El cine venezolano ha reconquistado la cartelera, con 27 estrenos en 2022, pero no todo lo que brilla es oro en su desempeño anual.
Salvo los éxitos de taquilla de Exorcismo de Dios y la consistencia en el negocio de la firma de Jackson Gutiérrez, las películas nacionales desfilaron por las salas ante la indiferencia del gran público, asolado por la crisis de la que poco hablan los influencers.
Por lo general, la crítica es también apática a la llegada de cualquier filme nacional, por no decir directamente perezosa para estudiar su repercusión estética y económica.
Se puede atribuir a diferentes factores externos, incluso al poco interés que despiertan las producciones locales, pero no es menos cierto que los periodistas de la fuente o reseñan con superficialidad, sin meterse en problemas, o fingen ignorar que nada pasa por aquí, que merezca atención, para concentrarse en los lanzamientos internacionales.
Además, se opta por la autocensura o la ley del silencio, a fin de evitarse roces en la aldea, miradas de odio en los festivales, ajustes de cuentas, venganzas y exclusiones.
Las represalias se conocen, pueden ponerte en boca de ciertos autores arrogantes que no saben lidiar con la crítica, a no ser para trollearla o denostarla si hacen el trabajo, señalarla por redes sociales, acusarla con su mamá y papá como Kiko, o ensalzarla cuando les dedican una nota elogiosa.
De resto, la relación entre crítica y cineasta, sigue siendo tensa en el país, lo que ha provocado distanciamiento, la ampliación de una brecha, la extensión de una grieta, la prolongación de una guerra fría, sintomática de la polarización.
Por fortuna, existen espacios tradicionales y alternativos, como de festival, donde se busca reconciliar y reencontrar al medio. Son pocos, pero se aprecian: Mérida, los festivales de Trasnocho, el Grito, el certamen de la Crítica, la competencia de cortos de Local, etc.
Un cuestionamiento o queja que suelo recibir de los espectadores, con alguna razón, es que no tienen acceso a las cintas vernáculas, que se enteran tarde, que la información no está llegando, lo cual requiere una revisión del gremio, pues no estamos comunicando el mensaje como corresponde.
Ya no es suficiente con la premier, como antes, tampoco con que los influencers aliados asistan y publiquen historias por trámite.
No alcanza con saturar de spam a tus contactos por Gmail e Instagram, invitándolos a que asistan a juro a tu estreno, cuando es uno más de la semana por cubrir, con gastos que corren por cuenta del reportero.
Hagamos la cuenta por lo bajito: 3 dólares de estacionamiento, transporte (promedio de 3 a 10 dólares incluyendo la gasolina), hidratación y alimentación (de 3 a 5 dólares), más el combo en la sala (si pega el hambre). Calculen entre unos 5 y 20 dólares por estreno. Multipliquen por 27, solo por películas nacionales. Se hace inviable, insostenible en Venezuela.
En el 2023, se tendrán que activar otros mecanismos para que los periodistas cubramos la fuente, como mandar los links privados de las películas por Internet. Y se asistirán a ciertos eventos puntuales.
Mientras tanto, el sueño de contar con un servicio de streaming con parrilla hecha en casa, ha quedado en el limbo de una serie de proyectos inconclusos y limitados.
En el medio del año, la veintiúnica discusión que prendió, fue la de la selección de la película que nos representó en el Oscar. Terminó en dimes y diretes, un diálogo de sordos, con nadie cediendo un ápice y reforzando sus posiciones, desde el egocentrismo de las redes sociales.
Válido que se haya encendido el debate, muy pobre el nivel argumentativo de varios involucrados que se limitaron a hacer llamados a la moral y al respeto de una identidad nacional, que no solo no existe ya por la diáspora, sino que el mundo y la realidad se han encargado por dinamitar y diluir en un cine sin fronteras.
Cualquier sea el caso, independientemente de la exigua calidad del rifirrafe, esperamos que haya sentado las bases para que no se repita, de cara a futuras campañas que empiezan mal de ser llevadas de la misma forma.
No podemos patear la mesa a cada rato, si los resultados son adversos, cantando fraude como en una elección que si pinta para estafa, pues mejor abstenerse de participar.
Fue positivo que Mérida volviera a su sede natural en la región andina.
Posibilitó el encuentro, ofreció un palmarés para la consideración y el debate, aportó las victorias de Yo y las bestias, Jezabel, Exorcismo y el documental Crudo. Sin duda, las mejores piezas de la selección.
Cumplo con recordar que así como todos fuimos incluidos en el festival, tal diversidad no puede ser opacada por las ceremonias de apertura y clausura, bajo el protagonismo excesivo e histriónico, populista y personalista, de las autoridades del gobierno.
Se agradece que el CNAC apoye y haga su trabajo, que el régimen relegó en el pasado, pero ello no es excusa para robarse el show, al estilo de un gobernador provinciano, cuando los focos deben ir en dirección de las estrellas que son los artistas invitados y premiados.
Cuestión de moderar la costumbre de centralizar y acaparar la vocería de los foros públicos.
Hablando del tema de los entes rectores y de las instituciones, punto a favor de estrenar sin cortapisas y trabas.
Acertada la política de reunificar, de abrir canales de intercambio simbólico y cultural.
En tal sentido, es evidente que la Villa ha acusado recibo, después de fracasar con una seguidilla de productos de encargo y propaganda.
Se ha rectificado en 2022, al ofrecer títulos dignos de investigación como Destello interior, Bromelia y Especial que proponen reflexiones sobre asuntos urgentes, con una calidad de producción que conecta con las aspiraciones de la audiencia. ¡Sigan por ahí!
