Por Jesús Quijada (*)
Existe un viejo refrán que dice: “la mejor defensa es el ataque”, el cual sigue vigente y utilizado en Venezuela entre quienes se adueñaron del poder para saborear su exquisita dulzura, disfrutar de la gloria y riqueza que producen sus dólares, sin jamás presentar méritos, sino solamente su mediocridad. Las estrategias que manejan como ataque planificado y calculado se ubica hacia el continuo desprestigio de quienes por sus críticas a las graves necesidades que vienen sufriendo se ven obligados a reclamar lo que por derecho les corresponde. La cúpula que detenta ese poder no les importa ni se detienen a pensar si quienes hacen estas demandas argumentan motivos de padecimiento de hambre, por su protección y seguridad social, razones legales y constitucionales.
El poder administrado de forma arbitraria siempre tendrá la razón, pero cuando estos recurren a sus fuerzas de seguridad que los sostienen en dicho poder se nota, claramente, su disminución y debilidades, exteriorizando su pronunciado desgaste popular. Aun cuando quieran aparentar lo contrario, se les observa la inconsistente franja de la costura que ya no les sirve, muy deshecha, porque está corroída. Ahí, radica gran parte de la insuficiencia de su capacidad, donde reina la soberbia de la sombra de su mezquindad que le teme al hombre digno, elevando su banal egocentrismo como verdaderos lacayos dueños del poder deshonesto, desleal y autócrata que actúa de una forma voraz. Dicho poder es un lago depravado de vicios donde reflejan sus farsas que infestan la honorabilidad del pueblo inocente que bajo la argucia del engaño los eligió.
Las agresiones desmedidas del régimen contra los educadores no varían, siguen en constante crecimiento. Se les arremete sin tener ningún tipo de consideración, de manera perversa, perniciosa, de ser culpables de la hiperinflación existente en el país. Como si los docentes tuvieran la responsabilidad de los fracasos de la economía, la cual depende exclusivamente de las bondades que genera el petróleo; los ingresos que han entrado al país en épocas de bonanza han sido mal administrados y cuando estos precios del barril petrolero bajan se derrumba totalmente la economía, debido a que no ha existido una política de previsiones para el ahorro, generando una situación crítica terrible, como la que soportamos actualmente. Los amos del poder siempre tendrán que buscar a un malhechor, para convertirlo en su víctima, exponerlo al escarnio público, para luego condenarlo y que pague por los graves hechos de corrupción que los mismos dueños de ese trono han cometido.
La camarilla gobernante, que tiene más de dos décadas con el control absoluto del poder y arruinaron a este país, expresan que las dificultades que han generado miseria y carencias tienen como autores a los maestros, acusándolos de cooperar con un supuesto bloqueo económico, inculpándolos de ser factores determinantes de la devaluación del bolívar y responsables de preparar golpes de Estado. El único golpe que existe en nuestro país es el orquestado por el frustrado modelo político en contra del pueblo, que mantiene a nuestra gente pasando hambre, con los estómagos vacíos, en condiciones deplorables, además de negarles salarios dignos a todo el sector laboral, para que sobrevivan en zozobra. Los maestros no escapan a esta villana agresión, traducida en garrotazos, de los cuales son víctimas permanentes.
En Venezuela, los educadores han demostrado ser férreos consecuentes con sus labores pedagógicas, no abandonan las aulas de clase y el cumplimiento de su deber está más que evidenciado, el nivel de formación de los estudiantes es alto a pesar de las ingratas y deplorables condiciones ambientales en las que trabajan y los escuálidos sueldos que reciben del régimen. Nuestros maestros son sabios e inteligentes, soportan 25 o más años de servicio en un plantel, entregando con esfuerzo y mucha tolerancia sus conocimientos, cumpliendo con un currículo que los domina e intenta mantenerlos atados ideológicamente en las oscuras sombras de un poder que quiere dársela de serio y honrado, pero que funciona encajado en el idiotismo y la mediocridad.
