

No están felices con los CLAP, en el fondo sienten un tratamiento de esclavos. Toman conciencia de que Venezuela se va a arreglar cuando tengamos democracia. Hemos padecido una revolución de hambre, miseria y corrupción, los trámites han sido agotados para desarrollarnos en este caos ideológico-social de mentiras y oscuridad, con tanto dinero mal habido en manos de la claque y tanta pérdida de tiempo, inmisericorde, para la concreción de una vida digna de ser vivida.

Por otra parte, se van viendo algunos signos de disposición ciudadana de ir avanzando por el camino político, que se consolidará cuando sea visto como una apuesta común para recorrer el camino de la libertad. Lo que sí se sabe es su determinación de salir del régimen forajido y de su oposición funcional. No se trata de acudir al llamado de unas elecciones primarias para estabilizarlos. Se quiere legitimar a un nuevo liderazgo, pero no acudir a una elección a elegir al modo del régimen que cuenta los votos para no perder nunca.

Miran la política como la oportunidad de servir, de hacer las vidas mejores, de diseñar políticas que nunca se pensaron y hacer de Venezuela el país más luminoso. Tras la enorme causa de la democracia y de un gran movimiento ciudadano, decir la verdad en un momento sublime de la lucha y hacerlo con generosidad. La apuesta es construir un Estado de Derecho y un sistema judicial autónomo. Y lograr la reunificación de la familia. En nuestras manos está cambiar la historia de Venezuela.

¡Libertad para Javier Tarazona y Emilio Negrín! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados ni exiliados!

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