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Navidad sin presos políticos

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Este 24 de diciembre, fecha en la que todo nuestro pueblo celebra desde siempre la fe y la esperanza por la vida, expresada en el humilde pesebre, en nuestras tradiciones y cultura, es una oportunidad para encontrarnos desde los mejores sentimientos y propósitos, en lo afirmativo venezolano.

El pueblo humilde, víctima del caos económico del país y de un modelo que no cuaja, donde cada día que pasa, se es más pobre y la lucha por satisfacer, de cualquier manera, las necesidades básicas, propias o de la familia, se convierte en una verdadera batalla de sobrevivencia, trata de algún modo de festejar la Navidad.

En los hogares venezolanos –sean estos más o menos humildes–, se junta la familia que aún se mantiene en el país, que no se encuentra dispersa por el mundo, en la búsqueda de un mejor futuro; en muchos hogares humildes no pueden ni siquiera preparar las hallacas, pero, de cualquier forma, se comparte un momento de amor, de solidaridad y de esperanza.

Esta realidad no tiene nada que ver con el consumismo y el desenfreno de los que tienen dólares para gastarlos en el centro comercial, ni con los excesos de los nuevos dueños del país, que se han enriquecido a costa de la miseria de todos.

Mientras tanto, desde Miraflores, nicolás maduro, con su perrito en la mano y su corbata de feria, actúa como si no sucediera nada; sigue prometiendo y mintiendo a un pueblo que lo detesta y hace tiempo que no le cree. Los que detentan el poder, obesos de impunidad, siguen ausentes e indolentes de lo que sucede en el país. Esa imagen es una grotesca expresión del envanecimiento y decadencia de la clase política que traicionó a Chávez y al pueblo.

Afuera, más de 7 millones de venezolanos que nos hemos visto obligados a dejar la patria y nuestros afectos; nos juntamos, los que podamos, para hacer nuestras hallacas y pensar en nuestros seres queridos, los que no pueden estar con nosotros. Donde se encuentre un venezolano, en cualquier rincón del mundo, se celebra una Navidad venezolana, porque la cultura es una forma de resistir, de reafirmarnos. Esta tiranía nos ha arrebatado el país, pero no puede –ni podrá– quitarnos nuestra identidad, lo que somos y sentimos.

Venezuela es hoy un país fracturado descuajado en lo espiritual, más injusto y desigual que nunca antes; la restauración capitalista, el “milagro del madurismo”, ha sumergido al ciudadano en el abismo del “sálvese quien pueda” y el “por lo menos” de la resignación, donde el gobierno y su maquinaria de propaganda, estimulan una actitud de evasión de la realidad, individualismo y el desinterés que ha desmovilizado al pueblo del 13 de abril y de la derrota del sabotaje petrolero.

Por ello, en esta Navidad, debemos hacer un esfuerzo para dejar atrás la indiferencia y el miedo, para pensar y expresar nuestra solidaridad con los cientos de presos políticos y detenidos-secuestrados, que se encuentran en las cárceles y centros de detención del gobierno.

En Venezuela, la violación de los derechos humanos se ha convertido en una política de Estado; así lo han determinado organismos internacionales tan prestigiosos, como la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos de las Naciones Unidas y el Consejo de los Derechos Humanos de la ONU.

El gobierno ha realizado miles de detenciones arbitrarias y ha secuestrado a miles de venezolanos por razones políticas: dirigentes políticos y sociales, trabajadores y gerentes petroleros, obreros y líderes sindicales, familiares de perseguidos políticos y militares.

En las cárceles y centros de detención del gobierno están recluidos, presos o secuestrados, civiles y militares, chavistas y de la oposición tradicional; presos en condiciones deplorables, víctimas de la violación de sus derechos y garantías fundamentales, al debido proceso, al acceso a la justicia, sometidos a todos tipo de vejaciones y privaciones. Son presos-secuestrados que están allí aislados, sometidos a las arbitrariedades de sus captores o acusadores, de un Poder Judicial y una Fiscalía cómplice y partícipe de todo tipo de exceso y abusos en contra del detenido.

El Consejo de los Derechos Humanos de la ONU ha señalado a los responsables y ha denunciado cómo la Fiscalía General de la República y el Poder Judicial se han convertido en brazos ejecutores y corresponsables de estas graves violaciones de los derechos humanos en el país.

La violación de los derechos humanos no puede ser ignorada por los sectores políticos y sociales, nadie puede guardar silencio ante los cientos de presos políticos que existen en Venezuela. Esta postura define la calidad humana del dirigente político, y la moral y principios de cualquier organización política.

