La actualidad está signada por el advenimiento de la teoría posmodernista. Al aproximarnos al trabajo del filósofo, político y catedrático italiano Gianni Vattimo (Turín, 1936) podemos entrar en contacto con su hipótesis sobre el fin de la modernidad; de acuerdo con su opinión hoy es incuestionable el fracaso de la racionalidad ante el universo contemporáneo y con ello se ha puesto fin a ese ciclo. Para los estudiosos, en el mundo moderno la ciencia y la educación en sí mismas iban a producir el progreso social global; es de lamentar que ese adelanto no alcanzó a todos los humanos, con lo que se echa por tierra el principal mandamiento del modernismo: el florecimiento de la nueva humanidad. Los textos de este autor nos presentan una nueva codificación del hombre ante los retos que marcan el presente. Tomando como referencia la obra de Friedrich Nietzsche (1844- 1900) y de Martin Heidegger (1899-1976), Vattimo presenta una serie de pensamientos que generan un interesante y necesario debate sobre el ser y su realidad.
En la filosofía moderna la cronología es el origen de todas las cosas y el hombre tiene como destino el progreso. Si nos detenemos a reflexionar ante esto, nos debemos preguntar lo siguiente: ¿quién ha escrito la historia?, ¿los pueblos africanos que fueron sometidos a la esclavitud y desposeídos de sus riquezas, ¿las naciones que fueron desmembradas?, ¿los países de América hispana?, ¿las culturas que fueron obligadas a convertirse estados sin ninguna conexión entre sí?
Durante siglos la crónica fue recopilada desde una perspectiva eurocéntrica, sustentada en una sola explicación: el rasgo de civilización era impuesto con hegemonía por los europeos, específicamente por una clase social que, desde una autopercepción filosófica moderna, se creía que estaba predestinada para dar el progreso a toda la Tierra. En tal sentido, esta configuración determinaba que la historia tuviese una noción progresiva y unitaria. Es en este punto que Gianni Vattimo señala que la historia no debe ser única y que el carácter eurocéntrico no se corresponde con los principios de una ética que confronta a los valores morales y las reglas de las cohesiones sociales del mundo contemporáneo derivadas del raciocinio moderno.
No es hasta bien entrado el siglo XX que surgen alternativas en la narración oficial de los hechos, permitiendo desde distintas lecturas analizar al hombre y a los procesos que han hecho al pasado y presente, rompiendo así con el concepto de modernidad, el cual le pertenecía de forma excluyente y era el testimonio de dominio de una élite. La historia la validan los victoriosos, es decir, quien domina proyecta su pensamiento y justifica su accionar gracias a la instrumentación de lo histórico como herramienta para la construcción de estructuras y la manipulación social.
Al existir una variedad de interpretaciones, el ideario del progreso fracasa, ya que en su concepto el fin último de la comprensión histórica es el desarrollo y, al no existir un único relato, ocasiona que el esperado crecimiento unísono de la teoría moderna carezca de objetivo.
Un factor determinante para el cambio sustancial en la interpretación de las distintas realidades es la aparición de los grandes medios de comunicación en la década de los años cincuenta del siglo pasado. Hasta entonces el dominio de la información la ejercían los estados y la masificación, primero de la radio, posteriormente de la televisión, medios que jugaron un papel importante porque abrieron las posibilidades de múltiples apreciaciones,y finalmente de internet, expuso una diversa variedad de criterios, opiniones y reacciones de un mismo acontecimiento. Esto significó una transformación de la realidad gracias a multiplicidad de interpretaciones pero, de acuerdo a la inobjetable evidencia, en el presente existe, sin precedente alguno, una amplitud del espectro de los mensajes que es inversamente proporcional a la lógica. Hoy en día priva el caos producto de que la enorme mayoría de juicios carecen de sustento y son ajenos a un proceso de abstracción y reflexión.
La aparente democratización de los canales de comunicación, el surgimiento de nuevas formas de expresar nuestras inclinaciones, la promoción de criterios diversos y la falta de reflexión han propiciado una pérdida del sentido de la objetividad, conllevando a que se origine un descalabro en el ser, producto de una anarquía en el orden y la inexistencia de postulados críticos. Día a día las sociedades se van reacondicionando dentro de esquemas sustentados en la intrascendencia y, como lo sentencia Nietzsche, “el mundo real se convertirá en una fábula”. La suplantación de la realidad por una percepción irreal captada desde la superficialidad está condicionando a la comunidad, en una acentuada inercia del pensamiento.
Es oportuno preguntarnos ¿hace falta un pensamiento único? La respuesta, como el planteamiento, podría tener valederos y plurales puntos de vista pero la promoción de la diversidad a ultranza como forma del ser, que regula la relación del individuo con su entorno, también nos enmarca en un concepto unitario con el que se pretende establecer una nueva dictadura del pensamiento. La pluralidad de opiniones políticas y culturales tiende a subordinar la realidad ante el desconcierto, y no hay nada más peligroso para el destino colectivo que la imposición de la anarquía como expresión de racionalidad.
La humanidad muestra señales de decadencia y la heterogeneidad de juicios nos han segmentado a tal punto que lo colectivo es meramente una entelequia; se ha perdido el sentido de pertenencia a un grupo social. Cada vez es más frecuente que la satisfacción inmediata es un claro objetivo de las personas y que la imagen subyuga a la esencia. La actualidad está regida por un sistema en que el conformismo y la mediocridad se enmascaran con la banalidad y la persecución de lo suntuario como reflejo del individuo. Hemos olvidado los principios dogmáticos del hombre, por lo que debemos centrarnos en nuestra verdadera existencia y tomar un camino por el cual las sociedades alcancen la tolerancia y la auténtica diversidad desde la grandeza única del ser.
@EduardoViloria
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