Venezuela heroica aparte de ser esa gran novela de Eduardo Blanco que describe buena parte de las batallas en la época de la independencia, y que con un rotulo épico, romántico o una suerte de epopeya criolla enaltece el gentilicio venezolano, y de manera particular las hazañas logradas que concluyeron en la independencia de Venezuela. Sin embargo, esta columna que el diario El Nacional me concede los días miércoles y que lleva hoy el mismo título de la novela de Eduardo Blanco, pretende en la Venezuela actual exaltar nuestros valores, especialmente la necesidad de reflexionar y rescatar lo civil sobre lo militar, y decantar no sólo personajes, prohombres, grandes mujeres sino incluso una diversidad de venezolanos que no han necesitado un uniforme o charretera para aportar, para construir país, y aclaro que no tengo prurito con lo militar, más sí dejar claro la grandeza y el aporte de lo civil y los civiles a la construcción de esa Venezuela que llamamos heroica, civil democrática.
Siempre he sido como la inmensa mayoría de venezolanos un optimista, nunca fatalista y si muy realista, y esto implica y explica la manera de ver, analizar y diagnosticar las diversas etapas y fenómenos que nuestra Venezuela ha experimentado en sus últimos lustros. Buena conseja dio hace siglos Aristóteles, precisamente cuando nos hablaba de la teoría de los mezotes o justo medio, que no es más que tener una posición o postura equilibrada entre dos medidas excesivas o extremas, sin caer en la neutralidad.
A partir de este argumento nos corresponde intentar dibujar, analizar, cuestionar y confrontar a esta Venezuela que llevamos en nuestro ADN, en nuestra sangre, esa Venezuela que nos absorbe, nos motiva, no nos suelta, ese sentimiento y vinculo tal vez cabe en la categoría al decir del profesor Claudio Briceño como es el arraigo, y es lo que explica ese matrimonio entre la tierra o terruño y los venezolanos, un sentimiento que es mas fuerte que una guaya de acero y que explica no sólo el que sigamos acá apostando a Venezuela, sino comprender que una inmensa cantidad de compatriotas o paisanos se fueron del país sencillamente en búsqueda de oportunidades, otros regresaron, pero siguen cargando en sus mochilas a esa Venezuela ese país que les dio la vida y al que por supuesto amamos. Unos se fueron, otros nos quedamos, otros regresaron, pero todos en común sentimos un sentimiento, una empatía, un cordón umbilical que no se rompe con esa Venezuela grandiosa, maltratada para algunos, desdibujada para otros, pero siempre amada.
Ciertamente las experiencias más ricas, complejas, ilustrativas y pedagógicas son las que para bien o para mal hemos vivido en carne propia, en nuestra infancia, en cada etapa, y tiene que ver con la familia, la educación, el estudio, el trabajo, el amor, la música, la comida, la cultura, lo religioso, pero fundamentalmente con lo cotidiano, lo vivido, lo experimentado. Venezuela es un país hermoso, una tierra de gracia, nuestra generosidad, filantropía y sensibilidad son únicas. Venezuela no es el Tren de Aragua, o algunos de los maleantes que operan en el Arco Minero produciendo daños patrimoniales y ambientales, o los malos políticos que desde la derecha hasta la izquierda han desangrado al país y roto las esperanzas de un pueblo antes y ahora.
Hay una Venezuela que hay que rescatar. La Venezuela que perdimos tiene varias aristas y rótulos. Los venezolanos literalmente tenemos que volver a parir a Venezuela. Necesitamos recomponer esa Venezuela amable, una Venezuela segura, una Venezuela más de certezas que de incertidumbres, una Venezuela de gente de bien, una Venezuela digna, honesta, emprendedora, plural, una Venezuela abundante en todo y esa Venezuela que se esfumo por los errores de unos y otros, esa misma Venezuela hay que recuperarla con esfuerzo, esmero, amor, dedicación, con valores, con fraternidad, con amabilidad, con sacrificios y buenos modales, con responsabilidad y pulcritud, con el recurso más grande que Venezuela tiene, ese que es más importante que el coltán, el petróleo, el oro, el gas o el agua, que es su gente su recurso humano, y la actual crisis lo ha demostrado cuando tenemos unos venezolanos acá y afuera, en cualquier calle de Venezuela o del mundo laborando, brillando y haciendo un trabajo, un servicio de excelencia, gente talentosa, guerrera y de bien, seres humanos con valores éticos y morales.
