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Davos: inflación, volatilidad y conflictos geopolíticos encabezan los grandes riesgos en 2023

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Después de tres años, la élite mundial, empresarial y política se vuelve a reunir en la ciudad turística de Davos, Suiza, con la consigna “Cooperación en un mundo fragmentado”.

Dos de cada tres economistas jefes de los sectores público y privado encuestados por el Foro Económico Mundial prevén una recesión global en 2023, dijo este lunes el organizador de Davos.

La directora gerente del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Georgieva, predijo a principios de este año que un tercio del mundo entrará en recesión. Y advirtió que este será un año más difícil que los 12 meses anteriores, pues los principales motores del crecimiento se enfrentan a un debilitamiento de la actividad. “Las tres grandes economías, Estados Unidos, la Unión Europea y China, se están desacelerando simultáneamente”.

La mitad de los países de la UE entrarán en recesión en 2023 y por primera vez en 40 años el crecimiento de China ―la segunda economía mundial― no superará probablemente el crecimiento mundial. En medio de la pandemia, Xi Jinping pone fin a su política de cero covid. Incluso, muchas naciones que no están en recesión este año la sentirán como si lo estuvieran. Y los mercados emergentes y las economías en vías de desarrollo podrían verse devastados por el aumento de las tasas de interés en el mundo.

Este lunes, en Davos, la firma internacional PricewaterhouseCoopers divulgó los resultados de la encuesta hecha entre 4.410 líderes empresariales en octubre y noviembre del año pasado: 73% predijo que el crecimiento mundial disminuiría en los próximos 12 meses. El resultado fue el peor desde que la consultora comenzó a realizar estos estudios en 2011. Dos de cada cinco expresaron incluso su preocupación por que sus empresas no duren una década.

Estas proyecciones limitan la capacidad del régimen de Nicolás Maduro de hacer los ajustes necesarios para que la economía venezolana vuelva a buscar el llamado círculo virtuoso.

La estrategia de desmonetizar la economía, desplazando al bolívar de su condición de moneda para las transacciones de bienes y servicios por el dólar, lo tiene entrampado. Porque esta política depende de la capacidad de la economía de seguir generando divisas, lo cual en el caso venezolano es precaria dada su alta dependencia de las exportaciones petroleras y poco acceso a la banca internacional para recibir préstamos, así como la emisión de deuda. Según el Emerging Markets Bonds Index del banco JP Morgan, Venezuela cuenta con un riesgo país de 43.309 unidades, el peor de todos.

Desde agosto la intervención del Banco Central para estabilizar el bolívar no le ha dado resultado. Cree que puede manejar el mercado con las divisas generadas por las actividades ilícitas, que representaron 20% del PIB del país en 2021, calculado en 43.440 millones de dólares, más las remesas.

Por ello, Maduro insiste en el desbloqueo de los activos congelados en el extranjero, para paliar la situación de divisas internamente, llegando al punto de amenazar la continuidad del diálogo en México.

Además, el negocio con Chevron tomará tiempo para ver el impacto en la economía porque restablecer la máxima producción de los campos que opera a través de Petroboscán y Petroindependiente en el estado Zulia, y Petropiar y Petroindependencia en la faja petrolífera del Orinoco, requieren de inversiones por el orden de los 10.000 a 12.000 millones de dólares.

Las primeras dos semanas de exportaciones de petróleo se observa que fueron enviadas a China (381.000 barriles diarios), Estados Unidos (49 mbd) y Cuba (46 mbd), según la agencia TankerTrackers.com. Cuba también recibió un cargamento de Rusia de 48 mbd, lo que permite especular que la isla está comercializando el crudo venezolano con jugosas utilidades para los involucrados, pues los 94 mbd que se le envían superan la demanda de la refinería de Cienfuegos.

Las protestas de los empleados públicos en agosto del año pasado, reclamando los salarios de hambre, así como el instructivo que violaba las paritarias quitándoles beneficios, obligó al régimen a ceder en las solicitudes del sector público e imprimir bolívares. A partir de ese momento, la tasa de cambio del dólar ha venido subiendo constantemente.

En este momento tenemos una situación similar. Los salarios en bolívares no alcanzan para cubrir las primeras necesidades de la población. El magisterio salió a protestar a pesar de las amenazas de los grupos paramilitares adeptos al madurismo, conocidos como colectivos. Un indicativo de que están sintiendo la presión del pueblo. Saben que no tienen soluciones a la mano ni en el corto plazo.

Haber acabado con el interinato dejó a la oposición sin rostro. Los dirigentes de Acción Democrática, Un Nuevo Tiempo y Primero Justicia no han acompañado las protestas abiertamente por el temor a ser acusados de golpistas.

El 2023 coloca a Maduro en la disyuntiva de tener que definir su narrativa. Las causas de la crisis en Venezuela ya no pueden achacárselas a Estados Unidos. Esto podría debilitarlo políticamente luego del excelente año 2022 ―dominó la negociación a su antojo―, por lo que recurrirá a la guerra psicológica de intimidación y miedo. En esta ocasión con el argumento de traidores, entre otros.

La inflación, la volatilidad macroeconómica y los conflictos geopolíticos, señalados en Davos como los grandes riesgos del período que apenas comienza, agravarán las protestas por las reivindicaciones sociales del pueblo venezolano, que cada vez le tiene menos miedo al aparato represor. Un enfrentamiento que se puede tornar muy peligroso, tomando en consideración que Maduro ahora se siente guapo y apoyado por los gobiernos de Colombia y Brasil.

 

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