Todos los analistas serios coinciden en que el año pasado fue malo, muy malo para Venezuela y, en consecuencia, para la inmensa mayoría de los venezolanos. La esperanza está puesta en el año recién iniciado. Sin embargo, más allá de las tradicionales celebraciones de todos los meses de enero, todo indica que seguimos en lo mismo. Corremos el riesgo de repetir bastante de cuanto hemos rechazado del año anterior.
No quiero ser pesimista, pero estas líneas pretenden sacudir la conciencia del mundo opositor en general y de quienes habiendo estado identificados con el régimen, empiezan a marcar distancia con críticas de variado calibre hacia un grupo que no está a la altura de las circunstancias que el deber les impone. Esto lo saben propios y extraños.
Para Venezuela continúa siendo indispensable el respaldo mayoritario de la comunidad internacional, pero la responsabilidad de que se mantenga y se incremente depende casi que exclusivamente del mundo opositor partidista y no partidista. Allí está la clave del problema que nos preocupa. Si esto lo aceptamos como válido tenemos la obligación de poner manos a la obra.
De la misma manera hay que entender que la mayoría del pueblo está luchando por la subsistencia personal y familiar. No tiene demasiado tiempo para dedicarlo a la politiquería de “quincalla baratera”, expresión de Rómulo Betancourt, a la que se dedican bastantes políticos de la actualidad. Se supone que esa es la tarea y el deber de quienes son o aspiran a ser sus representantes.
Sin embargo, no podemos estancarnos en la crítica permanente. Algunos necesitamos saber en qué y cómo podemos ser útiles para alcanzar el objetivo primario de la salida de Maduro Moros y su combo de las posiciones que detentan. Esto lo digo sin aspiraciones de ninguna naturaleza. Ya la vida me dio bastante. En mi caso personal se trata de poder devolverle al país, por lo menos, algo de lo que tanto he recibido a lo largo de mi vida personal, familiar y política.
En general no soy enemigo de las primarias para escoger al candidato opositor. Recuerdo que mi candidatura presidencial en 1993 nació de las primarias convocadas por Eduardo Fernández para competir con Humberto Calderón y conmigo. Las gané por amplio margen, aunque luego vino la división del partido y cinco años que desembocaron en la presidencia de Hugo Chávez. Lecciones aprendidas aunque todavía algunos no aceptan o no quieren aceptar las razones del origen de lo acontecido en estos 23 años destructivos material e ideológicamente para Venezuela.
Aunque no lo crean, todavía soy optimista. Este puede ser el gran año para la construcción de la nueva y más perfecta democracia que el país merece. Pero no será por obra del Espíritu Santo. Dios está en cada uno de nosotros. Hacer honor al 23 de enero del 58 es obligante.
@osalpaz
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