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Ulises vuelve a vivir

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Estuvo en el país de los cíclopes y enfrentó y dio muerte a Polifemo, el poderoso cíclope de un solo ojo y asistió en el país de los lotófagos al insólito proceso de ver borrarse la memoria por comer una fruta. Durante veinte años estuvo viajando por mundo antiguo después de finalizar la guerra de Troya y poner en acción al ingenioso caballo de madera. Sus hombres se convirtieron en cerdos cuando vivieron en la isla de Circe la célebre hechicera. Bajó al reino de la muerte y desafió al perverso canto de las sirenas que destrozaban los barcos y a los tripulantes que osaran pasar por sus cercanías y viejo y cansado fue a morir a Ítaca después de matar a los ávidos pretendientes de Penélope, su mujer, que tejía y deshacía lo tejido solo para desanimarlos.

Me refiero a Ulises, rey de Ítaca su país y ciudad natal, también llamado Odiseo, el mayor héroe de la Mitología Griega y célebrado personaje de la Ilíada y de la Odisea, obras de Homero situadas en lo más alto de la literatura mundial.

También los venezolanos hemos conocido, al igual que Ulises, momentos de gloria y desvanecimientos: padecimos y exaltamos una guerra que nos independizó del peso español y se abrió a un país que toleró o soportó la odiosa presencia de caudillos civiles o militares y cruentas e inútiles revoluciones e invasiones, animadas solo por alguna turbia apetencia de poder hasta que un día en el Barroso zuliano brotó de la tierra un portentoso chorro de petróleo que cambió, eso creemos, el rumbo no solo del país agrario que éramos sino del país que creemos ser.

Pero junto a la caprichosa vida del país hemos caminado con el desconcierto de no saber realmente que vivimos en un país; que no rozamos siquiera la certeza de que carecemos de una conciencia civil. Vivir en un país que quiere ser moderno a toda costa sin lograrlo significa padecer una penosa frustración, equivale a estar de paso y con lento esfuerzo, tardíamente estamos comenzando a reconocer y aceptar que amamos al país, que se trata de una tierra que es nuestra aunque falta mucho por recorrer y lograr, por ejemplo, que el niño que nace en el estado Monagas, Sucre o Anzoátegui sepa quiénes fueron los Monagas, quién es el Mariscal que triunfó en Ayacucho y se entere que Anzoátegui, heróe de la Independencia, nació en Barcelona y murió en Pamplona y fue jefe de la Guardia de Honor de Simón Bolívar.

El día que esos niños conozcan, respeten y valoren a quienes dan sus nombres al suelo que pisan, nacerá el nuevo país que añoramos y Gustavo Coronel se sentirá a gusto porque será un país lleno no de habitantes sino de ciudadanos, gente con conciencia civil un anhelo que anima su cercanía octogenaria. Entonces, dejaremos de andar en desamparo cargando el desconcierto de no ser el país que somos sino el anhelo del país que debemos amar y cuidar.

Es por eso que en un saludable y animado intento por lograrlo surge de entre nosotros un nuevo y moderno Ulises, venezolano como yo, convertido en un grupo de irrepetibles ciudadanos invisibles pero de firme eficacia política e intelectual, comprometidos todos y cada uno con su honor y nombradía con el propósito de crear conciencia civil a través de una educación adecuada y con las llamaradas de ilustración que emanen de sus obras y declaraciones, de sus acciones públicas o privadas y, lo mas importante y sustantivo, del propio valor de sus experiencias y del tesoro de sus vidas. Es el Grupo Ulises creado por Gustavo Coronel, geólogo petrolero de la universidad de Tulsa y de la Central de Venezuela, Master en politología del John Hopkins e ingeniero civil vinculado a la industria petrolera y hombre que dio bases firmes en Pdvsa. Editó un libro sobre la fábrica de ciudadanos que debemos adquirir para enterarnos del proyecto.

Estas son sus palabras: «El Grupo Ulises está compuesto por ciudadanos de la tercera o cuarta edad, 70 años en adelante, quienes piensan que la edad no es obstáculo para estar activos en la sociedad venezolana, proponiendo programas para su mejoramiento. Todos los ciudadanos de la edad estipulada pueden ingresar a este grupo, ya que el único requisito para ser miembro es pensar en algún proyecto de mejoramiento ciudadano que pueda integrarse a una cartera de proyectos cívicos para la consideración de los futuros gobiernos democráticos venezolanos».

Ulises es un grupo al que con viva emoción me he sumado desde su inicio como proyecto viable. No existe físicamente, no hay sede ni estatutos ni reglas inamovibles. Es solo un espíritu renovador, una «fábrica de ciudadanos», un grupo de venezolanos que hacen lo suyo pensando en crear conciencia civil, derrotar apatías e ignorancias, eliminar conductas dogmáticas y ásperos fanatismos.

¡Sabemos que ya somos muchos y seguimos creciendo!

Es es lo que pretende Ulises: ¡que nos ilumine un nuevo resplandor!

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