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¡Respeta a mi maestro!

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Clases en Venezuela: el reto de estudiar en pandemia sin luz ni Internet

Quizás él pudo enseñarte mucho más que la genuflexión que exiges y el autoritarismo que exhibes como mascarón de proa; condiciones con las cuales ahora haces alardes y ostentaciones.

Te pregunto: ¿por qué el maltrato injusto e inmerecido que le das a mi maestro?

Aunque jamás hayas tenido la mínima preocupación por estudiar y formarte, tu ruindad de espíritu y las nulas ganas de superarte no se las puedes atribuir o endosar a mi maestro; por cuanto, siempre hemos visto al educador —a pesar de los oscuros nubarrones— como ductor de generaciones; por encima de constreñimientos en su vida personal y vicisitudes asfixiantes, que se le tornan a veces difíciles de resolver; todavía así encara el mal tiempo y extiende su amorosidad en el proceso inacabable de transmitir sus conocimientos y saber que sus lecciones son asimiladas por quienes deseamos que continúe siempre aportando sus luces para todos..

Respeta a mi maestro, que podría tal vez, en cualquier evento y momento de la vida, ser el tuyo también; porque nunca se deja de aprender; y fíjate que aflora una inmensa diferenciaciación; un abismo que  separa al estudiante del estudioso. No es lo mismo; y todas tus demostraciones públicas han reflejado —tristemente— que si alguna vez te matriculaste y te llevaron a alguna escuela, tu comportamiento y disciplina debió ser mala y mediocre, y estudioso nunca lo has sido. No necesito mencionarte; porque, así como emergiste del anonimato —y mediante un golpe de suerte te encaramaste adonde la circunstancia te colocó—, del mismo modo te volverás un estropajo de la historia; y todo tú serás de ingrata recordación.

Respeta a mi maestro, quien no ha hecho otra cosa que subsistir para que sus discípulos mantengan la trayectoria indeclinable de propósitos y sueños. Esa hermosa dimensión, cercana a un apostolado, también educa. Tú no lo captas por tu cortedad de miras.

La dignidad que exige mi maestro no constituye un premio de consolación, una petición dadivosa o un obsequio prebendario; solicita recibir en justicia le sea retribuido con creces todos sus inmensos esfuerzos antes, durante y después del aula de clases.

No nos sorprende que no valores o te parezca poco; dada tu marcada e inocultable indigencia cognitiva.

Únicamente te pido que respetes a mi maestro, con quien te cruzarás –pasados los años-en cualquier lugar, y mi maestro aún tendrá la disposición en su palabra y el gesto bondadoso para decirte: ¡yo te quise educar…!

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