En cuanto a la diáspora, las noticias fueron las mejores. La delegación mexicana nos brindó cuatro cintas para la posteridad: La Caja, Jezabel, Exorcismo de Dios y Yo y las bestias.
Tengo diferencias en cuanto al enfoque de los personajes femeninos de Jezabel y Exorcismo. Las he expuesto en varios post. Creo que se puede revisar el caso, sin necesidad de someterlo a una defensa intransigente.
De cualquier modo, como crítico, reconozco la fortaleza estética y la madurez audiovisual de Jezabel y Exorcismo, logrando un acabado que seduce a críticos y espectadores.
La Caja y Yo y las bestias entran pronto a la cartelera, y expresan la contundencia de sus creadores a la hora de tratar dilemas complejos, con inventiva y solvencia narrativa.
Así que invitamos a que las descubran en las salas.
El 2022 confirmó que el documental es el género más robusto en el milenio, de acuerdo con su contenido y forma.
Verbigracia sumamos tres largometrajes destacados en el año: Crudo, CAP inédito y Free Color.
Si antes un documental vendía hasta 100.000 boletos o 30.000, en la actualidad su techo es de 3.000.
Por igual, las cintas nacionales de ficción aspiran a explotar un mercado reducido de entre 1.000 y 10.000 boletos, salvo la excepción de Exorcismo y las propuestas guerrilla de Jackson.
Al respecto, la saturación de filmes de un mismo director, una de las tendencias del año, agregan color a una gesta o a un récord personal, que se estima, pero generan un efecto de agotamiento de marca que de individual pasa a colectiva, afectando el rendimiento del cine nacional en su conjunto.
Se debe ser más estricto con la programación y la curaduría, desde CNAC y las empresas de exhibición.
Distribuidores, productores, críticos y cineastas deben velar porque las películas no solo lleguen a las marquesinas, sino porque le aporten un negocio sustentable a la industria.
Nos late que, de manera demagógica, se está estrenando de todo por estrenar, para simular prosperidad, como en una etapa superada de Farruco Sesto con sus megaexposiones sin filtro y curaduría, que mataron la pasión por asistir a un Museo en Venezuela.
Urge que los expertos de las comisiones y las mesas de trabajo enseñen a los cineastas ansiosos, que estrenan como postean, que la cartelera no es un canal de Youtube personal, en el que montar todo el archivo acumulado en pandemia.
Porque es que ni los familiares tienen la ocasión de llevarle el trote y el ritmo.
Ni qué decir de los críticos que sufrimos de burn out, que estamos fatigados de ver trabajos subestándar y experimentales, mal cuajados.
Con uno solo basta.
Es que no lo aguanta ni Spielberg un ritmo de 3 o 4 películas por año.
Así que moderen el ego, porque da lugar a un abuso de la comunicación, típico en el país de las cadenas.
Por Chile y Colombia, se nos asombró con tres títulos: Crudo, Escisión y One Way. Cada una aportó lo suyo, elaborando nuestro desgarro y desencanto, a partir de historias íntimas que nos interpelan.
Lo peor de 2022 vino por el lado de Me vendí, Hotel Providencia e Hijos de la tierra, unos culebrones pasados de moda e inverosímiles, con actuaciones que dan pena ajena.
Películas así cortan la nota y desestimulan al espectador.
27 películas por año son demasiadas para nuestra demanda. Es obvio que el 2023 exige rigor en la programación.
Ya el punto se hizo en el 2022, el punto de honor, y el punto económico como espacio reconquistado.
Vamos a enfocarnos ahora en diseñar un competitive, una parrilla de puro lomito que incentive a la audiencia. Poco a poco.
Mi propuesta: un estreno nacional, bien currado y promocionado, por mes.
No cualquier chorizo puede ir a la cartelera.
Así se mata una industria, canibalizándose y diluyéndose hacia abajo.
Con dos o tres películas venezolanas por mes, ya vimos que la masa del bolsillo del consumidor no está para semejante bollo.
Por 12 películas en el 2023, que nos emocionen y nos inviten a comprar el ticket. Ya tenemos 2 en cola: La Caja y Yo y las bestias.
Por favor, no bajemos el nivel.
Metan plata en la publicidad, hagan una campaña con cortos y making como en la época de Juan Carlos Lossada, inviertan en vallas y muévanse en la plataforma para hacerse visibles, no solo por Twitter o en festivales, sino en la calle y las salas, cuando hay estrenos. Allí es que se bate el cobre, hermanos.
Recuerden que estrené El año de la persistencia con Malena Ferrer, y que si no estamos encima de la película en las salas, durante un mes, la hubiesen visto cuatro gatos.
Fájense con la promoción creativa por Tik Tok, que es la nueva cosa. Pueden preguntarle a Jackson, que ha hecho un tremendo trabajo por ahí.
Mi consejo es que no tiren la toalla.
Pregúntenle a Jabes que se fajó durante el estreno de Jezabel por Instagram. O hablen con Alejandro Hidalgo, o conversen con Edgar Rocca que no descansa.
Olvídense de las viejas estrategias del tráiler, el afiche y la premier VIP. Ya no funciona así.
Hagan videos bonitos para Reels. Generen conversación. Organicen cineforos, vayan a las universidades, dicten charlas en colegios privados y públicos, suban cerro, obsequien, rifen, impriman franelas.
El 2022 fue un primer paso, después de pandemia.
Que no sea un paso en falso en el 2023.
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