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La FACH ¿es bolivariana?

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Simón Bolívar nació rico, regaló su fortuna y murió tuberculoso, en exilio forzado y camisón prestado. Recibió educación diversa; la formal de Andrés Bello le dio gramática y disciplina legalista, la masona de Simón Rodríguez le sembró principios libertarios de origen universal. Su vida militar de treinta años muestra genio estratégico natural y capacidad para corregir errores. En pleno caos bélico independentista con sus distintas crisis terminales que exigían decisiones drásticas, entre múltiples episodios por demás polémicos, comandó a su derrotado ejército en “la emigración a oriente” con 20.000 sobrevivientes caraqueños en miseria total dejada por el terremoto, y también escapar del victorioso cruel asturiano José Tomás Boves. Otorgó libertad a sus esclavos heredados. Confirmó la sentencia del Consejo de Guerra que fusiló al prócer patriota Manuel Piar y comentó: “Ayer ha sido un día de dolor para mi corazón. El general Piar fue ejecutado por sus crímenes de lesa patria, conspiración y deserción”. Su controversial Decreto de Guerra a Muerte excluye a los realistas nacidos en América y contiene alguna oferta de amnistía, pero dicta el exterminio de los sometidos en batallas. No eran tiempos de guerra con límites que protegieran los derechos humanos de disidentes activos ni pasivos. Esa es una conquista legal moderna que vigila conductas del vencedor, el cumplimiento estricto de normas civilizadas con respeto al adversario, proceso testificado a derecho en tribunales confiables. Culminada la gesta libertadora, su patria es tierra arrasada y casi vacía. Paga los heroicos servicios de sus militares paisanos que lo secundaron en tanto sacrificio otorgándoles terrenos ya sin amos, y funda un nuevo régimen de dueños castrenses que tienen por meta resucitar la nación mediante una urgente productividad agropecuaria.

La Fuerza Armada chavista (FACH) es el poder que sostiene al régimen y no viceversa. Nace de jóvenes pobres y de clase media en ascenso inspirada en los delirios castrocubanos de un soldado narcisista y su pandilla, hijo de maestros rurales, paracaidista sin estudios ni méritos especiales. Hoy su familia es de alta boliburguesía.

Es un proceso conspirativo y terrorista llamado revolución continuadora del ideario bolivariano que elimina a las Fuerzas Armadas Nacionales obedientes a la normativa constitucional democrática, calca el castrista culto sumiso al Comandante Presidente y siembra la guerra fratricida en plena crisis partidista de un ciclo democrático perfectible en desarrollo cívico productor. Así regresa el tradicional militarismo, primero con un golpista en corbata que se reuniforma desde el trono para crear una secta de medallas soleadas. Es tiempo de “paz armada” sin enemigos foráneos, multimillonarias compras corruptas de armamento sin control estatal para enriquecer a la nueva casta propietaria que destruye al país independiente y lo vende al invasor de comunismo neosoviético a través de expropiaciones, despidos masivos, fin de la libre empresa en lo económico, educativo y cultural, control de universidades y medios de comunicación. Centralismo totalitario. Cárcel, hambruna, tortura, pestes, enfermedad, matanzas, ejecuciones, delincuencia oficializada con sustento del robado patrimonio público petrolero, del oro y demás valiosos minerales, hoy en agonía, sustituidos por el narcocrimen organizado. En la masacre de El Junquito liquidan a uniformados rebeldes, más de 300 militares en disidencia están presos bajo torturas y van 20 años de barbarie contra el indefenso pueblo.

Venezuela posee historiadores de alto nivel con investigaciones expertas en calibrar verdades comprobadas y mentiras consagradas. Es hora de sacar aulas y academias a la calle para divulgar cómo por casi dos siglos el poder político de turno ha manipulado el ingenuo y popular culto bolivariano, mostrar hasta qué grado, ahora, sin derecho, pena ni perdón, el generalato –sociópata cúpula fachista– de componentes robots (GNB, PNB, milicias, colectivos, etc.) usurpa y desprestigia mundialmente la imagen del Libertador en cuyo nombre practica y exhibe sus delitos patrioteros.

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