Benedicto XVI, fallecido el 31 de diciembre de 2022 a la edad de 95 años, deja tras de sí un complejo legado como papa y teólogo.
Para muchos observadores, Benedicto era conocido por criticar lo que él consideraba el rechazo del mundo moderno a Dios y a las verdades intemporales del cristianismo. Pero como estudioso de la diversidad del catolicismo mundial, creo que es mejor evitar las representaciones simples de la teología de Benedicto, que creo que influirá en la Iglesia católica durante generaciones.
Aunque la brillantez de este legado intelectual perdurará sin duda, también tendrá que enfrentarse a las sombras de las numerosas controversias que marcaron la época de Benedicto como papa y, más tarde, como papa emérito.
Sacerdote y profesor
Benedicto nació como Josef Alois Ratzinger el 16 de abril de 1927 en Marktl am Inn, Alemania. Durante la Segunda Guerra Mundial, tuvo que unirse a las Juventudes Hitlerianas, un ala del partido nazi. Más tarde fue reclutado en una unidad antiaérea y luego en la infantería de la Alemania nazi.
En 1945, desertó del ejército alemán y fue retenido como prisionero de guerra por los estadounidenses; aunque fue liberado al concluir la Segunda Guerra Mundial. En 1946, inició los estudios sacerdotales y se ordenó cinco años más tarde. Se doctoró en teología en 1953.
Mientras daba clases en la Universidad de Bonn, Ratzinger fue elegido asesor teológico del cardenal Joseph Frings de Colonia, un fuerte crítico del nazismo, para el Concilio Vaticano II celebrado entre 1962 y 1965. El Concilio Vaticano II intentó renovar la Iglesia católica mediante un compromiso más constructivo con el mundo moderno. Allí, Ratzinger argumentó que la teología católica necesitaba desarrollar un “nuevo lenguaje” para hablar a un mundo cambiante.
Como papa, Benedicto rechazaría más tarde las interpretaciones más progresistas del concilio como un acontecimiento revolucionario que pretendía rehacer la Iglesia católica. Aunque introdujo cambios sustanciales en la vida católica, sobre todo al permitir la misa en las lenguas locales, Benedicto se resistió a cualquier sugerencia de que el Concilio Vaticano II exigiera una ruptura fundamental con la doctrina y la tradición católicas centenarias. Y durante su pontificado, permitió una celebración más amplia de la antigua misa en latín, una decisión que su sucesor, el papa Francisco, revocaría.
En 1966, Ratzinger aceptó un importante puesto de profesor en la Universidad de Tubinga. A finales de la década de 1960, Tubinga fue escenario de protestas estudiantiles, algunas de las cuales exigían una mayor democratización de la Iglesia Católica. Cuando los estudiantes que protestaban interrumpieron el claustro de la facultad de Tubinga, Ratzinger al parecer se marchó en lugar de hablar con los estudiantes como hicieron otros profesores. Ratzinger estaba molesto por lo que consideraba que eran tendencias dictatoriales y marxistas entre los estudiantes manifestantes. Se trasladó entonces a la Universidad de Regensberg.
En 1977, fue nombrado obispo de Múnich y Freising por el papa Pablo VI. Poco después fue nombrado cardenal, miembro del órgano administrativo que elige al papa.
Cardenal y papa
Como experto teólogo, Ratzinger fue elegido por el papa Juan Pablo II para dirigir la Congregación para la Doctrina de la Fe, que supervisa y hace cumplir la doctrina católica. En este cargo, el cardenal Ratzinger sancionó a varios teólogos. El caso más notable fue el del sacerdote y teólogo estadounidense Charles Curran, que fue despedido de The Catholic University of America por cuestionar las enseñanzas católicas oficiales sobre sexualidad.
Ratzinger también fue elegido para dirigir el comité de redacción del Catecismo de la Iglesia Católica. Publicado en 1992, el Catecismo sigue siendo una base importante para comprender el pensamiento y la práctica católicos.
Tras la muerte de Juan Pablo II en 2005, Ratzinger fue elegido papa. Escogió el nombre de “Benedicto” en honor de Benito de Nursia, el fundador del monacato occidental, un movimiento religioso que preservó la cultura occidental tras la caída de Roma. El nombre de “Benedicto” también reconocía a Benedicto XV, un papa muy olvidado que intentó negociar un acuerdo de paz para poner fin a la Primera Guerra Mundial.
Polémicas en el pontificado
Tras su elección, el papa Benedicto XVI tuvo que enfrentarse al creciente escándalo de abusos sexuales en la Iglesia católica. Mientras era cardenal, había minimizado públicamente el alcance y la gravedad de la crisis. Bajo su liderazgo la Congregación para la Doctrina de la Fe decidió no retirar a Lawrence C. Murphy del sacerdocio, a pesar de que Murphy había sido acusado de abusar de más de 200 niños en una escuela católica para sordos en Wisconsin.
