Rimbaud
Busco a Rimbaud
por las esquinas de Bruselas
con su rostro de niño díscolo.
A él, que pintaba
de colores las vocales,
que escribió un poema
sobre el Boulevard du Regent,
la misma calle donde hay
una librería llamada
nada menos que Filigraines,
y donde se alza
la Embajada americana,
blindada con alambres y tanquetas,
atrincherada en sus guerras
y sus invasiones.
En este mismo Boulevard du Regent
un día se detuvo
Arthur Rimbaud
a pensar un verso.
Fue otro mes de octubre,
el de 1870,
cuando escribió aquello
de que nadie es serio
a los 17 años.
Cuando caminaba ocioso
por Charleroi,
donde sabemos que dedicó
un poema a un grabado
de solo 35 centímetros.
Iba por ahí, también lo sabemos,
con las manos en los bolsillos rotos,
porque no hay mayor libertad
que meter las manos
en los bolsillos perforados
y echar a andar
solo con un silbido en los labios.
Charleroi es hoy
un aeropuerto para vuelos de saldo
al sur de Bruselas,
una pista de aterrizaje
a un kilómetro
del abismo final de Waterloo,
del túmulo con un gigantesco león
que recuerda que allí,
en 1815,
Napoleón bajó la persiana
de su Imperio.
Por este Charleroi de oferta,
en octubre de 1870,
paseaba Arthur Rimbaud
bajo las mismas nubes
de vientre de ballena,
desgastaba los botines
en las piedras de los caminos
de Bélgica,
mientras soñaba
metáforas imprevisibles,
mientras barajaba
en su cráneo
palabras que nunca antes
habían estado juntas.
**
Deseo de ser piel roja
Lo que daríamos, Franz,
por haber escrito un solo apunte
de tus Diarios.
Ni siquiera aspiramos ya
a una Metamorfosis,
un Proceso, una América.
Bastaría tan solo haberse asomado
durante un instante mínimo
a las líneas de un único párrafo.
Si uno pudiese, Franz,
ser un piel roja siempre alerta,
cabalgando sobre un caballo veloz
a través del viento.
Escribir,
aproximarse a la literatura genuina,
debería ser algo así,
cabalgar sobre la pradera rasa
hasta que desaparezcan las crines
e incluso la cabeza del caballo,
y quedarse solo frente a los últimos átomos.
**
Rosalía
Desde Rosalía
mojamos en la propia sangre
la dura pluma,
rompiendo la vena hinchada,
y escribimos
sin saber muy bien por qué,
sin saber aún para quién.
Seguimos desde entonces escribiendo
con la propia sangre,
tumbado el yo sobre la página,
hasta dejarnos las entrañas,
verso a verso,
en libros invisibles.
_____________________________________________________________________________
Poemas para Flash Gordon
Luis Pousa
Editorial Reino de Cordelia
España, 2017
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional