Transcurrieron doce meses más, y ¡hoy es Navidad! Se podría pensar que es poca cosa todos los momentos, días, lágrimas y angustias que recorrieron los caminos, para llevar las aguas al río de una nueva esperanza para nuestro ¡renacimiento!
La libertad, la paz y la reconciliación de las naciones pasa por un acto de enorme fuerza y coraje, que a veces falta en los hombres. A veces, después de suma violencia y destrucción absurda, es alcanzada por obra unánime de un misterioso propósito de llegar al fin de lo existente. El ser más inteligente de las especies: el hombre, es el animal sobre el planeta tierra poseedor de la conducta reflexiva, pero que a la vez es el que tiene potencial para la más contradictoria de todas.
¿Será que le hace falta a algunos más de una vida para reconocer su muy grave equivocación o error? ¿Será que la especie humana tendrá que seguir lidiando con atrasadas creencias, que por demás nada aportan al porvenir sino al sufrimiento de los pueblos? ¿Cúanto tiempo más tendremos que seguir viviendo entre los “Putin”, los “Ayatolá” o los Kim Jong-un? Por solo mencionar orientales realidades que aún hoy suponemos lejanas. ¿Cuánto tiempo tendremos que soportar para recuperar nuestra libertad y democracia en Venezuela?
Basándonos en que la especie humana es una sola, con distintas razas o genotipos, pero excepcionalmente una sola con la que somos muy parecidos los unos a los otros, en la diversidad de razas y culturas, religiones y creencias, costumbres y modos o perspectivas de ver la vida, pudiera haber una gran riqueza. Si nos permitimos integrarnos como gran nación planetaria, con propósitos comunes, para en primer lugar preservarlo como nuestro hogar-ecosistema, e imponer a su vez ciertas normas de convivencia entre nuestras respectivas naciones ¿cuanto podríamos ahorrarnos de desgastes de energías para mejor provecho? ¿Cuántos sufrimientos?
El surgimiento del orden mundial como lo habíamos conocido hasta hace poco, y desde la creación de Naciones Unidas el 24 de octubre de 1945 después de la Segunda Guerra Mundial, y su proceso de planteamientos de comunicación entre el Estado de un país a otro, a través de sus gobernantes, nos arrojó un balance apretadamente positivo, en medio de aquella llamada “Guerra Fría Americano-Soviética”. Inmersos en la prevención de lo que el otro podría hacer para violentarnos como naciones, alineados o no con las superpotencias, hemos tenido que coexistir con la realidad de esos gigantes bélicos-tecnológicos que hasta al espacio lunar fueron a llevar sus disputas de supremacía sobre el contrincante.
Si se pudiera decretar la llegada a la madurez por parte de los líderes de estos tiempos, donde desaparecida la Unión Soviética no tendría por qué aparecer su sustituta, ni con China, ni con ninguna. Más bien practicar una cada vez mayor y más eficaz comunicación con esta, para que los verdaderos líderes superiores dejaran de medir su hombría por lo que piensen es el mayor tamaño de lo que llevan dentro del pantalón, para medirlo por el coraje de agruparse entre los seres sanos y buenos, hombres de familia que deciden que hay que poner un alto a las mafias que pretenden seguir controlando territorios y decisiones de hasta mandatos de presidentes, legisladores y jueces vía criminalidad mafiosa. El control financiero de cuantiosos recursos provenientes del narcotráfico, el narcolavado y el tráfico humano puesto al servicio de sus perversiones y sus caprichos.
Llegó la Navidad para nosotros, los que desde Occidente debemos comenzar por el agradecimiento al Supremo Autor del Universo y sin complejos acercarnos al Oriente para transar un acuerdo mundial a partir de ahora, de hoy partiendo así sea de esa devaluada Naciones Unidas, para rescatarla, y rescatar así el impulso inicial de un organismo indispensable que debe salvar la Tierra y su maravilloso ecosistema. Hoy, día de Navidad, damos gracias, juntos a nuestras compañeras y compañeros del maravilloso viaje, y decretamos que serán los mejores aliados para vivir, amar y seguir aprendiendo. Dejemos el mejor legado a las generaciones que se inician, y desde el nacimiento de aquella Naciones Unidas, al nacimiento de hoy, digamos con amor y fuerza: ¡hoy es Navidad!
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