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Ant-Man: los retos gigantes de un superhéroe en miniatura

La segunda entrega de la saga, que se estrena hoy en el país, plantea un conflicto más personal, pues Scott Lang se debate entre cumplir las misiones como superhombre o asumir su papel de padre de familia

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¿Qué tan poderoso puede ser un superhéroe cuya habilidad es convertirse en un insecto? Mucho más de lo que podría pensarse. Ant-Man (el Hombre Hormiga) ha demostrado que encogerse hasta tamaños microscópicos tiene múltiples ventajas.

Ant-Man and the Wasp (El hombre hormiga y la avispa), la segunda entrega cinematográfica sobre el diminuto superhéroe, plantea un conflicto más personal, pues Scott Lang se debate entre cumplir las misiones como superhombre o asumir su papel de padre de familia. El actor Paul Rudd repite como protagonista y guionista del filme, que llega a los cines del país hoy.

“Es genial cuando empiezas a escribir el guion de una película y no tienes que detenerte a explicar nada, ya que muchos de los aspectos del personaje se conocen. No necesitas dedicar demasiado tiempo a establecer esas cosas”, cuenta Rudd en una entrevista cedida por el estudio.

Como es habitual en el universo cinematográfico de Marvel, al que pertenece Ant-Man, las películas se conectan entre sí: la segunda parte de Ant-Man comienza con Lang bajo arresto domiciliario, después de los hechos ocurridos en Capitán América: Civil War. Al tiempo que enfrenta las consecuencias de sus actos entra en conflicto por la idea de aceptar una nueva misión como superhéroe, de la mano de los científicos Hank Pym (Michael Douglas) y Bill Foster (Laurence Fishburne), de Janet Van Dyne (Michelle Pfeiffer) y de Hope (la avispa, interpretada por Evangeline Lilly).

—¿Qué tan desafiante es la interrelación que tienen las películas de Marvel?

—Mucho. Cuando trabajas con cualquier película de Marvel, la idea es crear una historia propia, pero que al mismo tiempo encaje con todo el universo. Entre la primera y la segunda Ant-Man tuvieron lugar varios hechos. Lo sucedido en Capitán América es uno de ellos.

—¿Qué es lo que más le gusta de Scott Lang?

—Me encantan las circunstancias extraordinarias que debe enfrentar: se encoge, vuela sobre otras hormigas, entra en reinos cuánticos y muchas otras situaciones potencialmente mortales. Una de las cosas que siempre intenté sostener es la forma de lidiar con las cosas con cierto sentido del humor, sin que la amenaza genere una gran inquietud, sino manteniendo una actitud despreocupada. Creo que esa sensación se transmite a los espectadores.

—¿Se inspiró en alguien para esa faceta de su personaje?

—Es algo extraño. Antes de empezar a interpretarlo, pensé en Bill Murray haciendo cualquier cosa en el cine. Él transmite esa forma de ser, que parece no tomarse las cosas en serio, y a mí me fascina eso. Creo que es genial.

—¿Qué diferencia esta película de la primera?

—Coincidí con el director (Peyton Reed, que también repite) en que lo más importante era el humor y en que queríamos crear algo original dentro del género. Quisimos lograr momentos divertidos pero conmovedores, y con efectos visuales impresionantes.

—¿Cómo fue la experiencia de trabajar con actores tan reconocidos?

¡Grandiosa! No importa cuántas películas hagas, te encuentras en un set, en medio de una escena, y piensas: “Cielos, están Laurence Fishburne, Michael Douglas y Michelle Pfeiffer. Y están todos hablando entre sí. ¿Cómo llegué aquí?”. Es algo sensacional.

—Háblenos de la importancia que el laboratorio tiene en la trama…

El laboratorio de Hank es como una papa caliente, es el lugar más anhelado por héroes y villanos. Es un sitio mágico que se encoge y expande, y puede transportarse de un lado a otro; además, alberga el túnel que es una posible vía de acceso al universo cuántico.

—¿Qué les espera a los espectadores?

Creo que la gente se involucrará emocionalmente, no solo por la relación de Scott con su hija, sino también por su relación con Hope y Hank. Todos los personajes establecen vínculos entre sí. Además, hay secuencias de acción nunca vistas y es muy divertida.

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