Admitió que era culpable de «embellecer» su biografía y su currículum, pero dijo que definitivamente nunca fue una drag queen.
O al menos eso fue hasta que aparecieron fotos y videos en Internet de lo que parece ser el congresista republicano George Santos vestido de drag queen durante su juventud en Brasil.
«Era joven y me divertía en un festival», dijo Santos, de 34 años, a un grupo de reporteros el pasado sábado, asegurando que solo era un disfraz y que nunca fue drag queen.
Desde entonces ha circulado evidencia adicional que corrobora aún más que la artista conocida en Río de Janeiro como «Kitara Ravache» es, de hecho, Santos, quien acaba de asumir su cargo como congresista en Washington.
Santos usó Twitter el lunes para calificar de «vergonzosos» a quienes se hacen pasar por él en televisión y luego se peleó con la drag queen Trixie Mattel.
El congresista prestó juramento hace apenas tres semanas, pero ya enfrenta múltiples llamados para renunciar. Supuestamente ha mentido sobre sus títulos universitarios, su experiencia laboral, las finanzas de su campaña, sus acciones de beneficencia e incluso su fe.
También ha afirmado falsamente que sus abuelos sobrevivieron al Holocausto y que su madre murió en el ataque terrorista del 11 de septiembre en Nueva York.
El presidente de la Cámara de Representantes, Kevin McCarthy, dijo el martes que Santos sería destituido del Congreso si el Comité de Ética de la Cámara determina que violó la ley.
Pero las revelaciones de su aparente pasado como drag queen han dejado aún más preguntas por responder a medida, ya que Santos es miembro de un Partido Republicano cada vez más hostil a la cultura drag.
Si bien ningún miembro republicano del Congreso ha abordado directamente los señalamientos de Santos como drag queen, el transformismo se ha convertido en un tema candente en el partido.
Al menos ocho estados han introducido legislaciones respaldadas por los republicanos para restringir o censurar los espectáculos de drag, según el grupo de libertad de expresión Pen America.
Grupos de derecha de todo el país han apuntado contra eventos en los que las drag queens leen historias a niños en bibliotecas, escuelas y librerías, y activistas por los derechos de los padres se han opuesto a los eventos drag, que muchos en medios conservadores afirman están «acosando» y «sexualizando» a los niños.
Moms for Liberty, un grupo conservador, argumenta que los espectáculos de drag queens deben limitarse a «espacios para adultos». «Llevar el drag a las escuelas de nuestros hijos es intencionalmente provocativo. Quieren provocar que la gente reaccione ante esto», aseguran.
La congresista republicana Marjorie Taylor Greene ha dicho que la «agenda» drag está «apuntando» a los niños.
Los críticos de esa posición argumentan que se encuentra dentro de una larga historia de retórica anti-LGBT.
«Es una reacción a 50 años de mayor libertad de vestimenta y mayor visibilidad para la comunidad LGBTQ», dice Michael Bronski, profesor de la Universidad de Harvard que ha escrito sobre sexualidad y política LGBT.
La oposición organizada de este tipo se vio por última vez en la década de 1970, dice, cuando activistas y líderes cristianos evangélicos lanzaron un «pánico moral» que llegó a conocerse como la coalición Save Our Children (en español, «salven a nuestros niños»).
Los opositores de las drag queens hoy en día están empleando la misma «vieja línea de ataque», señala Bronski, pero se enfrentan a una comunidad LGBT que ha hecho avances «inevitables» entretejidos en la cultura estadounidense.
Crecen los ataques políticos contra la cultura drag
Todavía hay pocos indicios de cuál es la posición de Santos, quien se presentó en su campaña como un republicano abiertamente gay, con respecto a la legislación y la retórica antidrag de la derecha, pero ha adoptado otros puntos de conversación anti-LGBT que prevalecen en algunos círculos republicanos.
En 2020, dijo que las parejas del mismo sexo son «un ataque a la unidad familiar» y que los niños criados en esos hogares tienden a crecer «con problemas». También es partidario entusiasta de la ley de Florida que restringe la educación LGBT en las escuelas primarias, etiquetada como «No digas gay» por sus críticos.
Jeff Livingston, un transformista de Long Island, ha actuado durante casi una década en clubes y eventos de cuentos para niños bajo el nombre de Annie Manildoo. A medida que los republicanos aumentaron su retórica contra la comunidad drag, se encontró con más protestas en sus eventos en el último año y, por lo general, ya no se retira de los eventos vestida como su personaje por razones de seguridad.
«El drag se ha vuelto tan común que ahora es un objetivo más fácil», dice. «Cada vez que un grupo minoritario toma cualquier tipo de poder, la mayoría se pone un poco ansiosa al respecto».
Con experiencia en actuación y educación, Livingston también trabaja regularmente en teatros y campamentos de verano. «Hay muchas personas queer que trabajan regularmente con niños de todas las edades sin que surjan problemas, a pesar de la imagen que los conservadores tratan de pintar de nosotros como desviados sexuales», señala.
En la compañía Screaming Queens con sede en Nueva York, Alex Heimberg maneja a más de 100 artistas drag, de quienes dice que tienen más demanda que nunca, desde cumpleaños hasta galas de recaudación de fondos.
«El país está muy dividido (pero) no es que todos odien el drag y estén protestando», afirma.
Heimberg, de 55 años, quien actuó en las décadas de 1990 y 2000 como la prominente drag queen Miss Understood, dice que cree que es hipócrita que los republicanos mantengan a George Santos en el Congreso mientras denuncian el drag.
«Sus fechorías son más importantes que el hecho de que fuera una drag queen», agregó. «El hecho de que fuera drag queen es solo una razón adicional para reírse a su costa».
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