Sin embargo, como papa, Benedicto tomó algunas medidas enérgicas que su predecesor, Juan Pablo II, no había tomado. La más significativa fue el castigo a Marcial Maciel Degollado, un bígamo incestuoso, pederasta en serie y fundador de los Legionarios de Cristo, una importante orden religiosa católica, y le retiró el permiso para predicar o dar misa públicamente. También criticó a los obispos irlandeses por su mala gestión de la crisis de los abusos sexuales.
Para muchos supervivientes de abusos sexuales por parte del clero, estas medidas no fueron suficientes. Benedicto no abrió los archivos del Vaticano a la investigación pública, y tampoco disciplinó a los cardenales y obispos que reubicaron a sacerdotes pedófilos.
Más allá de la crisis de los abusos sexuales, el pontificado de Benedicto tuvo otras polémicas que atrajeron la atención mundial. Durante una conferencia en Regensberg en 2006, Benedicto pareció criticar la visión islámica de Dios y el legado del profeta Mahoma. Esto provocó protestas en Oriente Medio y el sur de Asia. Sin embargo, sus visitas oficiales a Beirut y Estambul repararon parte del daño.
Benedicto XVI también tendió la mano a los grupos disidentes católicos. En 2009, levantó la excomunión de obispos de la orden de San Pío X, una secta católica disidente que rechaza las reformas del Concilio Vaticano II. Después de hacer esto, Benedicto se enteró de que un obispo de San Pío X, Richard Williamson, había hecho comentarios antisemitas y negaba el Holocausto.
Benedicto dijo que su desconocimiento de las opiniones de Williamson fue un “percance imprevisto” debido a su falta de familiaridad con Internet como “fuente de información”.
Escritos teológicos
Como papa, Benedicto continuó sus escritos teológicos y produjo tres importantes encíclicas o cartas papales.
La primera encíclica, Deus Caritas Est, o “Dios es amor”, defiende la “caridad” como amor que se da libremente. La caridad no es simplemente una buena acción, sino un acto que cambia tanto a quien la da como a quien la recibe.
La segunda encíclica, Spe Salvi, o “Salvados en la esperanza”, reflexiona sobre la esperanza que Dios da a los seres humanos en un mundo que a menudo parece desesperanzado.
En la tercera encíclica, Caritas in Veritate, o “Caridad en la verdad”, Benedicto sostiene que la caridad está fundamentalmente relacionada con la justicia. Y cuando se trata de cuestiones de progreso y realización humana, no podemos depositar nuestra confianza en el Estado-nación o en las economías de mercado porque “sin Dios, el hombre no sabe qué camino seguir, ni siquiera comprende quién es”.
Estas cartas papales intentan defender el cristianismo en un mundo que Benedicto creía cada vez más hostil hacia la fe religiosa. Lo sorprendente del pensamiento de Benedicto –incluso para sus críticos teológicos– era la elegancia con la que presentaba sus argumentos a favor de Cristo y el poder transformador del cristianismo como fuentes de verdad, belleza y amor.
Pero mucho antes de convertirse en papa, Benedicto admitió que el cristianismo seguiría perdiendo terreno cultural y se reduciría a un grupo cada vez más reducido de fieles. En 1969, Ratzinger predijo que la Iglesia tendría que “empezar de nuevo desde el principio”, lo que significaba que algún día el cristianismo tendría que reconstruirse desde sus cimientos.
El legado de Benedicto XVI
Cuando Benedicto renunció a ser papa en 2013, cogió al mundo por sorpresa. Al decir que ya no podía soportar las cargas del papado, Benedicto prometió vivir en reclusión. Su título oficial pasó a ser “papa emérito”.
Pero la polémica también siguió a su renuncia. Por ejemplo, concedió entrevistas y puso su nombre en escritos que parecían criticar las reformas de su sucesor, el papa Francisco.
Más recientemente, un informe de enero de 2022 sobre abusos sexuales en la diócesis de Múnich criticó la “inacción” de Ratzinger en relación con cuatro casos de abusos sexuales durante su período como arzobispo, de 1977 a 1982. Como reacción al informe, el papa emérito pidió disculpas pero no admitió ningún fallo administrativo.
Los escritos de Benedicto XVI serán relevantes dentro de décadas, pero su pontificado estará inevitablemente asociado a controversias. En cuanto a su legado personal, probablemente estará definido por la cuestión que más preocupaba a Benedicto: cómo puede la Iglesia católica seguir marcando la diferencia en el mundo moderno.
Mathew Schmalz, Professor of Religious Studies, College of the Holy Cross
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.
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