El Día del Maestro se ha celebrado este 15 de enero de 2023 cuando el magisterio venezolano vive sus peores días. El país ha tenido educadores eminentes como Andrés Bello y Simón Rodríguez, en la época de la lucha por la Independencia, y Luis Beltrán Prieto Figueroa, en la etapa del establecimiento y consolidación de la democracia venezolana. Bajo la tiranía de Juan Vicente Gómez, se fundó en enero de 1932 la Sociedad Venezolana de Maestros de Instrucción Primaria, la cual en 1936, ya desaparecido el tirano, convocó la Primera Convención Nacional del Magisterio, que creó la Federación Venezolana de Maestros e instauró el 15 de enero como Día del Maestro en Venezuela. Durante la dictadura de Marcos Pérez Jiménez se cambió la fecha de conmemoración del Día del Maestro al 29 de noviembre, natalicio de Andrés Bello, para opacar la oposición que le hacía el magisterio, pero a partir de 1959 se volvió a la fecha del 15 de enero.
Desde el pasado 9 de enero, los docentes están en la calle en protesta contra la crisis de la educación nacional bajo el régimen dictatorial de Nicolás Maduro. Dos investigaciones reputadas dimensionan la magnitud de esa crisis. La primera, la del Centro de Innovación Educativa (CIED) de la Extensión Social de la Universidad Católica Andrés Bello, que revela que la población estudiantil de primaria y bachillerato pasó de 7,71 millones de inscritos en 2018 a 6,5 millones de inscritos en 2021. Una reducción de 15,6%: 1,21 millones (400.000 por año) de niños y adolescentes que salieron el sistema escolar. La caída porcentual en el caso de los docentes es aún mayor: 25%, de 699.000 que trabajaban en escuelas y liceos en 2018 a 502.700 en 2021. En un caso y otro, más de 40% se fue del país. La segunda, la Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi), también realizada por la UCAB, que nos informa que 1,5 millones de niños y adolescentes no se incorporaron al sistema educativo en el año lectivo 2021-2022.
La dictadura de Maduro pretendió “arreglar” las protestas de los maestros con un bono de 580 bolívares para los activos y 405 bolívares para los jubilados que equivale a menos de 30 dólares, lo que no alcanza para comprar comida para una semana, mientras que la canasta alimentaria está cerca de los 400 dólares. Los docentes no gozan de los beneficios del HCM y seguro funerario, se viola su contratación colectiva. Miles de docentes han emigrado del país o buscan otras fuentes de ingresos o en la economía informal.
En su editorial del 16 de este mes, El Nacional comenta: “El Día del Maestro mantiene su impronta de jornada de lucha, para exigir como hace 90 años condiciones laborales dignas y el acceso a una educación de calidad para todos los venezolanos. Para denunciar los salarios de agua con que se remuneran a los docentes y las aulas inundadas por los aguaceros. El desempeño de la gestión educativa del régimen, en el que sale reprobado en cada curso, trasciende el renglón de la remuneración y desnuda una realidad que tendrá severas consecuencias en el futuro de la nación”.
El rector Raúl López Sayago de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador –el mayor centro de formación docente del país con presencia nacional con núcleos repartidos en todo el territorio- ha declarado: “El conocimiento es el mayor recurso en estos tiempos que tiene cualquier sociedad, no el petróleo, no el oro, no cualquier otro recurso natural no renovable. Y el conocimiento se logra es a través de la educación, y la educación la hacen los docentes. En sociedades avanzadas los mejores pagados son los educadores”. La encuesta Enobu realizada por el Observatorio de Universidades informó: “…94% de los estudiantes tampoco recibe beca, mientras que el transporte estudiantil no presta servicio a 93% de los encuestados. Con la casi total eliminación de los beneficios y providencias por parte del gobierno, se violan los derechos sociales y económicos de los estudiantes, se afecta la permanencia académica y se anula uno de los motivadores históricos en el ejercicio de los derechos políticos de los universitarios en Venezuela”.
La protesta magisterial, a todos los niveles del proceso educativo, es otra macabra corona que adorna la cabeza del poder usurpador instalado en el Palacio de Miraflores.
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