El docente como ciudadano es libre para ejercer su propia práctica educativa, adecuando sus espacios a un proceso de lucha emancipadora que proteja los intereses pedagógicos de los estudiantes, de su institución y los de su contexto, que le posibiliten ampliar su imagen pública, su identidad, donde el talante de su moral, sirva de ejemplo, para abrir las ventanas a nuevas posibilidades de su libertad. El maestro ha ido diseñando su propia gloria a través de sus méritos, jamás se arrodillará al pedestal de los “esclavos de la vanidad” y mucho menos a su hipocresía. Como orientador social abre el camino para la “reconstrucción del espíritu público”, y la realidad de su propia cultura.
Sócrates planteaba que la ciencia y la virtud se confunden en una sola y misma resultante: la sabiduría. Al maestro sus virtudes lo hacen más inteligente, ingenioso, formado, capaz, más ser humano, solidario con sus estudiantes y compañeros de trabajo. Su vigor siempre resplandecerá por las luces de su moral y la altura de su ética y no permitirá que ningún poder lleno de odio mancille su dignidad y desprestigie su honor social.
En el docente siempre brillará su flamante vocación de servicio, por los abnegados valores inculcados en su formación familiar, desarrollados y fortalecidos en su formación universitaria, que lo hacen más humanitario y los contextualiza en su vida pedagógica y social, en su esencia, el apego que profesa por su profesión de manera inquebrantable, es una demostración que ratifica su preocupación por la enseñanza y el aprendizaje de sus admirables estudiantes. Pero el régimen repulsivo lo descalifica y no le perdona que exija y luche por salir de la oscuridad, de la barbarie del esclavismo que lo ha convertido en un servil que lo pretende mantener oculto en las tinieblas de un poder rancio e inmoral.
Ejercer la función docente en las circunstancias de pobreza que se vive en el país es extremadamente duro, es una “cadena genética” de la pedagogía griega, donde los maestros no disfrutaban de pagos a quienes le prestaban el servicio para educar, eran despreciados por la labor que prestaban y expuestos al desprecio social, solo recibían como pago el trueque, generado por sus conocimientos a cambio de comida, lo cual representaba la máxima expresión de la servidumbre, sistema arcaico y colonial todavía vigente en nuestro país.
Desde hace un tiempo, el régimen de Nicolás Maduro mantiene un castigo contra la familia magisterial de Venezuela, pagándoles sueldos devaluados como limosnas con un trato vejatorio y decadente va a ser derrotado porque en la memoria de los educadores existe un legado de lucha imborrable, razón por la cual el magisterio no va a bajar la guardia ni callará su voz de protesta, ni retrocederá en sus exigencias, y más aún, intensificará sus acciones reivindicativas en las instituciones educativas, donde expresará su descontento en las calles, demostrando que va a continuar resistiendo con valor y fuerza, manifestando su calidad humana, y jamás claudicará en su incesante lucha contra un patrono opresor que se niega a darle soluciones a los problemas económicos, y que han mermado su calidad de vida.
Ante ello, los docentes reclaman que se les cancelen sus salarios al precio de la canasta básica, la cual está calculada y analizada por estudiosos serios de economía en el orden de 600 dólares mensuales, como ingresos mínimos por tan importantes labores en el plano de la sociedad venezolana, pero que a su vez representa el salario que se necesita para afrontar la alimentación y gastos complementarios en un país que está completamente ajustado con la moneda extranjera.
Es por ello que, para salir del foso salarial donde se encuentra, el magisterio necesita cohesionar e integrar en su lucha a todos los sectores de la sociedad. Ese apoyo es valioso e indispensable. Despertar la conciencia de la gente es la tarea inmediata de todos los sindicatos y federaciones. Es la única vía para que el Estado-patrono entienda que la sabiduría del maestro está por encima de la degradada moral del régimen. Construir esta unidad no es fácil, pero debemos tener fe y esperanza y creer en la divinidad de un milagro para salir de esta infame pobreza.
Es condenable la ingratitud del régimen, expresada en el odio que hierve en los corazones de su camarilla burocrática, que injuria y condena con la fuerza a los maestros a seguir viviendo en las tinieblas de la miseria, razón por la cual tales acciones totalitarias no podrán hundir ni desaparecer al gremio educativo, así como tampoco sus saberes podrán ser sepultados.
*Docente y dirigente gremial.
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