Perdonen señores lectores hablar en primera persona, pero la Venezuela que recuerdo es la de cualquier colegio, liceo, kínder, unidad educativa, grupo escolar y por supuesto grandes universidades, donde no sólo teníamos buena educación, educación de excelencia, maestros y pedagogos que no sólo formaron o preformaron grandes profesionales sino seres humanos y ciudadanos educados, ponderados, plurales, respetuosos sin importar el status, clase social o adscripción político partidista. Lo he expresado y reitero la Venezuela que recuerdo es una Venezuela incluyente y plural éramos un solo país, Venezuela era única porque en la mesa del almuerzo, o del domingo o en una reunión de cualquier tipo, éramos ante todo “personas” “seres humanos”. De tal manera que en la misma mesa en una partida de domino, o en misa o haciendo mercado, estaban el adeco, el copeyano, el comunista, el masista y jamás la diferencia político partidista implico odios, revanchas, afrentas, como dice el viejo adagio popular todos comíamos en el mismo plato, de tal manera que había cordialidad, respeto, civismo y venezolanidad un valor que merece ser recuperado.
Venezuela es un país inmenso, grande, generoso. A nuestros vecinos latinoamericanos y al mundo entero les recordamos con humildad que este país ha parido grandes hombres, profesionales, científicos, músicos, hombres de fe, escritores, poetas, deportistas y demás. Basta recordar algunos nombres como Teresa de la Parra, Luisa Cáceres de Arismendi, Jacinto Convit, Luis Razetti, Pedro Antonio Ríos Reyna, Teresa Carreño, José María Vargas, Simón Diaz, Andrés Eloy Blanco, José Gregorio Hernández, Rómulo Gallegos, José Antonio Abreu, Andrés Galarraga, Yulimar Rojas, Rubén Limardo, Alberto Adriani, Pedro Rincón Gutiérrez, Rómulo Betancourt, la Vinotinto o el Magallanes. En Venezuela se descubrió la vacuna del mal de Chagas o la orimulsión y otros tantos hallazgos en beneficio del mundo.
Esta Venezuela heroica fue por décadas uno de los países más atractivos, durante décadas seguro, estable y con calidad de vida, además de la generosidad del venezolano, por eso recibimos a tantos colombianos, ecuatorianos, chilenos, árabes, europeos. En este país no sólo hubo trabajo para todo el mundo, además educación en todos los niveles y de calidad para todo el mundo. Esa Venezuela que intento describir o caracterizar no sólo repito había abundancia, no había inflación, había poder adquisitivo, pero sobresalían los valores, el respeto, nuestra industria nacional daba gusto, no solo cubríamos nuestra demanda nacional sino exportábamos de todo, desde mangos, carne, luz eléctrica, pasando por autopartes, pastillas de freno, medicamentos, algunos equipos, en esa época que no es tan distante, debo recordar el venezolano nunca fue extranjero, salíamos a estudiar, a pasear o a alguna operación en Houston, del resto no nos movíamos del terruño.
Tenemos muchos aspectos que hay recordar no para entristecernos sino todo lo contrario, para motivarnos más allá de las circunstancias que a veces son muy duras e injustas. A esa Venezuela hay que parirla de nuevo, hay que buscarla, a que construirla cada día, en cada acción con el concurso de lo público y lo privado, pero fundamentalmente con el concurso de todos los venezolanos. Todos juntos debemos sumar, el país requiere como nunca antes de mucho trabajo, disciplina estudio, sacrificios, esmero, reglas de juego, Estado de Derecho, educación, inclusión, tolerancia, respeto.
La Venezuela actual requiere sinceridad, requiere asumir las carencias y las fallas, requiere un ejercicio de cordura y amplitud, mas no de impunidad en lo que ha sido la manera de saquear y destruir patrimonialmente al país, esa Venezuela que hemos tratado de dibujar de abundancia, de grandezas, de paz, emprendimientos y oportunidades la tenemos a la vuelta de la esquina en la medida en que asumamos los errores, rectifiquemos y volvamos a ser el país de mayor calidad de vida, institucionalidad democrática y gentilicio en toda América Latina. Recuperar a esa Venezuela heroica debe ser nuestra principal tarea como venezolanos.
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