Recuerdo cuando éramos jóvenes militantes del PRV-Ruptura, nosotros estábamos permanentemente atentos a los presos políticos-secuestrados, que se encontraban en las prisiones militares del país. Hacíamos “pintas”, denunciábamos, sus condiciones, los apoyábamos en sus luchas, los visitábamos. En particular, sentía que aquello era un deber, una muestra de afecto y solidaridad, visitar a los presos políticos en el Cuartel San Carlos, allí estaban Diego Salazar, el Flaco Ladera, David Nieves, el Flaco Mujica, entre otros muchos.

Hoy día da vergüenza cómo la izquierda y el campo revolucionario (con contadas excepciones), abandonan a su suerte a los presos y detenidos por razones políticas, guardan silencio ante crímenes horrendos como la muerte de Nelson Martínez o el general Baduel en custodia, el asesinato de Albán, del capitán Arévalo Méndez, de Oscar Pérez.

Es indignante constatar cómo los dirigentes del chavismo, del PSUV y de la izquierda, guardan silencio y se justifica la violación de los derechos humanos en el país. Es preocupante que los presidentes “copatrocinadores” del nuevo diálogo en México: Colombia, Argentina y Francia, no hayan colocado como punto de honor en todas sus iniciativas de diálogo el cese de la violación de los derechos humanos en el país y la liberación de los presos y detenidos por razones políticas en Venezuela.

Hay que decirlo, la voz siempre digna del Pepe Mujica, ejemplo y referencia de la dignidad y entereza revolucionaria, junto a la voz joven y valiente del presidente Gabriel Boric, de Chile, han denunciado el carácter dictatorial del gobierno de maduro y la permanente violación de los derechos humanos en el país. Vayan nuestro respeto y agradecimiento por esas palabras que los enaltecen y elevan.

Aquellos dirigentes políticos que por cálculos políticos o miedo, prefieren guardar silencio o ignorar esta realidad son responsables por omisión, cómplices, del hecho de que el gobierno mantenga como una práctica habitual las detenciones arbitrarias y la violación del debido proceso, que tenga a los detenidos secuestrados como rehenes políticos, que siga practicando el Sippenhaft o secuestro de familiares de perseguidos políticos.

Uno observa con estupor cómo durante el debate político, diálogos y negociaciones en México, se guarda silencio con respecto a este tema. No es la prioridad, ni de maduro ni de su cogobierno de la oposición.

Es una terrible falta de solidaridad y falta de humanidad dejar abandonados a los presos políticos o víctimas de las detenciones arbitrarias. Igualmente, es una suerte de intolerancia fascista, abogar SÓLO por los presos de la oposición tradicional, relegando a su suerte a los chavistas presos y secuestrados por el gobierno, sobre todo, a los trabajadores y gerentes petroleros (más de 120) y a los militares chavistas, incluso, casos tan injustos como la detención de nuestros familiares, como forma de retaliación o represalia política.

El gobierno usa a la Fiscalía y el Poder Judicial para acusar de cualquier cosa a los chavistas presos, a los trabajadores y gerentes petroleros y a los familiares secuestrados; les inculpan de cualquier crimen sin pruebas y sin el debido proceso. Es claro que el gobierno no quiere dar la categoría de prisioneros por razones políticas a los detenidos del chavismo, pues su discurso niega, una y otra vez, la existencia del chavismo originario, del chavismo antimadurista, del sector revolucionario que no se pliega o participa de este desastre.

Esa es la posición del madurismo. Lo increíble es que también lo sea de las ONG u organizaciones políticas, que abogan solo por la libertad de los presos políticos de la oposición.

La lucha por la libertad de TODOS los presos y detenidos políticos, debe ser el inicio de la construcción de una verdadera oposición antimadurista, nacional, patriota, que pueda conducir a la unidad de todos los factores políticos y sociales que queremos un cambio político en el país.

Hoy 24 de diciembre, día de la Navidad, la fe y la esperanza, vaya mi palabra de solidaridad, todo mi afecto y fuerza a mi hermano Fidel, excelente ser humano, que ha colocado todo su conocimiento y pasión en salvar vidas por más de 36 años, que cuando el presidente Chávez lo llamó para saber de su enfermedad, acudió en su ayuda, con afecto, siempre solidario, como hacía con cualquiera que requiriera de sus conocimientos y apoyo.

Vaya mi solidaridad y afecto al resto de compañeros detenidos -secuestrados por el gobierno- al mayor general Miguel Rodríguez Torres, al comandante Martín Chaparro, a los trabajadores de Pdvsa, a Pedro León, Orlando Chacín y demás compañeros que han sido tratados como criminales, después de servir toda la vida al país.

Vaya un mensaje de fuerza y de fe a todos los presos y detenidos políticos, sin diferencias de ningún tipo, sean estos civiles o militares, chavistas o de la oposición, dirigentes sociales, no importa sus diferencias, ni posiciones, lo que nos une, es la condición humana, la lucha por un país mejor, sin miedo, sin represión, sin perseguidos, exiliados, torturados y detenidos políticos, por un futuro luminoso, un país para todos, por una ¡Navidad sin presos políticos!

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