En los saltos que da nuestra historia aparecen nuevas realidades, oportunidades que tenemos que encarar, conocer y exprimir en el mejor sentido para nuestro país. Es el caso del sector que los economistas han llamado “alimentos” con ello se refieren a todo el trajín que ocurre en el sector agrícola, pecuario, agroindustrial, piscícola y en todas aquellas ventanas que se abren cada día como nuevas oportunidades de crecer, producir y con ello responder a las acuciantes necesidades de los venezolanos, entre ellas el turismo ecológico, la hotelería rural, la confitería, ron, chocolate, la observación de fauna por organizaciones mundiales de aficionados, etc.
El llamado sector “alimentos” se coloca en la punta por su posibilidad casi inmediata de reaccionar y desplazar en sus posibilidades al petróleo por primera vez en nuestra historia, una industria de futuro incierto porque la renovación de la oferta de nuevas energías ya es una realidad al corto plazo. Alimentos significa además una ruptura en lo inmediato con la angustia del vaivén de los precios del mercado petrolero y una redirección de nuestra mirada hacia adentro del país. Este sector tiene en estos momentos como ningún otro las posibilidades de ensancharse y producir más, no solo por la extensión de la frontera agrícola sino también por la aplicación de nuevas técnicas, por el reconocimiento y rechazo de la experiencia traumática que dejamos atrás, expropiar, atentar contra las empresas que aportaban buena parte de sus productos a los consumidores venezolanos.
Las ventajas que tiene este sector en primer lugar se deben a la posibilidad de crecimiento sin límites de productos básicos, directos al mercado y por la infinita variedad y nuevas modalidades de procesamientos, conservación de alimentos que pueden enriquecer la oferta a los consumidores, como vemos en los estantes de los mercados en los países desarrollados. La exploración de nuevas líneas de producción en materia piscícola es ilimitada en nuestra costa Caribe. Basta aprender de experiencias exitosas como la ocurrida en Chile con la industria del salmón, ellos evaluaron sus condiciones y oportunidades naturales, decidieron, pidieron ayuda a países expertos en la materia como Japón y crearon una nueva industria que hoy inunda nuestros mercados con su excelente producción. Es de suma urgencia utilizar los conocimientos y experiencia acumulada durante décadas en manos de los productores de todas las regiones naturales, la Región Andina, la Región de los Llanos, la Región Amazónica, la Región Caribeña con sus amplias costas plenas de riqueza casi inexplorada en materia de alimentos procesados del mar que constituirían una muy eficiente aporte a la dieta del venezolano capaces de generar una respuesta rápida a la situación de desnutrición que afecta a muchos sectores y especialmente a la infancia. Basta pensar en las posibilidades de procesar y producir una gama de productos nuevos a partir del procesamiento de nuestra “castaña oriental” que hoy ofrecen los productores en las carreteras de oriente solo con un tratamiento básico: “sancochar” mientras en España es la fuente de ingresos de miles de productores y procesadores.
No podemos ser ingenuos, el sector “alimentos” afronta un peligro fatal, si el régimen actual obtiene o accede a nuevos recursos, la importación masiva de alimentos puede ser la base de políticas populistas, compra votos, ampliadas que busquen el apoyo popular con base en el suministro de alimentos baratos, financiados con recursos petroleros que debieran aplicarse a la electrificación, recursos hídricos, educación, salud, mantenimiento del mobiliario urbano, circunstancia que podría tener efectos destructores para el sector alimentos al corto plazo y totalmente nocivos para la economía al mediano y largo plazo pues se distraerían los recursos necesarios para resolver problemas cruciales hoy en situación crítica como los servicios básicos: electricidad, vialidad, riego, acceso al agua potable y se exterminarían las oportunidades de empresas y comercios hoy en pie sirviéndole al país.
Para que el sector alimentos pueda materializar esta gran oportunidad histórica es imprescindible que las organizaciones de los productores asuman el liderazgo que les corresponde. Es imprescindible reforzar la capacitación de los agricultores, abrir la vinculación con los organismos que a nivel mundial están comprometidos, apoyan y financian el desarrollo del sector alimentos. Este reclamo de liderazgo significa entablar una relación distinta con el sector público. Estas instituciones deben potenciar su músculo organizativo, ser responsables de temas vitales como el acceso a insumos, materiales, maquinarias y servicios vitales para el desarrollo de alimentos, actividades y decisiones que crean restricciones y dificultades si se emiten desde oficinas del gobierno sin vinculación con los productores, medidas que al final frenan u obstaculizan el crecimiento económico del sector. La dirección de las instituciones -es necesario exigir- debe colocarse en manos técnicamente competentes, capaces de dictar las medidas que favorezcan, que no entraben y agilicen los procesos productivos. Basta de aceptar en la cabeza de las instituciones del sector alimentos a funcionarios con cargos obtenidos por favores, muchos provenientes de las fuerzas armadas, no respaldados con capacidades. Hoy tenemos un parque de maquinaria agrícola colapsado, sin posibilidades de reposición, carencia total de asistencia técnica, sin programas de formación para el trabajo agropecuario, un sector signado además por un acceso traumático a insumos claves como el caso de las semillas, motores para pescadores, situaciones posibles de solucionar en manos competentes.
La condición fundamental entonces será que los productores a través de sus organizaciones se conviertan en la entidad desde la cual se definan y negocien las principales medidas que rigen al sector, no más medidas de control inconsultas de precios, importaciones, acceso restringido a insumos, subsidios alimentarios y trabas a la asistencia técnica, que impidan el surgimiento de una oferta exportadora resultado del conocimientos y aspiraciones de los propios productores.
En Venezuela se ha vivido la amarga experiencia de ver a millones de ciudadanos abandonar el país por creer que no existen más oportunidades, porque se han sentido impotentes ante la necesidad de alimentar a sus familias mientras las amplias fronteras de la producción de alimentos, en la agricultura, en el mar, en los laboratorios agroindustriales tratan de sobrevivir bajo conducciones inexpertas, de espaldas a la existencia de mejores prácticas y grandes oportunidades que hoy disfrutan países como Nueva Zelanda, Países Bajos, Perú , Chile, sitios donde han sabido combinar la experiencia de sus productores, procesadores, tecnólogos, de sus condiciones naturales con el afán de producir y generar riquezas por parte de sus organizaciones, en sociedades que lo demandan con urgencia.
Por lo pronto, el sector tiene que descansar en la conducción de sus organizaciones de productores, en la dirección técnica de civiles expertos en el desarrollo de una actividad productiva e industrial capaz de generar empleos de forma rápida, eficiente con salarios y rentabilidad crecientes, basados en la utilización de sus recursos internos y en apoyo internacional. Es el momento para que las organizaciones de productores se hagan sentir, y coloquen a las oficinas gubernamentales como centros de respaldo y apoyo del desarrollo de este nombrado sector “alimentos”, condición básica para tener un Estado al servicio del ciudadano y no al revés. La oportunidad es de oro.
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